Belen Martinez
Belen Martinez

Alfonso Sastre: sueño que engendra sueños

En casa de Eva y Alfonso se urdió la primera carta de los 102 intelectuales. La misiva enviada a Fraga Iribarne, ministro de Información y Turismo, finalizaba así: «nuestra condición de intelectuales, atentos a la vida y a los sufrimientos de nuestro pueblo».

No es un epitafio sobre una piedra. Alfonso Sastre es una de las máximas figuras de la literatura en lengua castellana, un intelectual comprometido y coherente. Primero fue admiración por el dramaturgo. Después, reconocimiento y gratitud inmensa.

Todo comienza en Asturias, donde la bocamina nutría y devoraba a la vez. A las huelgas mineras de 1962 y 1963, el Gobierno de la dictadura respondía con detenciones, tortura y desterramientos. La brutalidad también se ceba con ellas: Anita Braña, de Lada, y Constantina Pérez Martínez («Tina»), de la Jocara, rapadas al cero a modo de escarnio. El tormento era más cruel que el «mal de piedra» que horadaba los pulmones de los mineros.

En casa de Eva y Alfonso se urdió la primera carta de los 102 intelectuales. La misiva enviada a Fraga Iribarne, ministro de Información y Turismo, finalizaba así: «nuestra condición de intelectuales, atentos a la vida y a los sufrimientos de nuestro pueblo». Aquella carta dio sentido y sustancia a términos como «sororidad» y «solidaridad» de los pueblos. Comprometerse y embarrarse el tiempo que nos queda («memento mori»).

La lúcida locura de Alfonso, su sentido del humor, sus lenguas marginales y su rebeldía nos acompañarán siempre. Como Eva Forest y Jenofa Juncal, la roja gitana del monte Jaizkibel, desheredada de la fortuna.

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