Andoni Lubaki

Que Dios nos pille confesados

Al llegar, el generador del Estado Islámico aún estaba en marcha. Se habían escapado poco antes de la irrupción de los Kurdos en el pueblo. Wardeek huele a polvo. Escombros y polvo. Los soldados investigan casa por casa la posible colocación de trampas. Al parecer en esa no había. Estuvieron allí y se cortaron las barbas. Había pelo en el suelo. La comida aún caliente estaba en la olla.

Al parecer una familia cristiana había vivido en aquella casa. Sus pertenencias se mezclaban con las que habían abandonado los soldados del Daesh en su huida. Los peshmergas decidieron abandonar la búsqueda de bombas trampa. Al parecer tan rápida fue la huida de los del Daesh que no tuvieron ni tiempo de colocarlas.

«Antes de que entremos en otra casa para asegurar la zona rezaremos» me dijo el soldado. «Así Dios nos ayudará a que no pase nada, y si pasa; iremos con los trabajos hechos y nos acogerá». En mi libreta de campo apunto: «A los peshmergas también les gusta que les pille Dios confesados».