Tamara Yagüe, representante de los patronos de la CAV, aquellos que determinan gran parte de la vida de los asalariados y asalariadas, se ha reunido con el nuevo lehendakari Pradales. Le ha sugerido una nueva política fiscal para con los dueños de los medios de producción a los que oficialmente representa consistente en reducir la tributación mínima del Impuesto de Sociedades del 17% al 15%, eliminar el Impuesto de Patrimonio así como la creación de nuevas deducciones, «no se trata de aportar menos, sino de aportar mejor» le ha dicho a Pradales. Todo en aras de la productividad del país. También ha constatado la «preocupación de las empresas por el alto índice de absentismo laboral y por la negativa contribución al país de la conflictividad laboral». El absentismo laboral, argumenta, no sólo lastra la competitividad de las empresas sino afecta a toda la sociedad en general, a las instituciones, a la salud de las personas, a la atención sanitaria… Sabido es que la ociosidad es la madre de todos los vicios, así que de la reducción de jornada ni hablar.

En lo referente a la conflictividad laboral, comparada con el Estado es altísima «a pesar de registrarse unas condiciones laborales sustancialmente mejores que en el resto del Estado». Manifiesta que «hay que tener visión de país» y que «algunos sindicatos están más en el corto plazo que en el medio plazo».

En resumen, pagar menos impuestos y disciplinar la mano de obra en beneficio del país. El argumentario, cuando menos, curioso: bajar los impuestos a los dueños de las empresas dando como resultado una «mejor aportación» a las arcas públicas.

 La alta conflictividad laboral inexplicable pues las «condiciones laborales son sustancialmente mejores que en el resto del Estado». ¿No será que gracias al «conflicto» aquí vivimos un poquito mejor?

Un problema de óptica: ¿Por qué la visión de país coincide, desde hace siglos, con la visión de los patrones si estos son menos que sus asalariados? ¿Serán clases de visión diferente? ¿O diferentes visiones de clase?