Itziar Ziga
Itziar Ziga
Una exrubia muy ilegal

A la vanguardia del peligro

La muerte de Roberta Marrero me asoló cuando ya había enviado la columna sobre mi hermana. Las vi compartiendo dichosas el callejón de las feminidades lumpen, pero cada una se merecía mi propio epitafio. Roberta, preciosa, ¡cuánto amor y cuánta rabia siento al pensar que este mundo no fue finalmente habitable para ti, como no lo es para tantas hermanas travestis! No es solo un suicidio, es también un transfeminicidio de Estado. Artista total, pintora, poeta, cantante, compositora, actriz, ensayista, maldita genia... tantísima trans canaria solo puede ser vestigio guanche.

Habla Roberta Marrero. «Cuando eres muy pequeña y te ves sometida a violencias del exterior de las que obviamente no puedes desvincularte, porque no puedes irte a vivir con otra familia, o no puedes dejar de ir al colegio, pierdes la inocencia pero siendo inocente. De repente ves el mundo desde un sitio diferente, todo a tu alrededor se solidifica. Lo digo sin victimismo, nunca hablo desde ahí. Pero esa pérdida de la inocencia sin poder dejar de ser inocente, que de algún modo sigo siéndolo, está muy presente».

Nos conocimos en la librería transfeminista Mary Read. La tenía delante, escuchándome entusiasta, melena leonina y nikes rosa flúor. Me dijo cosas hermosas, le pregunté el nombre, Roberta, me abalancé sobre ella. Me había dibujado en uno de sus libros, nos amábamos sin conocernos, reconociéndonos. Le conté que María y yo follábamos escuchando su disco, "A la vanguardia del peligro", y se iluminó. Al regresar en éxtasis al hotel, me aguardaba este mensaje suyo. «Muchas gracias, Itziar, por darnos tanto sitio y tanto cariño (como diría Rocío Jurado) a las mujeres trans en tus libros, en tu feminismo y en tu discurso». Qué sería de este mundo cruel sin vosotras las travestis, horadando el patriarcado con grietas luminiscentes. Doy gracias a las diosas por ser queer, no sé cómo transitaría tanta pena sin esta comunidad amorosa que me sostiene. Concluyo con otro diamante del pensamiento de Roberta: la razón es un triunfo y también es un fracaso al que estamos condenadas.

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