La conocida estrofa de la mítica canción de Los Suaves sirve como titular perfecto para describir lo que está pasando por la mente de muchas personas en el entorno del Athletic. El juego ofrecido por el equipo en los últimos partidos, traducido en una falta de intensidad notoria, los problemas para efectuar transiciones rápidas tanto en defensa como en ataque, falta de ideas para terminar las acciones ofensivas, serias dificultades para generar ocasiones claras y un rosario de errores individuales o colectivos.
Los síntomas son muy negativos, más en un equipo destinado y con capacidad suficiente para estar en la zona alta de la clasificación y competir en Europa. Valverde es consciente de la situación pero todavía no ha encontrado la tecla ideal. Y no se trata de focalizar únicamente en una posición, especialmente en el relevo de Herrera, ya que las carencias están siendo generalizadas.
El partido del Borisov Arena ha pasado de ser un posible punto de inflexión a ser un jarro de agua fría que ha multiplicado las dudas. La visita al Bernabéu, unida al posterior parón liguero, no proyectan un horizonte especialmente alentador. Sin embargo, hay que seguir confiando en la recuperación física y mental del equipo. Lo demostrado hasta ahora es preocupante, lejos de la mejor versión de la mayoría de los futbolistas e incluso del propio entrenador, pero el grupo deberá de aprovechar el periodo de los partidos de selecciones para reactivarse.
La resaca vuelve a ser la prueba de fuego para el Athletic. Al igual que ocurrió hace dos temporadas, el conjunto rojiblanco se expone a la revalida competitiva tras haber alcanzado el éxito. En este caso sin la convulsión generada entonces por la marcha de Javi Martínez, la situación de Llorente y la pérdida de confianza y feedback por parte del equipo y la junta respecto a Marcelo Bielsa. En este caso, dejando a un lado la salida de Ander Herrera, la forma de encarar los retos ha sido mucho más tranquila. De hecho, hasta la llegada del partido del Camp Nou se podía considerar hasta idílica. menos de tres semanas después, los nubarrones clasificatorios y las sensaciones han dado un giro inesperado.
Darle la vuelta a la adversidad es el objetivo. El apoyo colectivo es imprescindible, pero no debe de estar exento de autocrítica. La propia composición de la plantilla, en la que abundan delanteros centros suplentes y defensas, pero faltan jugadores de banda puede ser un punto a valorar. Las salidas de Iker Guarrotxena e Iñigo Ruiz de Galarreta, futbolistas de rendimiento inmediato en Segunda, y mantener a jugadores cuyo rol en la plantilla va a ser residual despierta dudas. Otro aspecto es no haber acometido ninguna inversión de envergadura en el mercado pese a disponer de dinero suficiente para hacerlo. Una actitud más ambiciosa en ese sentido, hubiera dotado de mayor fondo de armario al equipo. Lo que ocurre es que también hay que ser consciente de que los fichajes de nivel por los que podría pujar el Athletic superan holgadamente los 10 millones de euros. Son los casos de Monreal, Illarramendi, Azpilicueta, Raúl Garcia, Ruffier, Zurutuza, Griezmann o Agirretxe por poner unos ejemplos.
Al menos hasta enero, adquiriendo los partidos ante Celta, Almería y Oporto en Portugal una trascendencia vital para el devenir general de la temporada, las claves pasan por la recuperación de los futbolistas existentes, reflexionar sobre el bache, efectuar cambios que doten de mayor solidez y verticalidad al juego del equipo y en su caso tirar de Lezama. La cantera es la principal herramienta del club, su principal fuente de movimiento. El nombre de Williams está en boca de todos debido a su capacidad realizadora y quizá jugadores capaces de jugar en banda como Sabin Merino, Seguín o Jurgi Oteo podrían ser una alternativa. El puzzle sigue sin completarse y la dinámica de tres partidos por semana eleva el desgaste e incrementa la necesidad de activos disponibles.
Resulta obvio que el peso y aporte principal de la recuperación del equipo pasa por el núcleo central de la plantilla, esa que ha vivido cuatro finales y una clasificación para la Champions League en cinco años. La experiencia y horas de vuelo acumuladas tanto en la victoria como en la derrota deben de reforzar la autoestima del grupo. Un total de 11 futbolistas del equipo supera los 20 partidos disputados en competiciones europeas –Iraizoz, Iraola, San José, Gurpegi, De Marcos, Iturraspe, Susaeta, Ibai, Muniain, Toquero y Aduriz- además de que la mayoría de la plantilla haya disputado partidos internacionales tanto en categoría absoluta como en las inferiores. Bagaje no falta por tanto, mimbres tampoco, en una carrera contra el reloj y la falta de puntos.
Conscientes de la dificultad, la ausencia de respuestas tangibles y las sensaciones negativas suponen un importante quebradero de cabeza. Lejos de la situación soñada, no queda otra que evitar caer en una especie de deja vu y trabajar conjuntamente para superar los problemas. El equipo sigue estando capacitado y en situación de conseguir los objetivos marcados al inicio de temporada pese al mal comienzo.
Un gran amigo de Valverde como es Ruper Ordorika cantaba también aquello de que «Ez da posible, ezin liteke», una percepción que sirve para describir la percepción que se ha apoderado de la masa social del club. Pero sí, está sucediendo, por lo que toca cambiar el enfoque de la fotografía y pasar de las dudas a las certezas. Se puede y hay tiempo para ello.
Beñat Zarrabeitia
Fotos: AFP