Beñat Zarrabeitia

La canalización en positivo de las muchas y diversas emociones vividas deben de impulsar al Athletic

 

La masiva escenificación de apego a los colores rojiblancos que ha vivido el Athletic durante los primeros meses de 2012 no fueron otra cosa que la adhesión popular a un proyecto deportivo único en la élite del fútbol mundial y, sobre todo, la plasmación tangible de la necesidad que tiene la sociedad vasca de conquistar alegrías colectivas.

 

Son tiempos difíciles para la mayoría de ciudadanos y ciudadanas, una época marcada por una crisis global a la que no se le ve final. La esperanza se cuela debido a un nuevo tiempo político que sueña con cerrar definitivamente la etapa de conflicto y construir el camino de la solución. Pero resulta innegable que las heridas o cicatrices de un pasado no tan lejano aún perviven de forma latente en el presente. Por ello, la sociedad tiende a engancharse a elementos positivos, que generan disfrute y adhesión general a un estilo y valores.

 

En Bizkaia, el Athletic suscita más consenso que ningún otro elemento o institución. La inmensa mayoría de niños y niñas están predestinados a tener algún tipo de relación con el club, aunque sea algún empecinamiento familiar en vestir a la criatura con los colores rojiblancos. Es algo que se transmite en las familias de la forma más natural del mundo y que tiene su epicentro en San Mamés o Lezama. Pero no únicamente y buena muestra de ello fue la eclosión social que se vivió en las calles durante las eliminatorias europeas o ambas finales.

 

El Athletic llegó a Bucarest en volandas. Era el equipo que había maravillado a Europa dejando en la cuneta al Manchester United tras realizar una exhibición histórica en un escenario con tanta mística como Old Trafford. El Schalke de Raúl en un templo moderno del fútbol como el estadio de Gelsenkirchen, nuevo en lo arquitectónico pero clásico en la pasión y apego de sus fans, o el correoso Sporting de Lisboa también fueron víctimas del torbellino rojiblanco. El partido de vuelta contra los lusos se celebró en una fecha especial, el 75º aniversario del bombardeo de Gernika. Una fecha negra para la historia, uno de esos días que todo vasco o vasca recuerda y conocida en todo el mundo debido al cuadro de Picasso. En medio de dicha efeméride, los leones dieron la vuelta a la eliminatoria en un partido electrizante, vibrante e histórico. Cuando Llorente marcó en el último minuto, el delantero se echó a llorar sobre el césped, junto a él lo hicieron cientos de hinchas rojiblancos que veían el partido en San Mamés o por la televisión en Bilbo, Bizkaia, Euskal Herria o cualquier punto del planeta. Eran lágrimas íntimas, personales, afloraban recuerdos en los que el balón podía ser el hilo conductor pero no el principal protagonista.

 

Un equipo que llenaba portadas de revistas en todo el mundo, desde Japón hasta Italia. Un conjunto formado por “young school boys” que eliminaban a los hombres del Manchester United, tal y como señaló el narrador de la televisión danesa durante el asalto a Old Trafford ante 8000 gargantas rojiblancas el ocho de marzo. Bajo esas credenciales y atmósfera llegó el Athletic a Bucarest. Su gran oportunidad.

 

 

 

 

La ansiedad superó a la ilusión en Bucarest

 

Quizá ni el escenario ni el rival eran los deseados para una final europea, pero 35 años de espera, una legión de sin sabores y la necesidad de redondear un trayecto impresionante pesaban infinitamente más. La ilusión se percibía en cualquier rincón, los balcones eran rojiblancos y las calles estaban repletas de camisetas. En Bucarest también fuimos miles los que dimos ejemplo y conformamos una marea que superaba en número y ruido a la del Atlético de Madrid.

 

Sin embargo, el sueño se convirtió en pesadilla muy rápidamente. La ilusión se transformó en ansiedad. La sensación de estar viviendo una oportunidad única y prácticamente irrepetible no dio alas, si no que atenazó las piernas, cerro el estómago, provocó vértigo y acabó por frustrar a unos futbolistas que no entendieron lo sucedido. Pusieron todo de su parte, lo intentaron sin descanso pero se acabaron imponiendo la ansiedad y los errores derivados de la misma. El mar de lágrimas posterior a un partido en el que el Athletic apenas tuvo opciones de ganar fueron el reflejo de esta percepción. El tigre Falcao y un equipo marcado por la intensidad que le otorga Simeone -alumno de Bielsa y archienémigo de los leones- vieron a un tierno cachorro al que atacar a la yugular. El joven león no se rindió pero nunca tuvo fuerza ni claridad mental suficiente para saber cómo contener y embestir a su oponente.

 

La derrota en Bucarest supuso un punto de inflexión. La reflexión en torno a los motivos de la derrota sigue siendo algo que no se ha afrontado públicamente. El miedo a ganar o el vértigo ocasionado por estar ante la gran oportunidad de las carreras deportivas de unos futbolistas que contaron con el empuje toda una sociedad habitualmente fragmentada. La cercanía de una segunda final evitó la reflexión fría y todos los discursos se centraron en el nerviosismo y la necesidad de dar la vuelta al golpe para encarar una suerte de revancha ante el Barcelona.

 

Una empresa difícil en la despedida de Guardiola, pero el equipo trabajó en Lezama y la afición volvió a desplazarse de manera masiva a Madrid. Todo el entorno del Manzanares se llenó del color rojiblanco y el Vicente Calderón se convirtió en un San Mamés a 400 kilómetros de distancia. Tampoco pudo ser, la despedida del míster más influyente de los últimos 20 años se saldó con una salida en tromba del Barcelona ante la que el Athletic se vio de nuevo superado. Tres goles en apenas 30 minutos cerraron el partido. Los leones intentaron maquillar el resultado y pelear hasta el final pero ni el árbitro ni sus errores les permitieron acercarse en el marcador. La afición volvió a arropar a los suyos y despidió a Bielsa con una petición casi unánime. El rosarino debía seguir en el Athletic.

 

Tras ocho días de especulaciones, conversaciones, deliberaciones o presunta renovación de visados, un domingo a mediodía, el Athletic anunció la continuidad de Bielsa mediante una escueta nota en su web. Las vacaciones o la Eurocopa debía de suponer un momento de desconexión, tranquilidad, reflexión y trabajo para afrontar una nueva e ilusionante temporada. El curso de la revalidad con una plantilla joven, solvente, preparada, reforzada con Aduriz e Isma López y con margen de mejora para seguir aspirando a los títulos.

 

Nada más lejos de la realidad, la convulsión se instaló en el club. El anuncio interno de Javi Martínez de abandonar el club y las declaraciones de Llorente aparcando su renovación hasta después del campeonato europeo de selecciones fueron las primeras señales. El de Aiegi manifestaba ante los medios un discurso que no pretendía cumplir mientras que el delantero se exponía a un verano complicado. El recelo en la entidad de Ibaigane y el entorno se fue avivando mientras se sucedían las filtraciones y Llorente no rascaba bola en la Eurocopa.

 

 

 

Un volcánico Bielsa choca con los intereses de sectores económicos dominantes

 

La vuelta de Bielsa a Bilbao estuvo marcada por la ansiedad. El Loco, perfecto conocedor de todos los avances tecnológicos en los mejores y más modernos centros de entrenamiento de los mejores clubes o selecciones de Europa y América Latina, pidió obras y mejoras para Lezama. Sin embargo, a su llegada la factoría rojiblanca aún no reunía las condiciones óptimas para hacer la pretemporada. Bielsa explotó, agredió al jefe de obra, y protagonizó una rueda de prensa que se recordará durante muchos años. La misma en la que usó las palabras “robo”, “estafa”, “autodenuncia” o acusó directamente a uno de los medios de comunicación más importantes del territorio de mentir.

 

De repente, la ilusión pasaba a convertirse en tensión, Bielsa chocaba de lleno con dos de los estamentos dominantes del territorio durante los últimos años: Las constructoras y un diario del grupo Vocento. Los tiempos y las sociedades cambian y lo que hace apenas unos cursos hubiera sido motivo de cese, concluyó con un gran respaldo popular al rosarino. Algo que determinadas personas de la Junta, especialmente el asesor comunicativo del presidente, no parecieron terminar de entender en un primer momento.


Desde Ibaigane se realizó una lectura precipitada e incorrecta de la situación y se buscó proteger los intereses de una constructora apegada al sector político dominante en Bizkaia. Bielsa había chocado contra los tres sectores dominantes en el territorio durante los últimos 35 años. Lo que ocurre es que actualmente defender a una constructora es parecido a sacar la cara a un partido político o banquero. En el interior del palacio de Alamenda Mazarredo se efectuó una reflexión inadecuada al nuevo tiempo social, económico y político y prefirió desautorizar a Bielsa a través de otra nota en la web. Craso error, la figura del técnico volvió a salir reforzada.

 

Los valores que transmite el de Rosario están más cerca del sentir de una masa social diversa como la del Athletic que de los intereses particulares de una constructora. El episodio terminó con Bielsa sin hablar ante los medios durante un mes y con una nota que parecía pactada en un perfil de Facebook creado para la ocasión. Un rocambolesco final para una situación de crisis que quebró la confianza entre presidente y técnico para extender la ansiedad en el entorno del club.

 

El balón comenzó a rodar y los periódicos llenaban sus páginas con el futuro no resuelto de Fernando Llorente. Meses antes, Fernando Amorebieta tuvo la infinita torpeza de escribir en un balón las presuntas pretensiones económicas de su compañero: cinco millones de euros. Un salario de tintes obscenos que le convertiría en el cuarto jugador mejor pagado del campeonato. El Athletic, por su parte, le ofrecía 4,5 kilos. La mayor oferta en la historia del club y un sueldo que muy pocos equipos del mundo pueden pagar a ningún futbolistas. Una nomina anual 600 veces superior al salario mínimo interprofesional y también mucho mayor al de la media en una Liga sacudida también en la crisis. Por poner un ejemplo, el arratiarra e internacional Beñat Etxebarria gana 150.000 euros en el Betis.

 

 

 

El vértigo de Llorente a liderar el proyecto

 

Cuando los parámetros de la negociación se centraban en lo monetario, así fue durante meses, apareció una nueva variable. El deseo del jugador de abandonar el Athletic para jugar en otra escuadra que le permita luchar por títulos. Tras 17 años en Lezama, cuatro finales perdidas en cuatro años y la mejor oferta de la historia del club encima de la mesa, Llorente optaba por dejar de liderar sobre el campo el proyecto del Athletic para ser un complemento más en algún otro club acostumbrado a coleccionar títulos y fichajes intrascendentes. Josu Urrutia así lo confirmó en otra rueda de prensa que marcó también un antes y un después en lo que a la salud de la entidad se refiere. Para salir del conjunto rojiblanco, otra entidad debe de abonar el importe íntegro del coste del jugador o el jugador agotar su contrato. No hay otra vía, el Athletic se reserva el derecho a mantener el mejor equipo posible.

 

El mensaje fue muy claro y surtió efecto. Javi Martínez se marchó con nocturnidad y sin permiso del Athletic a Múnich para firmar por el Bayern. No se ha despedido de la afición y se desconoce si lo hará o si sus palabras tendrán algún tipo de interés si es que finalmente se digna a hacerlo. Los bávaros acabaron pagando los 40 millones y el de Aiegi saltando la valla de Lezama para llevarse objetos personales de su taquilla. Una actitud poco edificante en unas instalaciones del club que poco antes habían presenciado otra situación nada reconfortante con gritos e insultos a los futbolistas.

 

Llorente, en cambio, seguía en el Athletic después de que ningún equipo quisiera pagar ni su cláusula ni su ficha. El delantero era recibido en San Mamés con división de opiniones por lo que fue protegido por Bielsa. El tiempo pareció ir calmando la situación mientras el equipo obtenía el pase a la fase de grupos de la Europa League y ganaba al Valladolid en San Mamés tras dos derrotas ante Betis y Atlético en el estreno liguero. La derrota del Calderón fue especialmente dolorosa, pero quedó algo mitigada al ver como los colchoneros también trituraban al Chelsea en la final de la Supercopa de Europa.

 

El partido ante el Espanyol en Cornellá supuso la reaparición de Llorente. Su primer balón acabó en la red y la conclusión colectiva fue que la dupla que forma con Aduriz es un arma del que disponen muy pocos equipos en el campeonato. Fue un espejismo. El Athletic cosechó un mediocre empate ante el Hapoel israelí en San Mamés, encuentro nuevamente marcado por el conservadurismo trasnochado y la incapacidad de parte de la junta de entender a la sociedad, y disputó un buen encuentro ante el Málaga también en La Catedral.

 

 

 

Desconexión y filtración

 

Los síntomas de desconexión respecto a la realidad social también se manifestaron en la jornada de la huelga general en Hego Euskal Herria. Los tres equipos vascos de Primera entrenaron con normalidad. Y eso, en una situación de anormalidad y dificultades para la mayoría social en la que se incluyen prácticamente todos sus aficionados resulta complicado de entender. Ni siquiera un guiño, un texto o ser conscientes del contexto. El aislamiento respecto a la realidad social es un elemento que debilita al Athletic porque nadie, menos los propios jugadores, deben olvidar que provienen y forman parte de esta sociedad.

 

Los deseos y discursos en busca de la normalidad y un ambiente adecuado para trabajar en pro de unos grandes objetivos se volvieron a tambalear. La lamentable derrota en el derbi donde una buena Real se impuso a unos desdibujados leones en la segunda parte. Fue un encuentro marcado por las facilidades que otorgaron los rojiblancos. Incapaces de crear peligro en ataque, sumando excesivas perdidas de balón y poco contundentes en defensa. La imagen ofrecida fue muy inquietante.

 

El inicio de semana fue aún peor, la dura resaca del clásico vasco se hizo notar con la expulsión de Llorente de un entrenamiento. La situación tensó aún más el ambiente y disparó las especulaciones. El equipo llegaba a su segundo partido en la Europa League con una serie de urgencias que se vieron solapadas por una nueva bomba informativa. Era “la bomba informativa” por decirlo de alguna manera. El vestuario rojiblanco era profanado a través de una grabación que daba a conocer públicamente una parte de la charla de Marcelo Bielsa a sus futbolistas tras perder la final de Copa ante el Barcelona.

 

Su grabación y filtración resultan miserables por lo que supone la violación de un espacio íntimo de reunión, trabajo y sinceridad. Sin embargo, el contenido reflejaba la clarividencia y pedagogía de Bielsa y le alejaba la imagen de ogro que algunos medios de comunicación habían pretendido vender. Era una parte de la grabación y pronto circuló la idea de que el audio completo saldría a la luz tarde o temprano. A la noche, el Athletic se desmoronaba en Praga. Con su camiseta verde sudada durante 90 minutos, la suerte no les acompañó y los leones cayeron con contundencia.

 

El nuevo derbi ante Osasuna adquirió el cariz de final y los leones supieron sobreponerse. Volvieron a ser un equipo vertiginoso, incisivo, alegre y reconocible. La escasa diferencia en el marcador y los nervios finales no puede tapar un ejercicio de autoestima antes del parón. El inicio ha sido complicado pero en lo que a la clasificación respecta el Athletic no está lejos de ninguno de sus objetivos.

 

 

 

Bielsa, el referente necesario para un futuro de unión, autocrítica y mejora

 

Dos semanas de trabajo para corregir errores esperaban en Lezama. Tiempo suficiente para introducir mejoras en todos los aspectos. Y como era de esperar, llegó el audio completo de la charla de Marcelo Bielsa. El contenido, demoledor. La intervención de Bielsa entra en la historia del Athletic por derecho propio. Un entrenador argentino que apenas llevaba unos meses en Euskal Herria realiza al desnudo ejercicio de análisis, pedagogía y comunicación impresionante ante sus futbolistas. El de Rosario muestra un nivel de apego, empatía y entendimiento muy elevado sobre lo que significa el Athletic para la sociedad vizcaína y vasca en general. Palabras que le reafirman como el líder necesario e indiscutible para guiar el proyecto deportivo de un club con una identidad marcada y un ecosistema muy implicado en lo social y emocional.

 

Es tiempo de reflexión, autocrítica, mejora y unión. El prestigioso técnico holandés Co Adriaanse -ex del Oporto, Ajax o AZ- le señaló en su día a Jose Mari Amorrortu que “ustedes de la debilidad hacen una fortaleza”. Y así debe de seguir siendo. La autocrítica colectiva, cada uno en su ámbito por parte de junta directiva, técnico, jugadores y afición debe de llevar al Athletic a recuperar la confianza en sus posibilidades. La temporada, por muy tormentosas y poco edificantes que hayan sido las últimas semanas, no ha hecho más que comenzar y las opciones continúan intactas. Al equipo que maravilló al mundo no se le ha olvidado jugar, el líder que les conduce debe de reafirmar su perfil pedagógico y entre todos entender que el Athletic es un hilo conductor de unión, orgullo y alegría para una sociedad que ansía noticias positivas mientras impulsa la llegada definitiva de su primavera.

 

Es necesario que el Athletic como referente social salga reforzado de su convulso verano. Reforzado internamente de la mala gestión emocional que ha supuesto una derrota deportiva y del haber defraudado a las expectativas generadas o del desapego de algunos futbolistas a liderar a su proyecto. La autocrítica, el entender la realidad social y el trabajo deportivo serán determinantes para que el Athletic concluya su crisis fortalecido como referente colectivo. Desde luego, existe materia prima deportiva, técnica y social para conseguirlo.

 

Pd: Audio completo de la charla de Bielsa