Txoli Mateos
Txoli Mateos
Soziologoa

Vivo sin vivir en mí

Llegaba el momento de explicar la diferencia entre las religiones místicas, como el catolicismo o el budismo, y las ascéticas, como el protestantismo. En su ingenuidad, la profesora pensaba que poniendo el ejemplo de Teresa de Ávila y su famoso poema «Vivo sin vivir en mí/ y tan alta vida espero/ que muero porque no muero». Quedaría clarísimo el carácter del misticismo. Es la búsqueda de la perfección espiritual mediante la huida del mundo. Y todos los años sentía la misma frustración. Aunque a algunos les sonaba el nombre de Teresa de Ávila, nadie conocía el poema. Y les costaba entender la profunda desazón de la monja poetisa.

Ya jubilada, decidió empezar a deshacerse de libros viejos que ya nadie iba a leer en casa y entre ellos encontró un libro de cómics cuyo título era (¡sorpresa!): “Vivo sin vivir en mí”. Le pareció alucinante mezclar a Teresa de Ávila en una novela gráfica basada en el humor. La presentación del libro aclaraba muy bien a qué venía el título. «No solo nadie es perfecto, sino que nadie está enteramente a gusto en su piel», comenzaba diciendo. Y seguía explicando que, posiblemente, el origen de la evolución humana se encuentre en la insatisfacción: la del primate que no consideró satisfactorio el filo de su hacha o su imagen reflejada en un charco. Esa insatisfacción es crónica, la seguimos arrastrando.

Le pareció genial. ¿Merezco ser amada? Esa es la duda constante del misticismo. Ahora somos agnósticos, pero hacemos yoga, taichí, meditación zen o mindfulness, que son prácticas de origen religioso místico. Y nos invitan a comprar un perfume o a comer un yogur griego, «porque tú lo vales». Porque te lo mereces. Porque eres una madre perfecta, una profesional perfecta y tienes un cuerpo perfecto. Aun así, tienes dudas. Te tienen que convencer porque no te gustas a ti misma. No estás a gusto en tu piel. La perpetua insatisfacción por no llegar a la perfección hace que la vida sea un sinvivir. Casi como el de Teresa de Ávila.

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