Tours para avistar cocodrilos
Un tour en barco para avistar muy de cerca cocodrilos. Es una de las atracciones turísticas de más éxito en la ciudad costarricense de Garabito. Se dejan ver en la desembocadura del río Tárcoles, en el Pacífico, en manglares donde descansan también aves migratorias y guacamayas.
Después de varios minutos navegando, Jason Vargas ajusta sus binoculares y hace una señal. «Allá está», grita. Camuflado entre fango y piedras, emerge la cabeza de Osama, uno de los 2.000 cocodrilos americanos que habitan en el río Tárcoles de Costa Rica. Aclara el guía Vargas que bautizaron a este cocodrilo como Osama en alusión al desaparecido líder del Al Qaida, «porque siempre es difícil de encontrar cuando sale la expedición de turistas a navegar».
«Reconocemos a algunos de ellos por los territorios donde suelen estar; por eso les ponemos nombres divertidos, como Brad Pitt, Angelina Jolie, George Bush, Fidel Castro, Osama Bin Laden, Donald Trump, Selena Gomez y otros», dice Vargas, a quien llaman “El hombre cocodrilo”.
El avistamiento de cocodrilos en la desembocadura del río Tárcoles, en el Pacífico, es uno de los mayores atractivos turísticos del cantón de Garabito, una ciudad del oeste de Costa Rica. Los turistas pueden subirse a una lancha y recorrer parte de los 118 kilómtros de este río rodeado de manglares donde descansan aves migratorias y guacamayas.
Algunos cocodrilos macho como Osama Bin Laden, que podría tener unos 80 años y seis metros de largo, defienden su territorio, incluso con peleas que les cuestan parte de su cuerpo. Osama perdió un ojo en una lidia.
Con respeto
Río arriba, va en busca de Capitán Garfio, llamado así porque perdió un brazo peleando por su espacio. Esta vez no se deja ver. Sin embargo, aparece brevemente Fidel. Tal vez acostumbrado a la presencia de visitantes, Osama se aproxima con cautela a la lancha. Jason interactúa con él, con una cautela similar o mayor. Se asegura de que el animal tenga algo de alimento en la boca, como un pescado, por ejemplo, para poder tocarlo con menor riesgo.
Un poco antes también se ha aproximado Mónica, una cocodrilo de 15 años y metro y medio de largo. Normalmente, se alimentan de peces de mar que entran con la marea alta, y de río. Aunque no ha faltado un criador de ganado de la zona que ya reclamó porque se le perdió una vaca. «No hay que confiarse. Hay que tener respeto y poner diariamente todo en manos de Dios para que nada te pase», comenta Jason, quien lleva un collar con tres dientes de cocodrilo que recuperó del río. Lleva 20 años en este trabajo.
El turismo es uno de los motores económicos del país, un paraíso para los amantes de la playa, naturaleza y ecología. Pero la pandemia golpeó duramente el sector, que hoy trata de recuperarse como puede.
«Es la primera vez que veo cocodrilos, ha sido sorprendente, no imaginaba que podría estar tan cerca de ellos», relata Yohann Snell, un sudafricano de 37 años que ha viajado a Costa Rica junto con su familia.
Quienes no se apuntan al tour se sitúan habitualmente en los puentes cercanos a esperar a que los cocodrilos salgan en grupo a tomar sol y reposen sobre el fango de las orillas. Pasado un tiempo se sumergen y se pierden, cubiertos por la corriente. No siempre es así, pero algunas veces hay suerte.