Maider IANTZI DONOSTIA

Si hay sesgo, lo más probable es que la igualdad no sea cuestión de tiempo

Esta es la conclusión a la que ha llegado Eva Ferreira después de aplicar un modelo matemático a la desigualdad entre hombres y mujeres. Ella lo ve claro: «La única manera es regular. Dejando las cosas fluir, no se llega a la igualdad en el trabajo».

En una conferencia en el Centro Carlos Santamaría de la UPV-EHU, la catedrática de Economía aplicada y profesora de Estadística Eva Ferreira ha explicado cómo ayudan las matemáticas a formular hipótesis y a construir herramientas estadísticas que permiten su contraste.

El titular de la charla-coloquio era llamativa, «Las matemáticas de la desigualdad», pero la ponente Eva Ferreira estaba preocupada: «¿Qué público vendrá?», se preguntaba. Veía que las matemáticas no son lo que más atrae a la gente y que, además, dentro de ellas, la probabilidad y la estadística son la cenicienta. De exacto tienen poco; estudian, precisamente, la inexactitud. Por otro lado, la desigualdad tampoco es el fenómeno social que más preocupa.

Pero vivimos rodeados de encuestas y cifras: encuestas de opinión, de intención de voto (en boga a las puertas de las elecciones europeas), de evaluación... y también sobre desigualdad entre mujeres y hombres.

Se han acercado a la charla investigadores de distintas áreas, a los que la ponente de origen gallego arranca la primera sonrisa con un chiste: «Te pasas todo el día pensando en números, ¿no te das cuenta cuánto daña nuestra relación?», protesta una mujer, a lo que su pareja responde: «Sí, un 63%».

La orquesta de Viena

Entrando en ejemplos concretos, Ferreira expone el caso de la orquesta filarmónica de Viena. En 1997 entra la primera mujer, la arpista Anna Lelkes, pero solo muestra las manos, ya que todavía no se quiere dar a conocer su participación. Simone Young se convierte en la primera directora en 2005. ¿Qué es lo que ocurre?, se pregunta la matemática. ¿Las mujeres no quieren tocar? ¿no son buenas?

Hacia el 8 de marzo proliferan datos sobre la brecha salarial -una constante en el mundo-, así como de la representación y del «techo de cristal». Este concepto se utilizar por primera vez en 1986 en «The Wall Street Journal» y muestra cómo según vamos avanzando en la escala corporativa, o las mujeres ganan menos o hay menos mujeres. ¿Discriminación o preferencia? Eva Ferreira responde que es difícil saber con datos empíricos y que necesitamos modelizar.

Propone comparar, por un lado, el salario medio del hombre y de la mujer dado un nivel laboral (valor medio condicionado). Y, por otro lado, el salario esperado, es decir, el salario que van a ganar por la probabilidad de alcanzar ese nivel (valor medio incondicionado). Observa que son preguntas diferentes y que las respuestas no tienen nada que ver: «La situación de la mujer es mucho peor en la segunda comparación».

Acceso a la universidad

Siguiendo con otro caso real, la catedrática recuerda que el acceso de las mujeres a la universidad fue muy lenta. Desde que entró la primera alumna en 1914 hasta veinte años después el número fue creciendo pero no llegó ni al 8%. Ferreira explica que las condiciones iniciales y la inercia juegan un papel importante: «Las cosas no cambian drásticamente. Evolucionan. Las mujeres no entran en tropel, sino que van poco a poco. Sea cual sea la inercia, mientras no sea total, el tiempo hará su papel. Si no hay ningún tipo de discriminación, la igualdad viene sola».

Sin embargo, hay un ingrediente más: el sesgo. Según el Eurobarómetro, el 29% de los europeos piensa que las mujeres son menos ambiciosas en su carrera profesional; el 21% cree que no reúnen las cualidades necesarias; y el 28% ven que tienen menos interés.

«Hoy no tenemos sesgo 0 (que sería la prohibición), pero tampoco 1 (que sería no tener ningún sesgo). Quizá pequeño, pero hay sesgo. Pongamos un 0,8. No es que entre una mujer y un hombre se elija al hombre, sino que vemos menos mujeres capaces de las que realmente hay». En palabras de Ferreira, es una interpretación más sutil que influye también en nuestras apuestas de futuro.

Darnos contra la intuición

¿A dónde va ahora el valor esperado? ¿En qué ayudan las matemáticas? «En darnos contra la intuición», afirma. «La combinación entre inercia y sesgo es brutal. No vas a llegar al 50%. Cuando hay sesgo, lo más probable es que la igualdad no sea cuestión de tiempo».

Explica que es como si hubiera un comité seleccionador influenciado por la inercia y el sesgo y que las matemáticas ayudan a ver qué pasa, a simplificar para entender y luego ir echando ingredientes. «Ayudan a llegar a donde queremos, pero la decisión de a dónde queremos llegar es política».