Emakunde ha presentado el estudio ‘Análisis de la asistencia de Urgencias de Psiquiatría y Salud Mental desde una perspectiva de género: Trienio 2017-2019’, resultado de la beca concedida por el Instituto a trabajos de investigación en Igualdad de Mujeres y Hombres. En la presentación han participado la directora de Emakunde, Izaskun Landaida, y las autoras del estudio, Margarita Sáenz Herrero, doctora en Medicina por la Universidad Complutense de Madrid y que ejerce en el Hospital de Cruces, y María Recio Barbero, especialista en Neurosicología e investigadora del Instituto de Investigación Sanitaria Biocruces.
Izaskun Landaida ha destacado que, en al ámbito sanitario, además de los factores biológicos, hay que tener en cuenta los determinantes socioeconómicos que afectan a la salud de las mujeres, «tales como una desigual distribución del trabajo de cuidado de personas, más núcleos familiares monoparentales cuya titular es mujer, niveles de renta inferiores, mayor desempleo, niveles más elevados de exclusión social... porque estas desigualdades repercuten directamente en la salud de las mujeres e inciden de forma relevante, en las diferentes formas de vivir y enfermar de mujeres y hombres».
Así, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha identificado el género como una variable crítica determinante de la salud mental de las personas. Como ejemplo, la OMS determinó que, en el año 2020, la depresión ha sido la causa más frecuente de discapacidad en el mundo y ésta ha presentado una mayor incidencia en mujeres. Es por ello que es tan importante la incorporación de la perspectiva de género en la práctica médica.
Marga Sáenz Herrero y María Recio Barbero han realizado una investigación que proporciona información de una manera descriptiva de cuáles son las urgencias siquiátricas y de salud mental que se atienden y que concluye que existen diferencias entre las demandas clínicas de hombres y mujeres y en la atención médica recibida.
Según el estudio, en casos de trastorno por uso de sustancias el perfil es marcadamente masculino, mientras que en los trastornos mentales comunes y los trastornos de personalidad los perfiles son mayoritariamente femeninos. La mitad de todas las demandas de atención siquiátrica y salud mental obedecen a cuadros de trastornos mentales comunes y es el más feminizado, siendo las mujeres hasta el 65% del total de la muestra. En este grupo, las mujeres presentan una menor probabilidad de que se les solicite una prueba diagnóstica complementaria tanto de imagen como analítica que a los hombres, y a su vez se les prescribe más ansiolíticos que a los hombres.
Los trastornos por uso de sustancias, por su parte, están infradiagnosticados e infratratados en las mujeres. El hecho de que permanezca parcialmente oculto en las mujeres las coloca en situaciones de mayor riesgo para violencia y agresiones sexuales, por ejemplo. Las unidades de adicciones tienen más usuarios que usuarias y lo mismo ocurre con las comunidades de rehabilitación. Uno de los criterios para residir en una comunidad terapéutica es aislarse del medio habitual, y esto es difícil en el caso de las mujeres, sobre todo si tienen menores a cargo, o se encargan del cuidado de otros miembros de la familia. Llama la atención que en este grupo de pacientes a las mujeres se les prescribe un 80% más de fármacos antidepresivos lo que puede hacer pensar que se las trate de pacientes con «depresión» y no con un problema de adicción.
En el caso del diagnóstico de trastorno de personalidad, se diagnostica con una mayor frecuencia a las mujeres y hay también una tendencia a pautarles más antidepresivos, lo que confirma que ante un mismo grupo diagnostico se evalúa y actúa de manera diferente en función del sexo.
El estudio concluye que resulta necesario crear espacios de reflexión en el ámbito clínico que ayuden a reorientar y resignificar la demanda: incorporar el modelo biosicosocial real en la práctica clínica y fomentar estrategias de promoción de la salud con perspectiva de género.