Sergio Iglesias
Mungia
Interview
Iñigo Escauriaza
Productor y técnico de sonido

«Siempre tienes que tener claro que no estás haciendo tu disco, sino el del músico»

A principios de 2020, Iñigo Escauriaza decidió poner en marcha su propio estudio de grabación, Submarino Records, ubicado en Mungia. Lo que en un principio parecía una locura, enseguida se vio como una sabia decisión, que le ha convertido en un productor de referencia en Bizkaia.

Iñigo Escauriaza posa en Submarino Records.
Iñigo Escauriaza posa en Submarino Records. (Aritz LOIOLA | FOKU)

Cuéntenos, ¿cómo se inicia su pasión por la música?

Es algo que me viene desde que era un niño, ya que mi familia siempre ha sido muy musiquera. Mi tía era muy fanática de la música clásica, e incluso llegó a ser socia de una discográfica, y mi casa siempre ha estado llena de vinilos y CDs, porque era la obsesión de mi aita. También recuerdo que, cuando de pequeño iba de viaje con mis padres y mis hermanos, hacíamos turnos para poner canciones, así que, como te digo, siempre he estado rodeado de  música.

Con todo ese bagaje, ¿recuerda qué música escuchaba por voluntad propia en aquella época?

Mi padre era fanático de Bob Dylan, y mi madre de David Bowie, y en casa se escuchaba mucha música americana y en inglés, pero lo que recuerdo es que mi primer disco favorito fue el ‘Alchemy’, de Dire Straits, que no paraba de dar vueltas en mi walkman cuando tenía unos cinco años.  

¿Tuvo experiencia como músico en alguna banda?

De pequeño estudié solfeo y violín, que por cierto lo odiaba a muerte (risas)… no me casaba con nada de lo que escuchaba y no lo disfrutaba en absoluto, así que lo dejé y empecé con la guitarra, y aunque tocaba con mi vecino, nunca llegué a tener ninguna banda ni a tocar en serio.

¿Y en qué momento decide encaminar su vida hacia aspectos más técnicos de la música?

Me acuerdo que, con 10 ó 12 años, teníamos unos altavoces grandes en casa y yo me dedicaba a conectarlos; me gustaba desmontar y ver las tripas de los cacharros, así que, sin saberlo, a lo mejor eso pudo ser el origen de todo lo que vino después. Pero el impulso definitivo creo que es cuando volví de Tenerife, donde estuve una temporada viviendo y, cuando regresé, tenía la sensación de que necesitaba música y conciertos, porque allí prácticamente no hay nada de eso, y quería hacer algo en ese campo. Así que, cuando un colega me dijo que en la escuela de Getxo habían empezado con cursos de técnico de sonido e iluminación, me metí ahí, y fue cuando ya tuve claro que quería currar en esto. A partir de ese momento, empecé a trabajar en empresas de carga y descarga en bolos y me iba acercando a los técnicos y a interesarme por su trabajo, más tarde a ponerme en mesa, hacer monitores…

¿Qué diferencias existen entre el trabajo para directos y el trabajo en estudio, haciendo grabaciones?

Cuando empecé, lo primero que me llamó la atención fue el directo, porque era la forma más sencilla de empezar a currar. Por otra parte, la grabación siempre me pareció interesante y por eso, me compré un equipo sencillo para hacer mis maquetitas, pero en ese mundo, había que hacerse un nombre para que la gente se interesara por tu trabajo.
El directo es algo mucho más físico, porque te comes muchas horas de viaje, la tensión del directo y la presión de tener que hacerlo bien a la hora de la verdad, mientras que en una grabación se pueden corregir los errores. Por otra parte, en el estudio, el esfuerzo mental es mayor, porque tienes que lidiar con las personalidades de los miembros del grupo para sacar lo máximo de todos ellos y terminar el trabajo en el tiempo acordado y que todo sea productivo… A pesar de sus similitudes técnicas, son trabajos diferentes.

¿Tenía algún referente o algún productor en el que se fijara cuando empezó a dedicarse a esto?

Más que nombres, lo que tengo son cosas o sonidos concretos que me gustan en algunos discos. Pero yo no soy nada mitómano en ese sentido, ni creo que haya que copiar nada de nadie porque, lo que a ellos les funciona, puede que a mí no me sirva de nada… lo importante es encontrar tu camino propio, aunque cojas ideas concretas de unos u otros, adaptándolo siempre a tu forma de trabajar. En este trabajo, siempre sacas algo de todo, incluso de cosas que no te gusten demasiado.

¿Cómo toma la decisión de montar su propio estudio?

Como te contaba, yo me pasé los primeros años de trabajo dedicado al directo y, de vez en cuando, me pedían alguna grabación que hacía en casa. Pero, como veía las limitaciones que tenía, para hacer las cosas grandes llevaba a las bandas a los estudios de Tío Pete, aunque luego la grabación la terminara con mi pequeño equipo. A raíz de aquello, empecé a currar allí  porque necesitaban gente y, desde el primer día, entré a grabar, intentando aplicar lo poco que sabía de grabación y lo que había aprendido en el directo.

Pero en un momento dado, ya empecé a pensar en tener mi propio espacio y, cuando salió la oportunidad porque se traspasaba este estudio, decidí meterme, aunque en el momento casi me pareciera una locura.

De hecho, decide dar el salto en el peor momento, cuando la pandemia está a punto de aparecer en nuestras vidas…

Pues, aunque parezca paradójico, porque es cierto que empecé justo a principios de 2020, los trabajos de estudio me salvaron, porque en aquella época, lógicamente, no hubo nada de trabajo de directo y esto fue lo que me dio de comer, sobre todo, a partir de verano. Ahora mismo casi tengo más trabajo en estudio que en directo y, aunque no tengo intención de dejar de hacer conciertos, se me ha abierto una nueva vía de negocio muy importante.

Desde el principio, ha hecho discos que han sido muy bien valorados por la crítica y el público, como el ‘King Kong Party’ de Sonic Trash o ‘La onda expansiva’ de Garbayo; qué mejor forma de empezar, ¿no?

La verdad es que sí. En el caso de Sonic Trash, llevo muchos años trabajando con ellos en directo y también hemos grabado alguna cosilla juntos, tenemos una relación de confianza mutua y sabemos muy bien lo que podemos sacar unos de otros; aparte, también tuvimos mucho tiempo para desarrollar el disco y la verdad es que eran canciones muy buenas.
Con Garbayo habíamos coincidido varias veces y, cuando vino a ver el estudio, le gustó y decidió grabar aquí. Como también tenemos esa buena relación, pudimos hablar las cosas y perder un poco de tiempo en probar diferentes opciones para buscar el sonido que querían.

¿Y qué importancia debe tener un productor en el resultado del disco? ¿Hasta qué punto debe involucrarse?

Lo que siempre tienes que tener claro es que no estás haciendo tu disco, sino el del músico, pero cuando mejor entiendes lo que quiere, más vas a poder ayudar. De todas formas,  esto funciona un poco por intuición: hay veces que ves que, si estas callado, las cosas salen mejor, y otras en que ves que tienes que hacer algo para que la grabación no se te vaya de las manos. A partir de ahí, lo importante es la humildad y la educación para proponer cosas a la banda; es inevitable no involucrarte si crees en lo que estás haciendo, y eso, al músico también le sirve para abrir la mente y darle opciones que, a lo mejor, ni se había planteado.
Al final, la labor del productor debe ser no opinar demasiado y no cagarla en el sonido, porque hay que tener humildad y saber que son los músicos los que hacen el trabajo importante y las canciones.

De todas formas, ¿no cree que, en los últimos tiempos, ya se está dando más importancia a la labor de los productores?

Puede ser. Antes se conocía, sobre todo, a los grandes productores de fuera porque, como en muchos otros aspectos, siempre había un menosprecio por lo de aquí y no se valoraba su trabajo. Eso creo que tiene que ver con el concepto de la música que tenemos, ya que la mayoría de la gente solo ve conciertos en los grandes festivales, que se han convertido en eventos sociales donde la música es lo de menos y eso, de alguna manera, le quita valor a lo que hacemos.