Recientemente se anunciaba en los informativos de TV la posibilidad de copiar a países como Gran Bretaña y Estados Unidos en sus estrategias contra la obesidad. De acuerdo con un informe de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE), los países con mayores índices de obesidad entre su población están liderados por Estados Unidos (38.2%) pero el Estado español es el tercero en toda Europa con mayor prevalencia de sobrepeso y obesidad infantil con un 14,2% según datos de la OMS.
Una de estas estrategias, en cuestión, era obligar a los restaurantes y otros negocios de restauración colectiva a cumplir ciertos requisitos como indicar en su carta, al lado de cada plato, el contenido calórico del mismo. Según dicen, la norma está destinada a concienciar a los clientes de las cantidades que ingieren y a disponer de una información sobre lo que comen, pero los hosteleros argumentan que ya están suficientemente informados para saber qué tipo de elaboraciones y platos contienen más calorías (kilocalorías-kcal). Por otro lado, se alude también a la posibilidad de que esta estrategia reste espontaneidad a la hora de elaborar y elegir platos.
En Gran Bretaña, esta medida fue adoptada voluntariamente hace no mucho tiempo y se adscribe dentro de la estrategia contra la obesidad infantil del país. Entonces, el departamento de Sanidad impulsó un proyecto de ley para obligar a todos los restaurantes a detallar las kcal de las comidas de su menú.
¿Qué conclusiones tenemos tras la instauración de esta norma en otros países? Por el momento, los estudios que han analizado si el uso de etiquetas nutricionales en la comida repercute de alguna manera sobre nuestro consumo, han resultado contradictorios; por ejemplo, algunas nuevas publicaciones muestran que añadir una etiqueta con las kcal en cartas y al lado de la comida en restaurantes, bares y cafeterías podría reducir la cantidad de kcal consumidas, aunque la calidad de los estudios es baja.
En Estados Unidos, investigaciones iniciales encontraron que las personas que comen fuera de casa, redujeron las kcal ingeridas entre un 4-6% en respuesta al nuevo etiquetado, según el artículo que se publicó en la revista ‘JAMA Network Open’. Asimismo, nuevas investigaciones han encontrado que los artículos del menú introducidos después de que el etiquetado de las kcal entrara en vigor en 2018 contenían alrededor de un 25 % menos de kcal, lo que de media serían alrededor de 100 kcal menos, en comparación con los platos introducidos antes del etiquetado.
Ahora bien, a pesar de que esta norma pudiese suponer, tal y como sugieren algunos estudios, una ligera mejora en una elección alimentaria con menor densidad energética, ¿es suficiente? ¿es adecuado para el fin que persigue de ‘luchar contra la obesidad’? ¿asegura mejores elecciones alimentarias por parte de los consumidores? Empezando por dar respuesta a la última pregunta, una simple tabla de kcal da una información muy limitada sobre la idoneidad de un plato en la dieta y de un alimento en sí. Es mucho más interesante conocer la calidad nutricional del plato o alimento en cuestión y para ello, las kcal no son un dato relevante más que para aquellos que aún viven bajo la cultura de la dieta, para los profesionales prehistóricos o cero actualizados de la nutrición y la dietética o de la medicina que viven de vender dietas sistemáticas basadas en kcal y, como no, para cierto sector de la industria alimentaria.
Tampoco va a servir para ‘luchar contra la obesidad’ pues es, como hemos hablado anteriormente, una condición multifactorial en la que el concepto de entrada y salida de kcal es una parte infimísima del problema y, si te cuesta creerlo, tan simple como hacerse la pregunta de si contar las kcal ingeridas y gastadas ha solucionado esta cuestión, desde que se empezó a poner de moda el tema de contarlas (en 1918). Pues no, el sobrepeso y la obesidad han ido en aumento a pesar del típico ‘menos plato y más zapato’ y es que a pesar de la seriedad del problema y de su complejidad, proponemos soluciones muy simples como ‘come menos’ o ‘muévete más’.
Y para terminar, aunque a simple vista las elecciones alimentarias puedan resultar fruto de impulsos más o menos apresurados, no son un asunto sencillo, ya que, detrás de estas elecciones se esconde un complejo mecanismo en el que influyen múltiples factores como la biología, las emociones, la cultura, la sociedad, la ecología, los medios de comunicación o la publicidad. De modo que creer que sólo el contenido calórico tendrá algún efecto significativo en nuestra elección, es cuanto menos, pretencioso.
En este aspecto, menos contar las kcal, pues es un concepto primitivo y más apostar por la educación nutricional de los ciudadanos como clave para mejorar su salud en términos globales.