Iñaki Zaratiegi
Interview
Josetxo Goia-Aribe
Músico

«Trato de ser atrevido e irreverente, pero siempre desde el respeto»

Lleva toda la vida saxofoneando, oficio que perfeccionó en París y del que se ha servido para recomponer y deconstruir tradicciones folk. Ahora se ha atrevido a revisar a Pablo Sarasate. Esta tarde presenta ‘Sarasateando’, en formato de cuarteto de jazz, en el Casino de la Plaza del Castillo.

Gonzalo del Val (batería), Javier Olabarrieta (piano), Josemi Garzón (contrabajo) y Josetxo Goia-Ariba (saxo tenor).
Gonzalo del Val (batería), Javier Olabarrieta (piano), Josemi Garzón (contrabajo) y Josetxo Goia-Ariba (saxo tenor). (Beñat Goia Ciganda)

Una infancia compartida con 11 hermanos-as y la movilidad geográfica de su padre maestro debieron imprimir carácter a José Javier Goya Aribe (Doneztebe, 1959). Siguió la senda musical paterna (txistu, dulzaina) y las idas y venidas festivas por el Viejo Reyno o asomado al balcón familiar de la Calle Mayor pamplonesa poblaron su sentido musical y visual. De las procesiones (San Fermín, Corpus, la Dolorosa) a los sanfermineros Riau Riau, juergas de las peñas o la militaroide ‘Diana’, pasando por trasnochadoras jotas, rancheras, proto pop y otras tonadas populares.

Pero «todo aquello se me hizo pequeño», confiesa. Estudió saxofón durante cuatro cursos en París, donde su profesor se sintió fascinado por su currículo de txistulari o gaitero y le animó a investigar en sus raíces. «Me quitó complejos pueblerinos entre aquellos refinados beboperos y me asomó a mi futura trayectoria».
Se euskaldunizó, se presentó como Josetxo Goia-Aribe y empezó «a delinquir metiéndome en este mundo en el que he grabado ya una docena de discos». Su debut discográfico en 1996 fue ‘Auñamendi’, que reunía una docena de referencias folk navarras en clave de ‘jazz francés’ porque todos sus acompañantes eran galos. Desde entonces ha acumulado ‘Eunate’, ‘Herrimiña’, ‘Ilhargi-min’ –con la zuberotarra Maddi Oihenart–, ‘Los pendientes de la Reina’, ‘La Orquesta Jalamandruki’, ‘En Jota’ –con la tafallesa Arantxa Díez–, ‘Hispania Fantastic’, ‘Seidgasa’, ‘Jito-alai’ o ‘5 Aurresku’s’, ahondando en su personal unión de tradición y modernidad.

Nacionalismo romántico musical

El aventurero saxofonista ha decidido dar otro salto sin red con ‘Sarasateando. La irreverencia hecha música. 10 apuntes sobre la obra de Pablo Sarasate’. El título apunta ya las intenciones ‘irreverentes’. «Es que el ámbito llamado clásico es menos promiscuo que otras músicas. Hay como una reverencia y devoción, como cuando el profesor llegaba a clase y nos teníamos que poner en pie. A mí me dio por usar mi rebeldía en la música. Un irreverente, pero con enorme respeto y admiración, como no podía ser menos».


Ha vuelto a cambiar en parte de acompañantes y en esta ocasión le rodean otros veteranos como su viejo colaborador Javier Olabarrieta (piano), el no menos curtido Gonzalo del Val (batería) y la reconocida rítmica sureña del contrabajista Josemi Garzón. 
El cuarteto ha revisado una antología de la extensa obra del insigne compositor e instrumentista Martín Melitón Pablo de Sarasate y Navascués (Iruñea, 1844-Biarritz, 1908). El músico navarro recogió el testigo del fallecido italiano Paganini y se convirtió en estrella internacional con hasta 200 recitales al año. Volvía a casa en sanfermines y congregaba masas tocando su Stradivarius desde un balcón del Hotel La Perla.
Cuando murió, el marmolista Ramón Carmona Urrutia diseñó un vistoso mausoleo que la corporación municipal visita cada primero de noviembre. Hay un pequeño museo en su honor en el Palacio Condestable, a dos portales de donde vivía el jovenzuelo Josetxo Goia y donde se reunían los rondalleros Los Amigos del Arte. Luce también una estatua metálica en el parque de la Media Luna y da nombre a uno de los paseos más céntricos, aunque el acerbo popular lo ha seguido llamando durante años con su vieja denominación de Paseo Valencia. Hasta existe el simpático dicho para peques ‘¡ay, capricho de Sarasate!’.


Para Goia-Aribe, «Sarasate debía ser un especialista de mucha altura. Y eligió un repertorio más popular mezclando aires vascos, españoles, andaluces… Se convirtió en el súper virtuoso que representaba la música española por el mundo en una época de algo así como nacionalismo romántico musical».


Educar sin adoctrinar

La revisión jazzística del insigne ejecutante tuvo un original arranque porque se escuchó primero en cinco recitales. Hubo la lógica duda de si merecía la pena grabarlo en CD y el empuje del sello Karonte ayudó a que se pueda escuchar en formato físico.
 El disco agrupa las composiciones ‘Aires gitanos’, ‘Balcánico’, ‘Miramar’, ‘Réverie’, ‘Jota Navarra’, ‘Romanza andaluza’, ‘Peteneras’, ‘Les adieux’, ‘Zapateado’ y ‘Capricho vasco’. Unos títulos que van avisando de los cambios de escenario. Desde preciosismos románticos, ensoñamientos y escenas casi de postal como la donostiarra ‘Miramar’, a aires más festivos y hasta zíngaro-balcánicos, influencias andaluzas, la obligada jota y permanentes ecos de puro jazz (improvisaciones, armonías, cadencias).

Y cuenta con la originalidad final de ‘Capricho vasco’, con «un guiño a lo oriental de ‘Donostiako hiru damatxo’», que Josetxo remata recitando una historia inventada por él mismo bajo el monte Mendaur, en la zona de Malerreka, en un euskara que Louis Lucien Bonaparte definió como ‘dialecto altonavarro septentrional’. Algún colega del grupo preguntó si aquello era nepalí o kurdo y para Josetxo tiene una musicalidad especial, «una forma de frasear en un idioma bonito y cantarín».

Tras años como enseñante en el centro oficial donostiarra Musikene, Josetxo Goia-Aribe parece querer demostrar con hechos su idea de que «la gran dicotomía es no adoctrinar sino educar, aunque lo primero sea más cómodo y fácil. Que se pueda imitar lo ya existente, claro, pero escuchando menos lo de fuera y oír tu yo, como ocurre en cualquier disciplina. Que no vayas raudo a Internet a buscar respuestas poque están todas, sino que cojas un papel en blanco y las pienses por ti. Porque si no somos un inmenso código de barras».