Sarangi, el instrumento tradicional paquistaní abocado al olvido
Es difícil de dominar, requiere elevados costes de mantenimiento, sufre la competencia de la música moderna… Conocido por su similitud con la voz humana, el sarangi está desapareciendo poco a poco del panorama musical paquistaní. Pero aún hay quien se resiste a dejarlo morir.
A la sombra de las mezquitas y palacios de ladrillo rojo de Lahore, la capital cultural de Pakistán, Zohaib Hassan hace vibrar las cuerdas de un sarang y llena las calles de un sonido melodioso y triste. Este instrumento tradicional de cuerda frotada, conocido por su sonido cercano a la voz humana, tiende a desaparecer de la escena musical.
Difícil de dominar, costoso de mantener y con poca atracción económica para quienes lo tocan, el sarangi está experimentando un declive que parece inevitable, explica Hasan. «Tratamos de mantener vivo el instrumento, sin preocuparnos por nuestra miserable situación financiera», agrega. Durante siete generaciones, su familia ha tocado este instrumento. Él mismo es famoso en Pakistán y regularmente lo invitan a la televisión, a la radio y a fiestas privadas.
Orquestas de moda
«El entusiasmo de mi familia por este instrumento me obligó a convertirme en sarangi, sin siquiera terminar mis estudios», relata. «Vivo en condiciones precarias, porque la mayoría de directores (artísticos) organizan programas musicales con orquestas de moda o con grupos pop», se lamenta. En Pakistán, un país donde el 60% de la población es menor de 30 años, los instrumentos tradicionales compiten con el R&B o el pop.
Según Sara Zaman, profesora de música clásica en el Consejo Nacional de las Artes de Lahore, otros instrumentos tradicionales como el sitar, el santour y la tampura también están al borde de la extinción. «Los programas se dedican a otras disciplinas, como la música pop, y se olvidan de la música clásica. El sarangi es un instrumento muy difícil y no se le ha dado la importancia y la atención que merecía, lo que ha provocado su desaparición paulatina», dice.
El declive comenzó en la década de 1980, después de la muerte de varios virtuosos de este instrumento y cantantes clásicos, recuerda Khwaja Najam-ul-Hassan, un productor de televisión que creó un archivo de los principales músicos de Pakistán. El sarangi, según él, era «querido por cantantes clásicos reconocidos internacionalmente, pero comenzó a desvanecerse después de su muerte».
Ustad Allah Rakka, uno de los intérpretes de sarangi paquistaníes más reconocidos del mundo, murió en 2015, después de una carrera que lo vio actuar para orquestas de todo el mundo. Ahora, las estrellas de sarangi dicen que luchan por vivir de sus actuaciones, a menudo peor pagadas que las de los guitarristas, pianistas o violinistas.
Muhammad Tahir, propietario de una tienda de Lahore especializada en la venta y reparación de sarangi, se queja de que «el precio ha subido porque hay una prohibición de importar desde la India». El instrumento cuesta alrededor de 120.000 rupias y la mayoría de sus componentes, incluidas las cuerdas de acero, son importados de la vecina India, donde sigue siendo parte integral del patrimonio musical. Pakistán suspendió el comercio bilateral con India en agosto de 2019.
El cuerpo del sarangi está tallado a mano en madera de cedro nativa de Pakistán. Sus cuerdas principales están hechas de tripa de cabra y sus 17 cuerdas simpáticas –una característica común de los instrumentos tradicionales del subcontinente– están hechas de acero. Nadie produce estas cuerdas de acero en Pakistán debido a la falta de demanda, explica Tahir, que puede tardar hasta dos meses en restaurar un sarangi dañado. «No se admira a los intérpretes de sarangi ni a las pocas personas que reparan este maravilloso instrumento», se lamenta Ustad Zia-ud-Din, propietario de otro taller de reparación que lleva funcionando 200 años.
Promesas para el futuro
Sin embargo, los esfuerzos por adaptarse a la escena musical moderna son prometedores para el futuro. «Inventamos nuevas formas de tocar; incluso hemos conseguido que el sarangi sea semieléctrico para que suene más fuerte cuando se toca con instrumentos musicales modernos», dice Hassan, refiriéndose a la academia que él mismo dirige en Lahore. Ha presentado este instrumento modificado varias veces en el escenario y reconoce que la iniciativa ha sido bien recibida. Y también entre los músicos jóvenes. Uno de ellos es Mohsin Muddasir, de 14 años, que ha abandonado la guitarra por el sarangi. «Aprendo este instrumento porque se toca con las cuerdas de mi corazón», confiesa.