«Como sociedad no podemos dejar de lado la salud mental»
Licenciada en Medicina y especialista en psiquiatría formada en el Hospital Ramón y Cajal de Madrid, trabaja en el ámbito comunitario. Es jefa del Centro de Salud Mental de Irun, perteneciente a la Red de Salud Mental de Gipuzkoa.
Cristina Erausquin Sierra participó este viernes en el curso de verano de la UPV-EHU sobre la atención a la salud mental en Araba, Bizkaia y Gipuzkoa. Considera que, como sociedad, somos responsables de poder prestar atención a este tipo de problemas, de poder resolverlos, de poder incluir a todas las personas en la sociedad y de que podamos tener todas una mejor calidad de vida, que es el indicador de la salud. «Es un derecho y no lo podemos dejar de lado», asevera.
Me ha parecido interesante el plan de atención que desarrollan en el Centro de Irun.
Sobre todo en los casos de pacientes con un trastorno mental grave, que necesitan una atención mucho más intensa y multidisciplinar, merece la pena invertir ese tiempo en ellos. Estos planes están extendidos a lo largo del territorio en diferentes dispositivos. Es verdad que, aunque pueda parecer laborioso, facilita mucho las cosas y los resultados están ahí.
En la primera parte del plan le preguntan a la persona qué es importante en su vida y qué acciones podría llevar a cabo.
Es un modelo que busca la autonomía del paciente. Hasta ahora la Medicina ha sido muy paternalista: la persona enferma va al médico y se deja hacer. En salud mental, más todavía, por la consideración de que muchas veces no es competente para la toma de decisiones. Pero no es así, la protagonista es la paciente. Ella es quien puede decidir, quien tiene que conocer su proceso, cómo le afecta y qué quiere mejorar. Desde ahí establecemos un plan con ella. Además, resulta mucho más fácil de aplicar si está implicada y siente que es su tratamiento.
Eso mismo ya beneficia a la paciente, ¿verdad? La definición de la OMS de la salud mental comienza así: «Es un estado de bienestar en el cual el individuo es consciente de sus propias capacidades».
Claro. El hecho de que tenga un problema de salud mental no le hace menos persona o menos capaz o que tenga que estar fuera de la sociedad. Es dueña de sí misma y esa capacidad de control favorece su salud mental. El reconocer sus limitaciones y cómo puede suplirlas, más allá de lo que le digamos nosotros o que pueda sentir que le imponemos.
De esta forma se combate el estigma de la salud mental. Tal vez con declaraciones como las de la atleta Simone Biles se esté moviendo algo.
Se está moviendo y aún queda mucho por mover o romper. Es verdad que cada vez se tiene menos miedo a decir que una persona puede tener un problema de salud mental, que no deja de ser un problema de salud como cualquier otro. Sobre todo, la ignorancia es lo que lleva al estigma y al miedo. Le puede tocar a cualquiera, muchas veces está ahí y tenemos que saber identificarlo. Cuanto antes podamos tratarlo y más en conjunto podamos ayudarnos, mejores resultados tendremos. Si hay vergüenza no se pide ayuda y el problema se enquista y puede ser peor para la persona y para la sociedad. Hay un colectivo que sufre y que hasta hace bien poco se ha tendido a desplazar, a rechazar.
Aunque estemos empezando a hablar más, es un problema que ha aumentado con la pandemia: en 2020 los suicidios en la CAV aumentaron un 27,2% respecto a 2019.
El confinamiento, las pérdidas, el no poder desarrollar habilidades sociales... están teniendo repercusiones negativas en forma de mayor estrés, problemas afectivos, ansiedad o empeoramiento de cuadros que ya existían.
«La Medicina ha sido muy paternalista: la persona enferma va al médico y se deja hacer»
Para hacer frente a todo esto, en el Centro de Salud Mental de Irun trabajan en red.
Tenemos equipos formados por profesionales de distintas disciplinas para mejorar la salud mental de los pacientes. Nos coordinamos y compartimos conocimientos para hacer intervenciones complementarias que enriquezcan.
¿Qué dificultades tienen?
Ahora mismo, la presión asistencial. La coordinación externa con otros agentes (instituciones públicas, colegios, dispositivos terapéuticos...) es sumamente importante porque necesitamos compartir el caso y a veces nos cuesta. Las nuevas tecnologías nos están ayudando a tener un “feedback” mucho más rápido.
Si no se establece una ruta, la paciente se puede perder.
En primer lugar, es importante la prevención y la detección precoz. Para eso hay que coordinarse con la Atención Primaria y los servicios sociales. A veces, que el paciente se pierda es un problema de falta de coordinación.
¿Cómo valora el modelo de atención a la salud mental de la CAV?
El punto fuerte es que sea un modelo de atención comunitaria, que estemos en la calle, cerca de la ciudadana. Estamos potenciando eso. Entre los puntos a mejorar, tenemos que pararnos a pensar cómo podemos organizar aspectos que hasta ahora no se tenían en cuenta. Por ejemplo, no hay que esperar a tener un diagnóstico porque lo que importa es la repercusión que tiene y cómo hay que actuar para que la persona se sienta mejor.
En el curso se ha reflexionado sobre la medicalización y la patologización.
Hay problemas que pueden surgir en la vida que son importantes pero que no son una enfermedad, y a veces hay que buscar una forma de afrontarlos pero no desde el modelo más clínico. Por otro lado, está la demanda de ayuda de personas que sufren y que se podrían beneficiar de ciertos recursos. Con las dificultades que tenemos, a veces resulta más sencillo o rápido prescribir fármacos.