«Tocar la Tercera Sinfonía de Mahler es una enseñanza que queda de por vida»
Renombrado director de orquestas como la Sinfónica de Asturias, la de Tenerife, la de Galicia o la de la Comunidad de Madrid, Víctor Pablo Pérez trae a su orquesta más joven –la JOCAN, Joven Orquesta de Canarias– de gira por nuestras tierras y para colaborar con la EGO, en su 25º aniversario.
En un ambicioso concierto, este viernes en el auditorio del Kursaal (20.00) la JOCAN Y EGO tocarán juntas bajo su batuta la Tercera Sinfonía de Mahler.
En esta gira por distintos escenarios vascos, la JOCAN ha demostrado un sonido con mucha personalidad, muy cohesionado y con amplísimo rango dinámico. ¿Cómo se consigue ese sonido tan elaborado con intérpretes tan jóvenes?
Crear un sonido propio es un trabajo difícil que hay que afrontar con cualquier orquesta. Yo he tenido la oportunidad de hacerlo con dos importantes formaciones –la Sinfónica de Galicia y la Sinfónica de Tenerife– y es algo que se va creando lentamente. Sin embargo, estos jóvenes llevan con este proyecto solo cuatro o cinco años, algunos ni siquiera tanto, y han tenido que ir conformando este modo de tocar, de escucharse, de conectarse, de poder responderse… Es un trabajo de técnica orquestal que considero fundamental.
¿Cómo cambia este trabajo con ellos a la hora de enfrentar una gira exigente como la que ahora terminan?
Siempre que se planifica una gira procuro que esté muy rodada, que esté todo muy bien preparado. Antes de estos cinco conciertos del País Vasco, lo hemos tocado también en la isla de La Palma y en la isla de Gran Canaria y, a su vez, este programa había sido preparado en enero para hacer nuestro encuentro habitual de Navidad, pero pudimos hacer solo uno de los conciertos programados, el de Santa Cruz de Tenerife, porque tuvimos varios casos de COVID. Pero lo importante es que el trabajo estaba ya hecho y se ha recuperado ahora en el mes de julio, se ha vuelto a revisar, se han hecho los dos conciertos que ya he mencionado, que son los que quedaron pendientes, y luego se ha acometido la gira. Las grandes orquestas utilizan un sistema muy parecido: primero se ensaya, se trabaja, luego se toca en casa, se revisa y después se sale de gira.
¿Cómo se elige el repertorio para una orquesta joven? ¿Se prima el aspecto didáctico que pueda ofrecer la obra o se intenta buscar algo asequible a sus destrezas?
Son muchas las consideraciones que hay que tener en cuenta. Por una parte, el programa que ha hecho la JOCAN en solitario se trataba de una sinfonía de Mendelssohn de juventud, escrita cuando tenía quince años, que me pareció muy apropiada para ser tocada por jóvenes. Es una sinfonía de una gran frescura y no tiene unos límites técnicos dificilísimos. También procuro que los jóvenes puedan tener contacto con un gran solista, en este caso con el violinista serbio Nemanja Radulovic –y previamente en enero con la violinista surcoreana Bomsori Kim, que es una solista muy diferente pero también deslumbrante– y ese trabajo de ver en espejo cómo toca el solista es de una gran utilidad. Con Nemanja Radulovic la complicidad personal es muy grande, hemos tocado muchas veces juntos y es un hombre que se comunica fácilmente; tiene algo especial que conquista tanto al público como a los músicos.
Los jóvenes músicos que conforman tanto la JOCAN como la EGO están fantásticamente formados en los conservatorios pero, ¿se cuida suficientemente el trabajo orquestal o se orienta su educación a la formación de solistas?
Normalmente, se incide mucho en la técnica individual y en las materias teóricas. Es en estas jóvenes orquestas como la EGO, la JOCAN, la JONDE y todas estas formaciones jóvenes donde pueden desarrollar esta experiencia. Lo que están haciendo es una especie de gran máster sobre repertorio, sobre lo que después en sus vidas van a necesitar a la hora de presentarse a las orquestas profesionales. Cada día se abren más plazas de músicos en las orquestas, de modo que esta preparación es absolutamente imprescindible. Y la oportunidad ahora en Quincena de hacer la Tercera Sinfonía de Mahler es un privilegio realmente impresionante. La estamos preparando con quince magníficos profesores, que son músicos en las mejores orquestas españolas y europeas y profesores en prestigiosos conservatorios como Musikene. Esos quince profesores han estado trabajando intensísimamente durante días con ambas formaciones y desde el día 1 de agosto han hecho conmigo los ensayos de conjunto. Es un reto maravilloso poder acometer esta sinfonía y más aún con dos aniversarios: el aniversario de la EGO, que cumple 25 años, y el 125 aniversario del Orfeón Donostiarra, nada más y nada menos. Es una oportunidad única para mostrar cómo el talento que se está creando ha florecido, porque estos jóvenes están ya a unos niveles sensacionales. Hace treinta años esto era totalmente inimaginable.
Precisamente, una Tercera de Mahler, con 100 minutos de música, más de un centenar de instrumentistas, dos coros, una solista… ¿No es un desafío muy grande para intérpretes tan jóvenes? ¿Por qué esta obra?
Las orquestas jóvenes –y los jóvenes en general– lo que necesitan precisamente es este tipo de desafíos. Y si esos desafíos no se hacen enloquecidamente y se hacen con un cálculo de trabajo muy serio–como en este caso, que están trabajando con profesores que son grandes conocedores de este repertorio–, se puede acometer esta sinfonía. El trabajo con una joven orquesta no es el mismo que con una orquesta profesional, pero el reto es que suenen como si lo fueran gracias a un sistema de trabajo bien planificado y muchos, muchos ensayos.
Esta obra de Mahler nos daba la oportunidad de juntar a dos jóvenes orquestas de en torno a 55 músicos cada una con un desafío técnico muy importante. Es una obra de larga longitud que hay que llevar adelante con toda su capacidad. Mahler era un hombre que escribía de un modo obsesivo y es una gran enseñanza tanto para mí como para todos los jóvenes poder interpretar hasta el último detalle de su escritura. Es una enseñanza que queda de por vida.
Tocar en una gran obra de este estilo a cualquier joven le va a suponer una experiencia absolutamente inolvidable. Hay sinfonías de Mahler, como la octava, que son de una complejidad extrema, pero he pensado que la Tercera Sinfonía, con trabajo y una buena planificación de ese trabajo, se podía acometer. Hay una serie de solos de relevancia, pero tenemos unos solistas importantes como son el concertino, el primer trombón, las trompetas…, grandes talentos que se pueden enfrentar a ello. Y la clave es, como digo, el trabajo: un buen sistema que creo que hemos planificado con suficiente fuerza y suficiente entidad como para poder dar una buena sorpresa al público con el nivel de una gran orquesta.
La voz, que este año es protagonista en Quincena, también lo es en esta sinfonía.
La introducción de la voz es importante. Acompañar a Carmen Artaza en el cuarto movimiento y después poder acompañar a los coros, aunque la participación coral sea de unos pocos minutos, es una experiencia nueva también para estos jóvenes. Y además, poder acompañar al Orfeón en su 125 aniversario es un privilegio.
Que ambas formaciones se van a beneficiar enormemente de este trabajo conjunto es algo obvio, pero ¿qué le va a aportar esta experiencia a usted como Maestro?
Trabajar con los jóvenes siempre me supone una recarga de energía sensacional. Por mi parte, yo puedo mostrarles lo que he ido trabajando y elaborando a lo largo de 40 años en orquestas; puedo plasmar en este trabajo mis conocimientos sobre cómo se construye el sonido de una orquesta, que es algo que he estado toda mi vida haciendo, pero ahora con jóvenes, que tienen una gran energía y con los que, una vez que están superadas las cuestiones técnicas, la palabra que más he de usar es ‘control’. Siempre les digo una cosa fundamental: más vale calidad que cantidad.