Xandra  Romero
Nutricionista

Reflexiones nutricionales para Navidad

Antes de que acabe el año, siempre nos ha gustado reflexionar y hacer resumen o balance de todo el año, y en esta sección no vamos a ser menos, de modo que si tuviéramos que resumir el ‘sentir’ de los artículos de este año en 7K, la primera conclusión sería que la comida no es una droga, es comida, y que debemos dejar de tratarla como tal.

Y para ejemplificarlo, haremos un repaso breve de los temas que podemos incluir dentro de esta conclusión; y es que a lo largo de este año hemos hablado de que tres cañas de cerveza engordan lo mismo que un trozo de tarta, según sociedades científicas; hemos hablado de que por decisión propia, el 40% de la población española renuncia al consumo de ciertos alimentos o nutrientes como gluten, lactosa o carbohidratos y, además, el 17% lo hace extensible a su núcleo familiar, donde suponemos, hay menores, al menos, en alguno de los casos.

Así, para hacer frente al consumo de alcohol, nos instigan a que lo temamos tanto o más que a los dulces que nos hacen disfrutar pero, desgraciadamente, nos convierten en gordos y esto parece ser lo más terrible del mundo. Decidimos autodiagnosticarnos de falsas intolerancias alimentarias para justificarnos que, en algún lugar hemos leído o nos han dicho que el gluten, la lactosa y los carbohidratos son iguales que cualquier droga y que por eso debemos evitarlos.

Hemos hablado a lo largo de este año de que estamos tan desconectados de las necesidades nutricionales reales que tenemos que rechazar aquellos nutrientes que antaño nos hicieron evolucionar como especie, como por ejemplo, las grasas.

Como también seguimos viviendo en una realidad llamada cultura de dieta en la que, si bien hay personas que no ponen en práctica la restricción de alimentos, el permiso para comer si han sido ‘buenos’ y han hecho ejercicio y un millón de normas absurdas más, la gran mayoría de la población vive todavía con restricción mental, en la que siguen pensando en términos de alimentos buenos o malos. Se sigue necesitando ‘permiso’ para comer, se siguen teniendo pensamientos punitivos o de culpa cuando uno no es ‘suficientemente’ activo o ha comido alguno de esos alimentos de la lista de los ‘malos’. Es decir, que tener en cuenta los beneficios que nos aportan ciertos nutrientes, así como comer por necesidad y por disfrute, se sigue viendo y sintiendo mal.

Miles de personas siguen acudiendo a profesionales y no profesionales de la nutrición con enfoque salutista, el cual ya definimos en uno de los artículos de este año, y que se trata de un sistema de creencias que concibe la salud como la propiedad y responsabilidad de un individuo y juzga el valor de las personas según su estado de salud. Así, normalmente, se busca a un profesional que juzga, critica y regaña si no se ha conseguido el único objetivo que existe en este modelo: la pérdida de peso.

En la misma línea, el Ministerio de Consumo español planeaba este año copiar a países como Gran Bretaña y Estados Unidos en sus estrategias contra la obesidad. Sin duda, grandes ejemplos en la materia, qué duda cabe. Así, una de las estrategias con posibilidades de instaurarse aquí es la de obligar a los restaurantes y otros negocios de restauración colectiva a indicar en su carta, al lado de cada plato, el contenido calórico del mismo. Esto es, de nuevo, profesionales y no profesionales de la nutrición y los políticos encargados de velar por nuestra salud, deciden, una vez más, clasificar la comida, la necesidad de alimentarse, el valor social de la comida en términos de bueno o malo, blanco o negro, ‘engorda o no engorda’.

Y es que, si bien todas estas propuestas, estrategias, formas de trabajo o atención sanitaria especializada tienen como finalidad reducir las tasas de obesidad, tildar a la comida de la villana del cuento y hablar sobre la alimentación en términos de ‘peligrosa’, ‘mala’ o ‘droga’ no solo es un error garrafal, si no que es tremendamente peligroso y, por ello, quienes duden de esto, quizá deban pararse a leer la segunda parte de este artículo, en el que –¡alerta spoiler!– la segunda conclusión nutricional de este año en 7K es que los extremos siempre, siempre son peligrosos y moverse en estos términos tiene gravísimas consecuencias, como veremos.