Gran melting pot de gentes es anualmente la cita jazzera de la Bella Easo, cada vez con más visitantes de fuera y en particular del extranjero, a tono con el multinacional y multirracial cartel de la muestra. Rompe tópicos contemplar sobre todo el plural gentío de la plaza Trinidad, agrupado atentamente, por ejemplo para escuchar el experimentalismo guitarrero de la primera noche, supuestamente no fácil de digerir y menos en ración doble. Es la grandeza cultural y sociológica de la veterana cita.
Y ese particular entorno volvió a reventarse anoche para un recital de pura, desnuda y mágica música, con el venerable pianista Abdullah Ibrahim, en formato de trío. El director del festival le entregó ante el público el Premio Donostiako Jazzaldia y bromeó sobre si esta era exactamente la sexta visita al certamen o no. El músico sudafricano ha compartido este año su galardón con el también pianista y compositor japonés Yosuke Yamashita y el trompetista italiano Enrico Rava.
Adolph Johannes Brand, que es su nombre original, acumula 88 años y su sutil sesión pareció casi un adiós, una despedida, o al menos un lamento melancólico por los muchos sufrimientos de aquel largo exilio al que le obligó el criminal apartheid racista. La lista oficial del repertorio señala los títulos ‘Nisa’, ‘Dream Time’, ‘Peace’, ‘Mondiff’, ‘The Wedding’…, versiones de Monk o Coltrane y “Blue Bolero”, aunque no parece exacta. Da igual, lo importante fue gozar de la delicadeza del piano y su combinación con contrabajo y chelo, saxo y flautas en un recital acariciante al que le faltó un mayor volumen de sonido, dadas las condiciones del lugar. Orgulloso de su raza, el maestro se despidió con un emotivo canto de esclavos a capella.
La segunda mitad de la cita en la plaza de Aldezaharra pareció de otro planeta con la máquina rítmica que acompaña a la saxofonista Nubya Nyasha Garcia, que con 32 años podría ser casi bisnieta del pianista afro. La tórrida sesión de la instrumentista, compositora y productora londinense, de raíces en Guayana y Trinidad, presentó momentos de su disco de debut ‘Source’. La parlanchina creadora de Camden Town encabezó con fuerza, técnica, sentimiento y trances “coltraneanos” su descarado show. Con discípulas tan valientemente destacadas hay futuro para el viejo jazz.
Apoteosis rockera
El veterano californiano Ben Harper y sus Innocent Criminals regresaron a un Kursaal que ya habían llenado en su debut de 2006 y que volvieron a completar. La pureza del canto grupal a capella “Below Sea Level”, con el que abrieron fiesta, dejó ya una marca de compañerismo, respeto y buen rollo, que sería la tónica de un recital fieramente rockero con cantos como ‘Diamonds on the Inside’, ‘Burn to Shine’, ‘Don’t Give Up to Me Now’ o el reggae ‘Finding Our Way’.
Un pletórico Harper, en voz, dominio de guitarra y presencia escénica, dejó descansar a su impecable grupo acompañante para cantar solo y sentado, con una guitarra steel sobre sus rodillas y regalar emociones íntimas en ‘Steal My Kisses’, ‘Walk Away’ o ‘Another Lone Day’. En complicidad total con la entregada audiencia habló de sus influencias raperas (Grandmaster Flash, LL Cool J) y sobre todo del blues y el flamenco. Citó a Camarón, Paco de Lucía o Andrés Segovia y se excusó por su idioma: «no habléis inglés, no habléis la lengua que habla Trump».
Con el grupo de vuelta, la traca final fue apoteósica con ‘She’s Only Happy on the Sun’, ‘Burn One Down’, el ruidoso “Say You Will” o el reggae “With My Own Two Hands”. Su entusiasmo a saltos le costó un buen porrazo, pero se recuperó íntimo en ‘Faded’-‘Ocean’ y la velada rockera acabó redonda con “Amen Omen”, hermanada con el clásico de Bob Dylan ‘Knockin’on Heaven´s Door’.
Reggae combativo
Durante la exitosa jornada dominical se habían sucedido los programas de San Telmo, Victoria Eugenia, terrazas del Kursaal y el resto de espacios, antes de la traca final en la playa de la Zurriola con los rockeros cartageneros Arde Bogotá, de Antonio García, más la gran cita reggae con el africano Tiken Jah Fakoly y su amplia banda de una decena de componentes.
La masa disfrutó del masaje sonoro con continuas proclamas sociales y africanistas como ‘Le monde est chaud’, ‘Le Balayeur’, ‘L’Africain’, ‘Ouvrez les frontieres’, ‘Françafrique’ o ‘Braquage du pouvoir’. Primero con ropajes afros y luego más cómodo y con el grupo conjuntado en motivos en blanco y negro, el líder marfileño cantó con voz un tanto cascada y se movió dinámico en un concierto de puro y plano ambiente reggae. La denuncia y el combate a ritmo bailón.
Aunque el festival finaliza mañana, hoy despedirán las noches de la playa los londinenses Ezra Collective y los euskaldunes ZETAK. Al mediodía estará en San Telmo el piano solo de Kento Tsubosaka y en el Victoria Eugenia, Alto for Two y Niño Josele. Y entre el resto de citas de calle, la sesión vespertina del Kursaal presenta al viejo conocido del festival Pat Metheny, una de las guitarras más populares del jazz internacional.
La sala club del Victoria Eugenia acoge la iniciativa Freedom First, grabación del pianista catalán Albert Marquès y grupo a favor del preso norteamericano Keith LaMar, condenado a la pena capital desde 1993 y quien participará desde la cárcel por teléfono. Y el doblete de plaza Trinidad propone al trompeta Enrico Rava, que recibirá el premio Donostiako Jazzaldia, y Austrian Syndicate del teclista David Helbock.