Sergio Iglesias

La amarga despedida de un espíritu rebelde e incomprendido

La cantante irlandesa Sinéad O’Connor moría este miércoles a los 56 años, según informaba la familia en un comunicado, sin especificar la causa de la muerte. Una de las grandes voces del pop que se va tras pasar una vida marcada por la polémica y la desgracia.

Sinéad O'Connor, en una imagen de archivo tomada en 2013.
Sinéad O'Connor, en una imagen de archivo tomada en 2013. (Fred TANNEAU | AFP)

Nacida en Dublín como Sinéad Marie Bernadette O'Connor en 1966, la cantante irlandesa fallecía este miércoles por causas que se desconocen. De esta manera, nos despedimos de una de las grandes voces del pop del siglo XX, y una de las figuras más controvertidas de la historia de la música popular, que siempre estuvo marcada absolutamente por un super hit que, lejos de contribuir a lanzar su carrera, fue para ella como una losa imposible de acarrear, tal y como se pudo comprobar en sus siguientes pasos.

Admiradora confesa de Barbra Streisand, John Lennon, y especialmente de Bob Dylan, O´Connor ya había empezado a hacer sus pinitos en el mundo de la música, en bandas como In Tua Nua o Ton Ton Macoute, hasta que decide iniciar una carrera en solitario. Es en 1989 cuando todo cambia para ella, con el lanzamiento de su gran éxito, ‘Nothing compares 2 U’, una composición original de Prince, incluida en su álbum ‘I do not want what I haven´t’. Todo fueron halagos para la joven irlandesa con voz de ángel y cabeza rapada que, como habían hecho tantos y tantas artistas antes, se presentaba como ‘la nueva salvadora’ de la música. Millones de ejemplares de discos vendidos a lo largo y ancho del planeta encumbraron a una cantante con un mundo interior desbordante que, tarde o temprano, tenía que salir al exterior.

Colaboraciones con otros importantes artistas, actuaciones en multitudinarios festivales benéficos, y el beneplácito de crítica y público, que, sin embargo, no evitaron el desastre que marcaría la carrera posterior de la dublinesa. Todo sucedió el 3 de octubre de 1992, cuando la cantante, después de interpretar una versión personal del tema de Bob Marley ‘War’, en el programa de la televisión norteamericana ‘Saturday Night Live’, rompió una foto de Juan Pablo II ante millones de espectadores, para denunciar el abuso de menores dentro de la iglesia católica. Este hecho supuso, en gran medida, el precipitado final de la carrera de una artista que tenía un esperanzador futuro por delante… o por lo menos, supuso el fin de la atención por parte de los mismos medios masivos que la habían encumbrado, temerosos de una iglesia católica con demasiado poder, tal y como se hizo evidente en los numerosos actos de protesta promovidos contra la cantante, en una época en que todavía las redes sociales no eran lo que son ahora… ¿Qué habría sido de ella si eso sucede en estos tiempos, con la fotografía de cualquier líder espiritual actual?

Un acto osado de coherencia personal que, hoy en día, cualquiera con dos dedos de frente apoyaría sin ninguna duda, después de las miles de denuncias y evidencias de todo lo que ha pasado a lo largo de las últimas décadas en el seno de un cristianismo muy poco edificante. El caso es que, a partir de entonces, poco más se supo de Sinead O´Connor que, sin embargo, siguió investigando con sonidos menos comerciales, y labrándose una más que interesante carrera musical lejos de los focos de antaño.

Siempre controvertida, y a menudo incomprendida, la cantante nunca rehuyó la polémica en favor de una conciencia social que, por supuesto, nunca gustó a la industria, y así cantó contra la violencia policial, contra la prostitución, contra la opulencia de las grandes potencias, y se posicionó políticamente con el Sinn Feinn en el marco de un conflicto norirlandés, que vivía sus momentos más convulsos.

Biografía

Tras varios años de noticias y rumores sobre su salud mental y supuestas tentativas de suicidio, la artista publicaba en 2021 una biografía, ‘Remembranzas: escenas de una vida complicada (Libros del Kultrum)’ en la que se desnudaba totalmente para contar, sin ningún tipo de filtro, cómo había sido su existencia, marcada por los abusos por parte de su madre, la enfermedad, la mala suerte y la desgracia que la persiguieron hasta sus últimos días, ya que hace algo más de un año, tenía que despedirse de su hijo Shane O’Connor, de 17 años, quien se encontraba internado en un hospital por riesgo de suicidio, del que se había escapado, antes de que encontraran su cuerpo sin vida.

Una muestra más de una vida demasiado complicada, y en la que la artista tuvo que pelear contra todo y contra todos, especialmente contra una industria musical que nunca se ha caracterizado por su comprensión hacia aquellos, y sobre todo hacia aquellas, que levantan su voz contra las injusticias y que deciden buscar su propio camino, lejos del poder envenenado de las grandes compañías.