A pesar de conocerse desde hace mucho tiempo y haber hablado también en 7K del Trastorno por Atracón (TA), lo cierto es que sigue siendo el gran desconocido. En este sentido, lo que más llama la atención es lo que se sigue ‘ninguneando’ el término ‘atracón’. Y es que lo usamos de forma muy ligera (tanto población general como muchos sanitarios) y, realmente, convendría saber que los estudios que han intentado cuantificar la cantidad ingerida durante un episodio de atracón, hacen referencia a cantidades entre 3.000 y 4.500 kcal en un solo episodio… ¡ahí es nada!
Sin embargo, como en ocasiones coexiste con incrementos del peso corporal, aún se sigue percibiendo a las personas que padecen un TA como personas sin fuerza de voluntad, muchas de ellas mal diagnosticadas como obesos/as, lo que hace que no puedan recibir un tratamiento adecuado ni se investigue suficientemente el origen o las causas de este trastorno. En este sentido, como ocurre en el resto de los TCAs, se suponen factores ambientales, genéticos, psicosociales etc. Sin embargo, las investigaciones más novedosas sugieren, además, un posible papel de la microbiota intestinal, de la que también hemos hablado largo y tendido en este espacio.
Sabemos que la microbiota intestinal interfiere en la digestión y la absorción de calorías a nivel intestinal, también se ha asociado con la adiposidad, así como con diversos trastornos mentales a través del eje intestino-cerebro. De modo que se están estudiando varias hipótesis sobre el papel potencial de la microbiota intestinal en el TA, incluido un desequilibrio de los tipos de bacterias que puede influir en la elección de alimentos; el efecto de cierto tipo de ácidos grasos producidos por las bacterias intestinales sobre el apetito alterado y, por último, el efecto del eje intestino-cerebro sobre el estado de ánimo.
En este sentido, la escasa investigación que ha explorado la composición de la microbiota intestinal en un pequeño grupo de personas con obesidad y TA en comparación con otras tantas personas con obesidad y sin TA, ha encontrado que las personas con TA tenían niveles alterados de ciertas bacterias en comparación con las personas sin TA.
Sin embargo, por el momento, no se pueden hacer conjeturas hasta que se completen estudios a mayor escala, pero parece que, una vez más, nuestras bacterias intestinales podrían tener mucho que decir de nuestro estado de salud, de la falta de la misma o del origen de las enfermedades más prevalentes de nuestra sociedad actual, por lo que no estaría de más empezar a a cuidarlas como si de otro órgano vital más se tratase.