La alta prevalencia de problemas alimentarios y relacionados con el peso durante la infancia y la adolescencia es cada vez más que evidente y motivo de gran preocupación para padres y sanitarios. Especialmente porque estas edades suponen períodos de rápido crecimiento y desarrollo que pueden verse comprometidos ante estos problemas. Los trastornos alimentarios y las conductas poco saludables de control de peso durante la infancia se asocian con problemas psicosociales negativos, con variaciones drásticas del peso corporal, lo que puede llevar a problemas negativos de salud que se cronifiquen en la edad adulta.
En este sentido, un ejemplo de comportamiento de control de peso poco saludable y preocupante es el uso por parte de esta población de productos para bajar de peso llamados ‘de venta libre’, que no son más que aquellos que se venden sin receta médica. ¿A qué productos nos referimos? Pues por desgracia a los muchos productos para adelgazar que se pueden comprar sin una receta médica en las farmacias y supermercados, y en internet. En general, podríamos clasificarlos dentro de los que prometen ser supresores del apetito, diuréticos, laxantes, quemagrasas, los que ‘impiden’ la absorción de grasas y otros suplementos dietéticos que suelen comercializarse como cápsulas, pastillas, tés o infusiones, polvos etc.
Debido a que estos productos no están regulados, no se puede asegurar su inocuidad. Además, este hecho permite a los fabricantes afirmar cosas que no son ciertas como, por ejemplo, que la etiqueta diga que el suplemento es ‘100% natural’ sin que esto signifique que sea seguro. Además, la mayoría de estos no han demostrado efectividad y los que han demostrado una efectividad débil, por lo general, vienen con serias advertencias. Por otro lado, es común que muchos de estos productos contengan más de 20 ingredientes, motivo por el cual es muy difícil anticipar la interacción de todos ellos y, por ende, su reacción en nuestro cuerpo.
El hecho de que sean de venta libre está haciendo que su uso se esté dando en niveles altos en adolescentes, especialmente en niñas con cifras donde 1 de cada 10 adolescentes ha utilizado a lo largo de su vida estos productos. Esto es al menos lo que se desprende de un estudio publicado el pasado mes de enero, donde se revisaron 90 estudios que incluían 604.552 adolescentes, lo que significa que es bastante representativo.
De modo que estos hallazgos sugieren que, dada la ineficacia de estos productos para bajar de peso, junto con sus consecuencias dañinas para la salud a corto y largo plazo, quizá sea necesario tomar medidas urgentes de una vez y plantear una regulación adecuada similar a la de las bebidas energéticas, porque si no, tu hija de 11 años podrá seguir comprando laxantes en la farmacia o en el súper y sí, para quien lea esto con recelo, muchas veces, se les vende.