Importa lo que comemos para nuestra salud mental? La evidencia científica acumulada sugiere que la dieta no solo es fundamental para la fisiología humana, sino que también tiene efectos significativos sobre el bienestar mental. Si bien los factores determinantes de la salud mental son complejos, cada vez hay más datos que indican que una mala alimentación estaría relacionada con la exacerbación de ciertas afecciones neuropsiquiátricas. De hecho, diversos nutrientes y la calidad de la dieta se han relacionado con funciones conductuales, cognitivas y afectivas, así como con la prevalencia de trastornos mentales. Asimismo, se ha sugerido que algunas deficiencias nutricionales podrían desempeñar un papel en la fisiopatología y el tratamiento de la depresión, la esquizofrenia, el trastorno del espectro autista (TEA) y el trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH).
En este caso, sobre el TDAH, uno de los diagnósticos psiquiátricos más comunes en niños y adolescentes y también cada vez más diagnosticado en adultos, se lleva tiempo investigando sobre distintos enfoques nutricionales: la evidencia preliminar sugiere que los minerales podrían tener efectos beneficiosos sobre la sintomatología del TDAH, los probióticos podrían ofrecer estrategias novedosas para prevenir o tratar el TDAH y se han observado asociaciones beneficiosas entre la adherencia a dietas ‘saludables’ y los síntomas del TDAH. Asimismo, los niños con TDAH que siguen una dieta restringida en la variedad de alimentos han mostrado una conducta y un funcionamiento cognitivo significativamente mejor.
Sin embargo, la evidencia de investigaciones recientes no permite realizar recomendaciones sobre la suplementación con vitaminas, minerales o probióticos para su tratamiento, pero sí parece que la dieta ‘poco variada’ podría convertirse en una opción terapéutica adicional en este trastorno.
Por otro lado, también es común que a los niños con TEA frecuentemente se les pauten dietas exentas de gluten o caseína (proteína de la leche), así como suplementos nutricionales para tratar sus síntomas conductuales y gastrointestinales.
Sin embargo, los estudios disponibles sobre estos supuestos son pequeños y de corto plazo, por lo que no hay aún respaldo científico para el uso de suplementos nutricionales o terapias dietéticas en casos de autismo.
Por último, y dado que las investigaciones actuales sugieren que los factores dietéticos pueden desempeñar también un papel en el desarrollo de la depresión y la ansiedad, se ha sugerido que realizar algunos cambios en la dieta centrados en incrementar los ácidos grasos, vitaminas y minerales puede ser una estrategia potencial para el tratamiento de trastorno bipolar (TB). En este sentido, aunque tampoco exista todavía suficiente evidencia, los hallazgos preliminares son prometedores y parece que en un futuro a no muy largo plazo puedan plantearse enfoques dietéticos como parte del tratamiento del TB.
Así pues, parece que la alimentación tendrá en el futuro mucho que ver en la prevención y tratamiento de muchas enfermedades y trastornos más allá de los puramente relacionados con la dieta.