Xandra  Romero
Nutricionista

Autismo y anorexia nerviosa, pareja habitual

Los trastornos de la conducta alimentaria y los trastornos del espectro autista en muchos casos están relacionados. La autora de este artículo habla de la relación de ambos diagnósticos y de la importancia de contar con profesionales especializados para abordarlos.

La pandemia puso de relieve que la salud mental era importante y no se estaba tratando adecuadamente; los problemas de ansiedad, las autolesiones y los trastornos de la conducta alimentaria (TCA) -principalmente en población infantojuvenil- quedaron al descubierto. Cuatro años después de aquello, el interés clínico se centra ahora en explorar la relación entre los TCA y el trastorno del espectro autista (TEA). Durante los últimos años, diversas investigaciones han puesto de manifiesto que existen muchas similitudes entre el TEA y los TCA, ambas condiciones parecen compartir áreas de deterioro cognitivo, social y conductual, lo que tiene implicaciones relevantes en el tratamiento, sobre todo si se presentan a la vez.

Además, la prevalencia de personas con diagnóstico de TCA y TEA es suficientemente elevada, de hecho, una de las comorbilidades más significativas en mujeres que experimentan autismo es la anorexia nerviosa. Algunas investigaciones recientes indican que entre un 30-52.5% de la población que tiene anorexia nerviosa cumple también criterios de autismo. Sin embargo, con la misma frecuencia pasa totalmente desapercibido el TEA en mujeres y no se diagnostica o plantea el diagnóstico cuando son tratadas en los servicios de salud mental debido a su TCA.

La presencia de ambos diagnósticos conlleva como consecuencia una respuesta al tratamiento menos eficaz en comparación con personas sin rasgos autistas.

Mientras que los TCA son trastornos mentales graves que se caracterizan por obsesiones con la comida, el peso y la forma corporal, los TEA hacen referencia a un grupo de trastornos neurológicos y del desarrollo que afectan la forma en que las personas interactúan con los demás, se comunican, aprenden y se comportan. Y, aunque no existe un vínculo directo con los TCA, las personas que experimentan el TEA pueden verse, debido a las características propias del TEA, fácilmente sometidas a dificultades en su relación con la alimentación. Por ejemplo, características habituales de esta condición como son los intereses limitados y comportamientos repetitivos pueden derivar en patrones alimentarios restrictivos; asimismo, las sensibilidades sensoriales intensificadas a menudo llevan a respuestas desfavorables frente a texturas, olores y sabores intensos, incidiendo directamente en los hábitos alimentarios y, por último, las dificultades en la comunicación que también pueden desempeñar un papel crucial en la manifestación y desarrollo de un TCA.

Dado que la presencia de ambas condiciones es más habitual y conlleva importantes implicaciones clínicas, sobre todo en lo que respecta al pronóstico y al tipo de tratamiento, es de suma importancia el diagnóstico correcto de ambas entidades y el abordaje por profesionales altamente especializados.