Interview
Lola S. Almendros
Doctora en Filosofía

«Yo abogaría por dejar de lado la tecnología buena parte del tiempo»

La filósofa Lola S. Almendros participó en el Congreso organizado por Eusko Ikaskuntza. En la ponencia analizó la expansión de las tecnologías de la información y su impacto en las sociedades actuales. Entre otros temas, explicó cómo se está transformando el modo de experimentar las vivencias.

Lola S. Almendros.
Lola S. Almendros. (Endika PORTILLO | FOKU)

Durante los días 2, 3 y 4 de octubre Eusko Ikaskuntza celebró el XIX Congreso de Estudios Vascos. Decenas de investigadores e investigadoras se reunieron en Gasteiz para reflexionar sobre los retos estructurales que tiene Euskal Herria y sobre cómo hacerles frente.

Entre otras expertas, invitaron a la Doctora en Filosofía Lola S. Almendros, que expuso su ponencia «Las sociedades actuales y sus redes».

El ser humano, en tanto que es un animal técnico, siempre ha empleado diversas tecnologías. ¿Cuál es la diferencia hoy en día?

Es cierto que desde el inicio los seres humanos sin tecnología no nos hubiéramos podido desarrollar. Como decía Ortega, tienes unas necesidades, entonces el ser humano lo que hace es intentar amoldar la circunstancia en función de las necesidades que tiene. Ahí hay una relación entre las necesidades que tú tienes y el tipo de técnicas o herramientas que puedas desarrollar. En ese caso tú entiendes para qué sirve la herramienta.

El problema es cuando, en un primer momento, hay una extrema especialización que te distancia, como podía ser con el desarrollo de la ciencia. Posteriormente hay un segundo momento, el de las tecnociencias, en el que sucede que solamente te quedas en el umbral del uso.
Hoy en día vives en un ecosistema totalmente informatizado y utilizas un montón de herramientas útiles, pero precisamente esa accesibilidad lo que hace es que haya decrecido la capacidad de comprensión y la capacidad, sobre todo, de poder hacer un uso empoderador de las mismas.

¿Cómo se ha producido ese cambio?

En el caso de las tecnologías de la información y la comunicación, hubo dos momentos clave. En los años 80, existía una infraestructura de telecomunicaciones que en buena parte era de gestión pública. Fue el Gobierno de Margaret Thatcher el primero que hizo una suerte de privatización, que consistió en que los nuevos operadores podían alquilar la infraestructura. Entonces, empezaron a hacer negocio a partir del alquiler, porque no tenían que invertir en el desarrollo del material de la infraestructura. Fue entonces cuando aparecieron Facebook y todas estas plataformas.

Al mismo tiempo, hubo una inversión ligada a la idea de innovación desde EEUU que fue el auge de Silicon Valley. Desde otro tipo de países –por ejemplo, en el ámbito europeo– no se hizo. Por lo tanto, el problema es que no ha habido ni siquiera competencia. Es como el capitalismo más radical, con ningún tipo de competencia.

De hecho, cuando en alguna ocasión se pretende hacer rendir cuentas a Mark Zuckerberg o a quien sea, siempre ha sido por violar las leyes de competencia, no por violar derechos de privacidad.

Esas tecnologías están transformando las relaciones sociales. En la conferencia ha hecho una pregunta muy sugerente: ¿Qué es tener una vivencia hoy? Y, por lo tanto, ¿qué es la convivencia?

Yo creo que la forma de vida que estamos teniendo transforma mecanismos psicológicos que impiden que las vivencias sean vivencias. Es el equivalente a cuando uno es un turista o un viajero. El turista es el que va a un sitio, se hace la foto, etcétera. Pero el viajero es el que, a lo mejor en vez de 5 días sabe que tiene que ir un mes a un sitio, que tiene que comer lo de allí…

En nuestra propia vida, el hecho de que cualquier cosa pase de manera rápida, que ante cualquier discusión puedas romper una relación familiar o de pareja, el no tener que esperar los tiempos para poder hablar en el momento en el que tienes una discusión… en este ritmo extraño, acelerado, en el que realmente tampoco es que pasen tantas cosas, a mí me parece complicado decir «tengo la vivencia o la memoria de esto». Entonces, si tú, contigo mismo, no puedes experimentar la vida estando en el momento, evidentemente no puedes estar con los demás.

Por lo tanto, supuestamente alimenta los egos, pero no nos deja desarrollar ni siquiera una identidad individual.

No hay un encuadre real, porque estás y no estás, ese es el problema. Evidentemente, conforme uno actúa y vive, tiene una identidad. Otra cosa es en qué consiste esa identidad. Para mí es importante que una identidad se construye precisamente dudándose siempre a uno mismo.

El ego evidentemente siempre existe, otra cosa es que este vacío de contenido, o que sea cada vez más uniforme, o que incluso no haya disonancia, porque los algoritmos que miden los gustos lo que hacen es reforzar constantemente lo que eres. Entonces tienes un ego, que constantemente es el mismo. Desde mi punto de vista, un ego que no se ve modificado, no es un ego. Es un ego exacerbado, precisamente porque se queda vacío.

En ese sentido, ha planteado que la pluralidad necesita de cierta cohesión y que la cohesión se debe construir desde la pluralidad.

La cuestión es que la idea de cohesión implica necesariamente que tienes que aunar cosas que están separadas por las razones que sea. La única manera de hacer eso es que generes proyectos en función de valores o intereses que reconozcas. Para que eso sea posible tiene que haber una coherencia, es su condición previa.

Cuando tienes diferentes partes, se pueden ver de dos maneras: apelando a las diferencias o sacando partido de la pluralidad. Yo entiendo que siempre va a ser más fructífero entender que la diversidad y la pluralidad sirven para generar discusiones que den lugar lugar a buenos proyectos. No hay proyecto si no hay discusión, y no hay discusión si no hay disonancias, y esas disonancias sólo pueden existir mientras exista esa pluralidad. Además, lo bueno de la pluralidad es que puedes aunar a muchas más personas.

¿Cuáles son las oportunidades que brinda esta transformación? Por ejemplo, hace poco se publicó el informe ‘Itzulinguru’, que dice que es posible utilizar la inteligencia artificial para revitalizar el euskara.

Con las inteligencias artificiales sucede una cosa complicada: que hay muchas. Hablar de la inteligencia artificial es como hablar de todo y no hablar de nada.

A veces hay herramientas que se pueden utilizar para otras cosas, pero siempre ha habido un diseño, siempre ha habido una razón, no son neutrales. Otra cosa es que puedan ser útiles para cosas distintas para las que se generaron. Creo que, de hecho, sí hay pequeñas cosas. Por ejemplo, en el País Vasco hay un traductor, la gestión propia que tiene la UPV, los certificados digitales propios que tiene el Gobierno Vasco… Creo que en el contexto del Estado español, los únicos que han empezado invertir en este tipo de desarrollo sois los vascos. Si se puede hacer algo, será aquí. Y, sobre todo para los que no sabemos euskera, ojalá que el traductor funcione mejor.

Dicen que eso puede traer relaciones multilingües.

Sí, lo que pasa es que también se pierde el encanto de tener que aprenderlo.

Precisamente, ese es uno de los retos que plantea dicho informe.

Tener un idioma es tener una forma de vida. Tú cuando piensas en un concepto, no es lo mismo pensarlo en un idioma que en otro. Es lo mismo que ser el viajero o el turista. También puede ser que te quedes en el umbral del turista, porque no vas a ser capaz de entender. Hay conceptos que no se pueden traducir, supongo que en euskera habrá muchos. Por ejemplo, el concepto saudade, en portugués. O que un inglés no sepa diferenciar entre ser y estar.

Para acabar, ¿qué podemos hacer? ¿Cómo disputamos estas herramientas?

A nivel regulativo creo que se llega tarde y mal. Creo que los reguladores no entienden. Si tú vas a la ley, no entienden cómo funcionan, o si lo entienden, les da lo mismo.

Sí que me parece importante volver a la idea de las asociaciones por los derechos civiles que tengan poder. Pero, al fin y al cabo, no sé hasta qué punto pueden tenerlo. Los Estados no tienen poder, porque no tienen capacidad de decisión,  no tienen tanto conocimiento, y porque hay instancias superiores. Por ejemplo, el Estado español, ¿qué poder puede tener? Si al final es la Unión Europea la que lo marca.

Entonces, para intentar vivir mejor, recuperando las vivencias, la convivencia, los espacios de tranquilidad, de poderte cuestionarte a ti mismo, de discusión… yo abogaría por dejar de lado la tecnología buena parte del tiempo. Estaba muy bien aquella época en la que teníamos teléfonos móviles como los Nokia, que tú los apagabas y sonaba la alarma por la mañana sin que los tuvieras que encender.

No me puedo explicar, sinceramente, por qué narices los smartphones de ahora, que son tan listos, no los puedas tener apagados durante la noche y que te despierten solos cuando llega la mañana. Es una buena metáfora: tienes que estar conectado. Pero es mentira, no tienes por qué estar conectado.