Anari y Belako, dos generaciones unidas por una pasión
Qué bonita es la música y qué nivelazo tenemos en Euskal Herria. Ese sería el resumen de esta noche tan especial que nos han ofrecido Anari y Belako.
Sí, porque la música es preciosa y provoca emociones indescriptibles. Ya desde el momento que dos grandes representantes de las dos últimas generaciones de nuestro rock, decidieron juntarse para regalarnos, en esta época prenavideña, unas cuantas fechas actuando juntas, y vimos cómo volaban las entradas prácticamente al instante, ya nos dimos cuenta de que, por mucho que haya muchas voces que digan lo contrario, en la música no hay fronteras.
Más aún si hablamos de almas inquietas, que viven su pasión sin ningún tipo de prejuicios ni limitaciones, buscando siempre el nexo común con la única idea de compartir. Así que, lo que para las cabezas huecas y los puristas podía ser un sacrilegio, se convirtió en la mejor de las iniciativas musicales de los últimos tiempos. Una mini gira que aúna lo mejor del rock clásico y lo mejor de la música más contemporánea, y lo que es mejor, dejando a todo el público satisfecho, sabedor de que ha visto un espectáculo único.
Para comenzar, ahí estaba Anari, la gran dama del rock euskaldun, que llegaba para presentar los temas de su último trabajo hasta el momento: ‘Giza zarata’, que prácticamente repasó íntegramente, y que al igual que en el disco, empezó a deshojar con ‘Troiako zaldia’ y ‘Ez nengoen han’, dos temas que, sin duda ya se han convertido en favoritos de sus fans, tal y como reflejaba un Kafe Antzokia a reventar, coreando los nuevos temas de la azkoitiarra, que sin duda, se encuentra en uno de sus mejores momentos compositivos (que ya es decir), con canciones rabiosas que conectan con esa visión totalmente asqueada que muchos y muchas tenemos de la sociedad actual. Como muestra, ahí tenemos ‘Inmolazioa’, donde también se acerca al pop, o ‘Kontinente zaharra’, con letra explícita y que la propia artista presentó hablando de este “continente facha” en el que vivimos.
Anari tampoco se olvidó de temas clásicos como ‘Efemerideak’, que cantó en formato solista con el único acompañamiento de su guitarra, y con un homenaje especial en la letra hacia una sala, en la que siempre ha sido muy bien recibida, y en esta ocasión no podía ser menos.
Y así, entre pasajes de distorsión mezclados con otros más acústicos, también quiso mostrar su faceta más innovadora con un final en el que la electrónica, con ese nuevo himno en que ya se ha convertido ‘Vesna Vulovic’, se adueñó de una sala, en la que la emoción desbordaba cada poro de cada uno y cada una de las que nos encontrábamos allí. Por que si hay algo innegable, es que no hay ningún artista o banda que sepa manejar las emociones como Anari, sabiendo en cada momento qué tecla tocar para desarmarnos absolutamente, y dejarnos rendidas a sus pies, deseando que el concierto no acabe nunca. Pero por desgracia, tras una hora y cuarto, Anari y su banda de extraordinarios músicos se despedían entre la ovación de una audiencia más que satisfecha.
Momento para que saliera a escena Belako. Probablemente, uno de los acontecimientos musicales más maravillosos que han sucedido en Euskal Herria en los últimos tiempos… y eso que, aunque parezca que fue ayer, ya hace más de una década que las de Mungia empezaron a hacer nuestra vida un poco mejor. Una banda que, sin ceñirse a un estilo concreto, ha sabido labrarse una carrera en la que lo único que se ha mantenido inamovible es la coherencia y la honestidad.
Y es que Belako siguen siendo las mismas que cuando empezaron, y siguen divirtiéndose y manteniendo la misma actitud que en sus inicios, e incluso siendo cada vez más combativas y directas en las letras, en las formas, y en su manera de ejecutar un repertorio redondo en el que no sobra absolutamente nada, y en el que tan sólo nos falta un poco más de tiempo, porque los bolos de las mungiarras siempre se nos hacen cortos.
En esta ocasión, predominaron, como no podía ser de otra forma, los temas de su último trabajo discográfico hasta el momento: ese sobresaliente ‘Sigo regando’, que tantas alegrías les dio a lo largo del año pasado, y que les sirve también para cerrar este 2024 antes de centrarse en nuevos horizontes.
Belako no dieron un segundo de respiro, pasando del rock al noise, pero transitando los ritmos más electrónicos y bailables, mezclados con rarezas como ‘Saguzarren kanta’, donde contaron con el acompañamiento de las hermanas Kattalin y Ane Barcena, de J Martina, otra de las grandes y agradables sorpresas musicales que nos ha dado últimamente una escena musical euskaldun, que no deja de darnos motivos para sentir un gran orgullo de lo que tenemos, gracias en gran parte, a la actitud totalmente desprejuiciada con la que los y las más jóvenes encaran sus proyectos. Algo de lo que, seguramente, tendrían que aprender muchas bandas más ‘veteranas’.
Pero siguiendo con lo que dio de sí el concierto de Belako, quizá deberíamos destacar esa salvajada punk que es ‘Sangre total’ -“A mí no me cuida el policía, a mí me cuidan mis amigas”, canta Josu Ximun-, en la que Nago se muestra absolutamente desbocada, y desbordante de energía, como el gran animal escénico que es, aparte, obviamente, de una grandísima cantante con un registro tan particular como magnético. Y por si fuera poco, si esto viene acompañado por una potentísima y muy solvente base rítmica, poco más se puede pedir a una banda que repasó el que quizá sea su gran hit, ‘The Craft’, antes de despedirse por primera vez, antes del esperado y lógico bis que todos esperábamos junto a Anari, interpretando el single que acaban de publicar juntas: ‘Deus ex machina’, una canción para comprobar que, a diferencia de lo que a priori podíamos pensar viendo el cartel, es mucho más lo que une a estas artistas de diferentes generaciones, que lo que las puede separar.
Fin de fiesta perfecto para una noche en la que, como decíamos al principio, pudimos disfrutar de la belleza de la música a todos los niveles, admirando aún más, si cabe, a la gente que ha nacido para aportar y evolucionar, porque si algo tenemos claro es que no hay nada más dañino para el arte y la cultura que el inmovilismo.
Así que, sigamos moviéndonos y explorando nuevos caminos, que en esos territorios inhóspitos es donde se encuentran tesoros como Belako y Anari. Dos generaciones unidas por una misma pasión.