SEP. 29 2019 - 00:00h El bosque Encantado de Artea y la cueva de los Cristinos La ruta sorprende con zonas encantadas. Jesus Mª Alquézar En esta ocasión, os sugerimos una preciosa y original excursión de montaña en el Parque Natural de Urbasa-Andia, con tres motivos y alicientes: el descubrimiento y exploración del bosque encantado de Artea, la impresionante cueva pública de los Cristinos y la ascensión –para cerrar el círculo– al monte Murube/Morube o Batzarramendi. Para conocer este incomparable recorrido y escenario escogemos la localidad de Larraona. Se inicia el itinerario por la calle La Blanca, donde nace una pista de cemento primero y tierra después que tras superar el albergue Urbasa Aventura en varios lazos trepa con fuerte desnivel hasta el puerto de Larraona, destacando el paso entre las peñas «El descansadero» y la fuente abrevadero Aganbella. Tras cruzar el portillo metálico y el paso canadiense, y en los rasos de Urbasa, a la dcha aparece la ermita de San Benito y a la izda (cairn) la senda que inconfundiblemente nos guiará al regreso hasta la cima de Murube. Los excursionistas se inclinarán a la dcha, hacia el vallecito que cruza la montaña, y de repente aparecerán numerosas rocas diseminadas en el bosque, con formas caprichosas y exquisitas, en un escenario selvático Orinoco-amazónico. Artea, un bosque rocoso encantado Se trata de un bosque rocoso encantado conocido como Artea. La erosión ha creado desfiladeros, dolinas sin peligro, cuevas y ventanas rebosantes de musgos y hiedras, que contribuyen a desarrollar la fantasía de cualquier humano. No hay insensibilidades en este escenario mágico y fantasmagórico de vegetación exuberante. El encuentro no ofrece dudas y allí hay que perderse, emplear el tiempo que haga falta en la exploración de todos los rincones, asombrarse y fotografiar estas formaciones que rara vez se repiten. El siguiente objetivo en nuestra excursión es la cueva de los Cristinos, con versiones diferentes. Para unos fue un refugio para el bando de los Cristinos (Reina Regente Cristina) en las Guerras Carlistas, y para otros el General Zumalacarregui arrojaba allí a los soldados fusilados del otro bando, los Cristinos o Isabelinos ¿o ambas son ciertas? Para ello hay que seguir al NE atravesando los rasos de Ustalaza, con bordas pastoriles y plantaciones de jóvenes arboles como referencias. Siguiendo el camino, a pie de un conjunto de 4/5 hayas, aparece en una dolina un oscuro agujero. En su boca se han construido unas estrechas escaleras, muy inclinadas y resbaladizas, que hay que bajar con prudencia. La colocación de un cordino/cuerda es una acción apropiada para ayudar a los posibles temerosos en estos lances. Un espectáculo de fantasía La exploración, un espectáculo de fantasía, exige llevar buenas linternas para disfrutar de la función, dado que en su interior los aficionados encontraran las clásicas formaciones que se visitan en una cueva comercial y, sin embargo, esta es pública y libre, en miniatura. Tras las gradas, la cueva tiene dos partes, una a la izquierda, un profundo hoyo donde se oye el correr del agua y donde las formaciones no son tan relevantes. A la otra gran sala, a la que se llega tras bajar las escaleras, se accede inclinándose el montañero a la derecha. Se suben otras gradas y se ve una puerta metálica que es artificial. Ese es el paso clave para acceder al gran salón, donde una gran lago cubre gran parte del terreno y hay que recorrerlo en toda su amplitud para visionar rincones fantásticos, formaciones ocres, blancas y colores variados, lenguas carnosas, columnas, espeleotemas, columnarios y una formación cálcica en el fondo del lago, a lo que hay que sumar numerosas estalagtitas y estalagmitas. El lugar es frágil y se exige, por lo tanto, un extremado respeto para proteger el contenido. Para la tercera meta, el monte Murube, el deportista volverá al puerto de Larraona por el camino andado e iniciará la larga pero contenida ascensión (cairns y bandas rojas), al borde del anticlinal de la sierra y sumergido en un frondoso bosque, paralelo a una alambrada y murete de piedras según el momento, y sobre sendero limpio. Tras pasar por la llamativa peña de Isluze o Aitzluze, a la que se trepa por una escalera metálica, se llega a la cima de Morube que ofrece el regalo del panorama meridional, de sierras y montañas como olas tiene el océano. El mendizale retornará por el mismo camino para finalizar en Larraona, tras una excursión inolvidable.