JUN. 15 2021 - 10:00h Museo del Ferrocarril: viaje al pasado en locomotoras de vapor Hace más de un siglo la locomotora Portugal recorrió sus primeros kilómetros sobre las vías. Es emocionante comprobar que aún funciona perfectamente, que su silbido se escucha vibrante en el valle del Urola, como podemos apreciar gracias al Museo Vasco del Ferrocarril. Un ferrocarril en el Museo de Azpeitia. Gotzon Aranburu Es sabido que los ingleses son los campeones del mundo en materia de museos industriales. Ellos protagonizaron la revolución industrial, luego exportada al continente y a Estados Unidos, y les ha bastado con conservar una mínima parte de las máquinas inventadas y utilizadas en la segunda mitad del siglo XVIII y la primera del XIX para completar unas exposiciones inigualables. En otros lugares, Euskal Herria por ejemplo, no hemos demostrado ese interés por el patrimonio industrial, pero hay muy honrosas excepciones, y sin duda el magnífico Museo Vasco del Ferrocarril es una de ellas. En palabras de su director, Juanjo Olaizola, se trata del museo de referencia europeo en lo que se refiere a ferrocarriles de vía estrecha, su especialidad. Su nacimiento, en 1992, fue cuatro años posterior a un fallecimiento, el del Ferrocarril del Urola, en el que de chaval tantas veces viajó el que firma entre Zumarraga y Zumaia, con sus amigos, en busca de la anhelada playa. Era un tren entrañable, que se balanceaba en las curvas, y se quedaba sin respiración a veces, pero cuya desaparición provocó una herida que tardó en cicatrizar en el valle. Emociona contemplar ahora en el museo aquellos billetes que se «picaban» de verdad, se agujereaban, con un instrumento que también se exhibe en las vitrinas. Las locomotoras, los vagones con sus asientos de madera y su democrático aviso «Clase única» en letras de latón, los uniformes de los empleados… constituyen una reproducción, a escala real pero en el reducido espacio de un museo, de aquel ferrocarril. Y de otros muchos, vascos, del Estado español y de Europa. Más de un siglo Pero ha pasado más de un siglo, y los operarios, vestidos con buzón de mahón y tocados con txapela, ya han cargado de carbón las calderas de la locomotora lusa. Fuego, calor, vapor, y máquina en marcha. Estos hombres, jóvenes, ¿dónde han aprendido a manejar un tren de esa época? El propio museo, que no se limita a ser depósito y muestrario, organiza periódicamente cursos de iniciación a la tracción de vapor, que consisten en tres jornadas prácticas y otras tantas teóricas a bordo de la locomotora Aurrera, pieza emblemática de la colección, por ser la primera que se restauró en estas instalaciones. En total son 75 vehículos los que se conservan en Azpeitia, desde locomotoras de vapor hasta un camión de bomberos, pasando por tranvías, trolebuses y vagones, sin olvidar los automotores, como el diesel-eléctrico de 1853. Las instalaciones del museo, que ocupan las instalaciones de lo que fuera estación del Ferrocarril del Urola, son hoy un trajín de visitantes que van y vienen por los talleres, las cocheras, los andenes… Muchos proceden de Catalunya, algunos son franceses, y no faltan vascos, en su mayoría grupos familiares. Hemos subido a un Allen 301, automotor diesel-eléctrico que prestó servicio en Portugal, como confirman los croquis y avisos que se conservan adheridos en los vagones, todos escritos en portugués. El viaje hasta Lasao ha durado unos diez minutos y allí el tren ha simulado sufrir una avería, por lo que viene a buscarnos una locomotora de vapor también lusa, de 1913, que nos remolca a buena velocidad hasta Azpeitia. Una curiosidad: la locomotora Portugal ha consumido doscientos kilos de carbón para completar el trayecto, diez kilómetros en total. La Aurrera, antes citada, es más pequeña y necesita solo 120 kilos para hacer el mismo recorrido. Es un carbón que llega en barco desde Colombia, pues aquí ya no se extrae en el tamaño de grano necesario para arder en la caldera de vapor de una locomotora. Juanjo Olaizola, que supervisa personalmente cada maniobra que se realiza en las playas de vías o en el trayecto hasta Lasao, nos explica que la mayoría de las locomotoras y demás vehículos guardados en Azpeitia han sido recuperadas por el museo en cocheras de FEVE, Renfe o Eusko Tren, o incluso en chatarrerías, mientras que otras han sido compradas. Muchas se encontraban en estado de abandono, y han sido reparadas y devueltas a la vida –a las vía– en las instalaciones del museo. Periódicamente, son puestas en marcha y viajan hasta Lasao, para mantenerse en forma. Las locomotoras de vapor más grandes y más hermosas son las que menos salen de cocheras, pues su alto consumo de carbón hace prohibitiva su puesta en marcha frecuente. Curiosamente, la pieza de la colección preferida de Juanjo Olaizola no es estrictamente un tren, pues se trata de un trolebús donostiarra, el único vehículo de este tipo que se conserva en un museo del Estado español. Uniformes y relojes ferroviariosUna parte importante de la exposición de Azpeitia la constituyen los talleres de mantenimiento del Ferrocarril del Urola, que permanecen en el mismo estado que cuando se cerró el mismo, lo que los convierte en los únicos talleres mecánicos que se conservan desde principios del siglo XX en el Estado español. Motores, poleas y correas dan testimonio de unos métodos y útiles de trabajo vigentes hasta hace poco, pero ahora ya históricos. Uno de los visitantes hoy, Gabriel, que ha venido desde Bilbo, no puede evitar un gesto de nostalgia al recorrer el taller: «Cuántas horas no habré metido yo con máquinas como esta. No solo en los ferrocarriles, en muchos fábricas las teníamos iguales», dice a su nieto. El museo azpeitiarra cuenta, además, con dos colecciones muy especiales y vistosas. Una es la de uniformes, que abarca desde el siglo XIX hasta el AVE, y otra la de relojes ferroviarios, reunida por Jesús Mínguez y que comprende desde relojes de péndulo hasta los modernos relojes de impulso vía radio. El visitante más especializado se interesará por instrumentos como una commutatriz rotativa, la única que se conserva en el Estado español. Y ya el exterior, por la grúa de vapor Grafton, que dentro de seis años cumplirá un siglo de vida y aún está operativa. Lo de la obsolescencia programada no se había inventado todavía en 1920... Miles de visitantes se han acercado al Museo Vasco del Ferrocarril a lo largo de veinte años. El Museo de la Minería, de Gallarta; el Museo de la Industria Armera, de Eibar; el Museo Boinas La Encartada, de Balmaseda; L'Atelier du Chocolat, de Baiona... son otras visitas obligadas para los amantes del patrimonio industrial, imprescindibles para conocer cómo se ha trabajado en Euskal Herria, que viene a ser algo muy parecido a cómo se ha vivido.