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El Txulato, la ruta de los castillos y otros cuentos medievales

Durante el recorrido salen al paso viejos castillos y nobles blasones.

Este paseo de montaña es un viaje en el tiempo. La excusa para realizar dicho viaje será la ascensión al inexpugnable Txulato. Pero este viaje no será solo eso; también podréis deleitaros con la sublime visión de viejos castillos y nobles blasones, afiladas paredes y bellos parajes, angostos desfiladeros e ilustres villas. Una oportunidad de sumergirse en siglos y siglos de historia que os hablan acerca de una época olvidada ya.

Desde la plaza de la Iglesia de Portilla dirigiremos nuestros pasos por la calle principal rumbo sur. Pronto cogeremos un angosto y evidente sendero que nos llevará a las ruinas del Castillo de Portilla, situado en la misma punta del peñasco, almadías, murallas, torres e iglesias nos saludan. Según lo estamos rodeando por su flanco izquierdo, llegaremos a un cruce de caminos, y optaremos por el de la izquierda. Este camino toma rumbo este y, enseguida, se convierte en sendero. Avanzaremos por el filo de la montaña; a la derecha tendremos la visión del espectacular desfiladero de Pampernudos y los paredones del Txulato.

Poco a poco, nos pondremos a la misma latitud que la cima del Txulato. Un poco más al sur, se adivina la subida a dicha cumbre por un cortafuegos, pegado este último a una langa y un pinar. A la altura de un mojón, abandonaremos el sendero por el que íbamos y descenderemos por un empinadísimo sendero hasta el fondo del desfiladero para, acto seguido, subir por la cuesta del cortafuegos “a fuego”. En pocos lugares, además de aquí, tendremos que salvar una cuesta con esta pendiente. Cuando el cortafuegos se convierte en sendero, unas escaleras de piedra naturales nos llevan al mismo cordal de la montaña. Solo nos resta seguir unas decenas de metros más hacia el oeste el sendero. De esta manera, llegaremos sin pérdida a la cumbre de hoy, el Txulato (940), ¡qué chulo!

Espectaculares vistas

Después de disfrutar de unas espectaculares vistas, retrocederemos sobre nuestros pasos y empezaremos a bajar por el cortafuegos. Nos saldremos en el primer sendero que veamos a la derecha. Pronto llegaremos a un cruce de pistas, en el que cogeremos la de la izquierda. Descenderemos suavemente para llegar a un collado y también cruce de caminos. En este punto tendremos dos opciones. La primera es seguir de frente y volver ya a Portilla. La segunda consiste en girar a la derecha y conocer la famosa Ruta de los Castillos.

Esta última opción desciende por una pista que va por el mismo fondo de una vaguada, dejándonos directamente en el pueblo de Berganzo. Cuando lleguemos a la carretera, iremos por una pista asfaltada directo a la iglesia. Por lo visto, en otro tiempo esto era una Torre; de hecho, todavía se distingue la antigua muralla.

Seguidamente, avanzaremos por una pista de tierra que, paralela a la carretera pero sin cruzar el río, nos llevará al siguiente pueblo de hoy, Ocio. Aquí tendremos la opción de subir por una potente, pero corta, cuesta asfaltada al Castillo de Lanos. Desde Ocio continúa un sendero dirección suroeste para, más adelante, girar bruscamente a la derecha dirección norte. Atravesaremos la carretera al lado de una colina donde se encuentra una antigua bodega excavada en la montaña.

El tramo más hermoso

A partir de ahora, nos toca el tramo más hermoso de toda la ruta. Se trata de avanzar por un sendero entre montañas y un campo con contrastes de hermosos colores. El sendero, poco a poco, va girando a la derecha para adentrarse de nuevo en el desfiladero de Pampernudos. Una vez en el desfiladero, cogeremos el primer sendero que veamos a la izquierda, un sendero labrado de forma natural entre paredes y rocas gigantes nos devolverá directos a Portilla.

Durante todo el trayecto os acompañará el canto de los ruiseñores, hermosa balada que ni siquiera el más lenguaraz de los trovadores del reino puede igualar. De agradecer, ya que con este escrito este humilde siervo no persigue otra cosa que no sea el deleite y alborozo de palaciegos, caballeros, nobles y plebeyos, en un recorrido que no os costará siquiera un maravedí. Reciban vuestras mercedes una grácil reverencia por saludo.