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Cómo debe ser un dietista-nutricionista


Cuando nos recomiendan o pensamos en buscar ayuda de un profesional de la dietética y nutrición, muchas veces puede resultar un proceso confuso y complicado. Es muy posible que ya hayamos acudido otras veces a centros o personas que aseguraban ser dietistas y al final hemos salido de allí con más dietas milagro, pautas restrictivas, suplementos, etc.

Lo que ocurre es que, en muchas ocasiones, quien afirma ser ‘nutricionista’, en realidad no lo es y puede poner en peligro nuestra salud física y mental, del mismo modo que aquellos que sí cuentan con la formación pero no actúan adecuadamente. De modo que, ¿en base a qué debemos elegir un dietista-nutricionista (DN) adecuado?

Lo primero a tener en cuenta es la formación. Existen dos tipos de profesionales que tienen estudios específicos y completos en el área de la nutrición y que pueden denominarse profesionalmente como ‘nutricionistas’ y son los siguientes: técnicos superiores en dietética y nutrición que han estudiado un grado superior de FP en nutrición y dietética. Se trata de una formación oficial y reconocida por el Ministerio de Educación y FP de dos cursos de duración. Por otro lado, están los profesionales que han estudiado el grado de Nutrición y dietética, carrera universitaria de cuatro años.

Cumplir uno de estos dos requisitos es esencial para que podamos ‘reconocerlo’ y diferenciarlo de aquellos otros profesionales sanitarios y pseudoprofesionales que dicen ser ‘nutricionistas’. Sin embargo, también es importante que el DN al que acudamos esté especializado en el área de nuestro interés (digestivo, salud mental, gestación y lactancia, deportivo, etc.), igual que no acudiríamos a un neurólogo por una úlcera digestiva.

Para facilitar la búsqueda del profesional teniendo en cuenta estos dos requisitos básicos, se puede consultar en el Colegio de Nutricionistas de cada provincia. Los DN, igual que otros profesionales sanitarios, nos colegiamos de manera que nos comprometemos a cumplir los requisitos correspondientes, como los dos anteriores, así como practicar nuestra actividad profesional bajo ciertas premisas como el rigor clínico o basar nuestra actividad en la evidencia científica. Hay varias cuestiones de índole general que pueden darnos pistas de si estamos ante un DN de verdad y, si así fuese, si estamos delante de un buen o mal profesional.

En primer lugar, la formación continuada. La nutrición es una ciencia que avanza rápidamente y en pocos años ha sido muy cambiante. Un profesional que no esté actualizado y en continua formación puede decirte cosas como «no se pueden tomar más de cuatro huevos a la semana», «las frutas tienen mucho azúcar», etc.

En segundo lugar, como explicaba anteriormente, no puede estar especializado en todo. No todos sabemos ni debemos saber de todo. Es como cuando en un restaurante la carta es muy variada y excesivamente extensa… puede ser señal de que dicha comida, probablemente, no será casera.

Tercero, debe realizar una extensa historia clínica en la que se tendrán en cuenta aspectos como cuál es nuestra situación médica, si tenemos algún tipo de alergia, enfermedades familiares e historial médico, si estamos tomando algún tipo de medicación... Se debe recoger la situación personal del paciente, datos sobre horarios, responsabilidades, hábitos, gustos y aversiones alimentarias.

En cuarto lugar, está uno de los aspectos más importantes y es que el profesional no debe juzgar y, por supuesto, no debe hacernos sentir culpables ni ‘echarnos la bronca’ si no hemos podido realizar algún cambio. Si esto es así, sea o no DN, significa que estamos ante un pésimo profesional. Quinto, independientemente de cuál sea nuestro problema o la motivación con la que acudimos, el peso corporal o el IMC no debe ser lo más relevante del tratamiento, los objetivos o la conversación. Nuestra salud es y debe ser el principal motivo para el profesional.

Y, por último, no debe asegurar ‘resultados rápidos’ o darnos una dieta fotocopiada al momento. Un buen DN debe valorar en conjunto todos los datos recogidos y tomarse su tiempo en analizarlos para después plantear siempre un tratamiento adaptado a cada paciente, su patología y situación personal.