JUN. 06 2022 - 21:30h Dos ranas en el centro de una batalla contra la minería en Ecuador El hallazgo de dos ranas en el bosque de Junín, Ecuador, es la última carta que poseen los ambientalistas para detener un proyecto minero en la zona. Si el proyecto se lleva adelante, tal y como se prevé, las ranas podrían desaparecer. Un ejemplar de la arlequín hocicuda. (Cristina VEGA RHOR | AFP) Paola López (AFP) Los ambientalistas ecuatorianos han dado con la última esperanza para paralizar la explotación minera que se prevé que se instale en el bosque de Junín, en Ecuador. Concretamente, el hallazgo trata de dos ranas: la rana cohete resistencia (todavía sin nombre científico) y la arlequín hocicuda (Atelopus longirostris), que se creía extinta desde hace décadas. Después de levantar pesados troncos y hurgar entre las piedras, Andrea Terán, bióloga del Centro Jambatu, dedicado a la investigación y conservación de anfibios, al fin puede exclamar «¡eureka!». En sus manos tiene una de las dos especies de rana que libran una singular batalla legal contra la minería en Ecuador. Empapada por el agua helada que baja de una cascada cristalina, Terán estudia la frágil vida de la rana cohete resistencia y de la arlequín hocicuda, cuyos hallazgos hace unos años causó alegría entre científicos y ambientalistas. La bióloga Andrea Terán busca a la rana cohete resistencia y a la arlequín hocicuda en el bosque de Junín. (Cristina VEGA RHOR/AFP) Asimismo, las ranas se convirtieron en un argumento para intentar frenar un proyecto minero de 4.829 hectáreas dentro de un bosque nublado con árboles de apariencia prehistórica en Junín, en la provincia de Imbabura, a tres horas y media de coche al norte de Quito. Primero apareció la arlequín hocicuda en 2016. «Era una rana que regresaba de la muerte», ha explicado emocionada Terán. Sin embargo, la bióloga teme que las alteraciones que pueda generar la minería en el entorno pueda perjudicar a estos anfibios: «Si se contamina el agua [por la minería] la última población de esta rana se pierde». Según la lista roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), la arlequín hocicuda está extinta. Pero los científicos volvieron a hallarla en un bosque entregado al proyecto cuprífero Llurimagua, a cargo de la Empresa Nacional de Minería (Enami) y la Corporación Nacional del Cobre de Chile (Codelco), cuya puesta en marcha está prevista para 2024 con una producción de 210.000 toneladas anuales de cobre. Así, la reaparición del arlequín hocicuda encendió todas las alarmas. Y el descubrimiento, a continuación, de una nueva rana cohete en 2019 no hizo más que aumentar las acciones para salvar este hábitat de la explotación minera. En este contexto, Terán encabezó en 2020 una querella en los tribunales para frenar la explotación. Aunque una jueza le dio la razón en primera instancia, perdió en la apelación. Los biólogos recogen un ejemplar de la arlequín hocicuda. (Cristina VEGA RHOR/AFP) En Ecuador, que incursionó en la minería a gran escala en 2019, hay al menos doce proyectos en etapa avanzada con reservas de unos 43,7 millones de onzas de oro, 20.93601 millones de kilogramos de cobre y 183 millones de onzas de plata, según las estimaciones de la consultora Grupo Spurrier. Resistencia Cuando científicos del Centro Jambatu dieron con la nueva especie de rana cohete, en un principio, pensaron que se trataba de la nodriza confusa (Ectopoglossus confusus). Sin embargo, una diferencia anatómica en su lengua y estudios genéticos confirmaron en 2019 que se trataba de una especie totalmente desconocida del género Ectopoglossus. Por lo tanto, en un guiño optimista, nombraron a esta pequeña y ágil rana marrón ‘resistencia’. «Las condiciones en las que vive son únicas, con el ruido de la cascada no sabemos cuáles son sus mecanismos de comunicación, no sabemos cómo es su biología reproductiva», ha explicado Terán. En una segunda batalla contra la concesión minera, un grupo de habitantes de Junín y pueblos vecinos impulsaron una nueva acción de protección. El argumento principal que utilizaron en este segundo intento se centró en los errores en los estudios de impacto y manejo ambiental en la primera fase de exploración avanzada, incluyendo la omisión de un plan de protección para las dos especies de ranas. «Hay tantos errores. Se vulneraron los derechos de la naturaleza, además los documentos jamás se socializaron de forma adecuada a la comunidad y no se realizó una consulta ambiental» a los pobladores, ha razonado Mario Moncayo, cuyo estudio jurídico apoya la causa. Sin embargo, el juez que conoció este nuevo pedido declaró que no había tal vulneración. Mientras tanto, en medio de esta disputa medioambiental, las autoridades del Gobierno ecuatoriano y representantes de la estatal minera han rechazado hacer declaraciones al respecto. Un ejemplar de la arlequín hocicuda reposa en las manos de un biólogo. (Cristina VEGA RHOR/AFP) Decisiones «megarresponsables» Ecuador, cuya Constitución consagra la protección de la naturaleza, tiene registradas 650 especies de ranas, de las cuales casi un 60% está en riesgo o en peligro crítico de desaparecer. «Estamos en una zona megadiversa y las decisiones que se deben tomar deben ser megarresponsables», ha sostenido la bióloga. La piel de las ranas, que tiene gran potencial medicinal, las hace extremadamente sensibles a los cambios ambientales, por lo que son consideradas bioindicadores: si el ecosistema es afectado pueden empezar a desaparecer. Sin embargo, los habitantes de la zona están divididos. Hugo Ramírez, un agricultor de 40 años, cree que el hallazgo de las ranas puede finalmente detener el proyecto de cobre: «Si las autoridades dan valor a las especies que habitan aquí, se debería parar». Pero para Pedro Vallejos, un carpintero de 63 años, ha lamentado que las acciones de los ambientalistas no incluyen opciones para paliar la pobreza, «en el campo no hay empleo, no hay alternativas». En este sentido, el Banco Central ecuatoriano estima que este año la producción petrolera y minera representarán un 6% del PIB.