GAIAK
Interview
Juan Uriarte
Promotor musical

«Que a nadie se le ocurra montar una sala de rock para ganar dinero»

La pandemia estorbó la celebración de los veinte años de vida de la sala rockera Hell Dorado, que este sábado 3 retoma las fiestas de cumpleaños con una programación asentada. Abrirá telón la vocalista americana Nikki Hill. Juan Uriarte, responsable del club gasteiztarra, realiza balances.

Juan Uriarte ante la icónica sala gasteiztarra. (Iñigo URIZ | FOKU)

Tras dos décadas a pleno rendimiento, exceptuando el paréntesis covid, la sala gasteiztarra Hell Dorado es uno de los clubs rockeros vascos más activos. La iniciativa nació de la mano de cuatro colegas del gremio –Juan Uriarte (Allnighters, Los Padrinos), Ernesto García (Allnighters), Jimmy Ruiz de Loizaga (Soziedad Alkohólika) e Iñaki Urbizu ‘Pela’ (Obligaciones, Sumisión City Blues)–,  que alquilaron un local en el polígono Oreitiasolo.

Lo habilitaron para unas 400 personas y se embarcaron desde octubre de 2001 en atraer público, disfrutar de grupos de su onda y sortear la burocracia y los sinsabores del negocio. Consiguieron cientos de socios y convirtieron el ‘Infierno Dorado’ en referencia del rock de guitarras y estilos colindantes. Ampliaron también su propuesta a grabaciones, rodajes, presentaciones, festivales, monólogos, memoriales, aniversarios, campamentos juveniles de rock, edición de un libro de retratos y hasta la celebración de catorce bodas.

El covid les paró en seco, primero con ERTE y cierre, y reabriendo después con una inviable dinámica de reducción de aforo. Costó sudores, pero fue llegando ayuda económica institucional y este año han podido trabajar en condiciones. Con recientes obras de ampliación como espacio hostelero contiguo, celebran desde este sábado y con un año de retraso el 20 cumpleaños con actuaciones de Nikki Hill, Maika Makovski, los australianos Electric Mary (que grabaran en su día el disco ‘Alive in Hell Dorado’), Marah, Elvez, The Excitements, Toundra y otras bandas invitadas.

Disuelta la asociación cultural en 2019, Juan Uriarte Gonzalo-Bilbao (Gasteiz, 1967) es hoy responsable del club sónico. ‘Juanito Terremoto’ reparte tareas de promoción y organización con su labor de productor apícola en las faldas del monte Kapildui o faenas de albañil en las obras del club. «Hombre de mil oficios, pobre seguro», aclara y confiesa que «como el rock ya me lo sé, a veces me sorprenden más las abejas».

Montar Hell Dorado fue una idea entusiasta de cuatro rockeros.

Es que no había salas de conciertos, solo un pequeño local, Tapioca, o el gaztetxe. Nos reunimos cuatro amigos músicos, creamos una asociación cultural, cogimos un local, lo reformamos nosotros mismos y programamos a nuestras bandas favoritas. Costó, pero la gente respondió.

La sala se convirtió en referencia rockera.

Cada época tiene sus historias. En los ochenta estuvo The End, para la que yo pegué carteles de crío. En los primeros años estuvimos solos, después abrió la sala Azkena, que era una vieja discoteca y pasó luego a ser Jimmy Jazz. Ha habido otros locales como El Elefante Blanco, que ha ido cambiando de nombres y nivel de actividad, Ibuhots… y ahora Urban Rock Concept.

Contar con socios parece haber sido una buena idea para captar público.

Llegamos a unos 600 y luego hemos andado en 400-500 hasta que la asociación cultural cerró legalmente, se reconvirtió en empresa SL y los socios pasaron a abonados. Con la pandemia tuvimos que cortar porque no sabíamos qué podía pasar con la sala. Ahora nos están preguntando por el tema, porque ofrece ventajas a la gente asidua, y posiblemente lo volvamos a retomar.

Cuando llegó la pandemia en marzo de 2020, ¿cómo iban el negocio y los ánimos?

Estábamos bien tras la época de Navidad, que es cuando mejor funcionamos, y nos pilló con la hucha un poco llena. Pero no podíamos afrontar gastos, hubo que parar y la plantilla de 16 personas entró en ERTE. Fue un desastre porque las instituciones ignoraron al sector cultural y a las salas aún más. No distinguían ni entre sector público (red de teatros) o salas privadas de conciertos. Tardaron meses en ver que estábamos en la ruina. En otoño 2020 hubo una primera ayuda municipal, nos dio trabajo la Diputación y fue llegando algún apoyo menor del Gobierno Vasco y otro importante del estatal. Hemos sobrevivido por haber pedido ayudas, con especial dificultad para los autónomos que hemos perdido en pandemia la cotización para el desempleo. Tras muchas broncas, Cultura del Gobierno Vasco ha dado ahora 14 subvenciones (1,2 millones) para salas y promotores y Hell Dorado ha recibido 107.914 euros.

«Hemos sobrevivido por haber pedido ayudas, con especial dificultad para los autónomos que hemos perdido en pandemia la cotización para el desempleo»

El club regresa con un calendario de recitales. Parece que festivales y conciertos de fiestas están a tope.

Comenzamos en febrero y fue un arranque potente porque la gente tenía ganas. Luego surgieron montón de festivales, las bandas prefieren tocar ahí porque cobran más y el público si hay festivales desaparece de las salas. Hay que esperar que tras el verano vuelva al circuito.

¿Hay un público que se ha perdido con la pandemia?

Es una constatación. Hicimos un trabajo ingente para lograr asistencia. Elaborábamos un fanzine informativo y CDs de las bandas visitantes que repartíamos por bares y tratamos de dar una imagen atrayente del rock. Parecía que habíamos asentado ese sector de público, pero con la pandemia algunos han pillado enfermedades o miedo, otros se han comprado bicicleta o han terminado de hacerse viejos, han descubierto Netflix u otras aficiones, quedan a comer o ir al monte con los amigos los fines de semana… Se ha perdido público y es un poco como vuelta a empezar.

¿Cómo está el mapa de las salas en activo?

Aquí, como salas profesionales está Jimmy Jazz, Urban Rock Concept y nosotros. La discoteca Kubik hace cosas sueltas. En Bilbao están Santana 27 y Kafe Antzokia. Azkena está recién reformado y hay sitios como Satélite T, Crazy Horse, Zuloa, Nave 9… que se mueven a nivel más pequeño. En Pamplona está Zentral, los de la Tótem de Atarrabia, que abrieron otro local en la capital, y poco más. En Gipuzkoa funcionan en Donostia Dabadaba, en una onda menos rock, o Doka y alguna sala medio privada medio púbica como Sanagustin de Azpeitia… Han caído las salas que había por pueblos grandes y quedan sitios sueltos como Gazteleku de Oñati, Espaloia de Elgeta… Y siempre están en todos los territorios los gaztetxes y miles de bares para conciertos pequeños.

¿El rock está viejuno? La propia sociología de urbes como Gasteiz parece mayor.

El rock va cumpliendo años. A quien le gustaba de joven lo rockero, punk… le seguirá gustando, pero es natural y saludable que los chavales de hoy tengan su música y les gusten otras cosas que a nosotros. Aunque hay muchos jóvenes tocando en grupos. El problema gordo es la pirámide poblacional. Vitoria y el propio Euskadi son territorio de viejos con una de las natalidades más bajas de Europa. En los ochenta, éramos el 40% de la población e hicimos el gaztetxe o Hala Bedi Irratia y todo lo que había. Y similar en todos los lados. Ahora, si no hay juventud ¿quién se mueve? ¿Los viejos, acomodados o funcionarios a los que les molesta todo? Somos lo que nuestros políticos aspiraban: una ciudad europea donde no se puede pasar de 30 por hora, se prohíbe el patinete, fumar, chillar… ¿Quieres rock and roll? Vete a Rumanía, Bulgaria, Lituania… Ahí tienes acción, ir a conciertos pagando poco o colándote, te rompen la cara y no pasa nada.

«A quien le gustaba de joven lo rockero, punk… le seguirá gustando, pero es natural y saludable que los chavales de hoy tengan su música»

Tras unos 1.500 conciertos, ¿cuáles han sido los más recordados?

He flipado con muchas bandas pequeñas que nadie sabe que existen. Los tejanos Soul Wagon, que estuvieron dos veces sin meter ni 100 personas y ahora van al BEC o llenan la plaza de toros de Vitoria. Los también tejanos Viva L'American Death Ray Music, los belgas The Experimental Tropic Blues Band…, cientos. Unos tienen suerte y otros persisten en el underground oscuro o desaparecen. Conciertos memorables fueron también los de Sharon Jones, que ya murió, el ‘inventor’ de la música surf Dick Dale…, cien mil.

¿Una sala de rock es el peor negocio posible?

Desde luego. Que a nadie se le ocurra montar una sala de rock para ganar dinero. Como quienes programan teatro o cine de calidad están sujetos al interés de muy pocas personas a las que les interesa esa música. El gran error fue no contemplar esto como empresa sino como un disfrute de la música en directo. Eso te lleva a grandes contradicciones: cada vez contratas menos a bandas muy pequeñas que no interesan. No puedes tener 16 trabajadores y que te vengan 60 personas. Así que la mayoría de salas contratan todos los años lo mismo porque sabes que lo vendes. ¿Y los que empiezan? Ahí tendrían que entrar las instituciones para apoyar circuitos con bandas noveles.

Se han divertido, han aportado entretenimiento y cultura a la gente, ¿ha merecido la pena?

Nos hemos divertido tanto… Cuando ves a la gente loca con Celedón, Marijaia, Nochevieja… piensas que no se enteran, porque aquí tenemos un fiestón así todos los sábados. Disfrutes memorables en un ambiente inigualable, conociendo gente alucinante… Pongamos en sordina disgustos, malos tragos… Lo hicimos para disfrutar de la música en directo y eso no hay dinero que lo pague. De momento, este sábado vuelve Nikki Hill, lo tenemos todo vendido y será la fiesta.