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Cuando Springsteen descubrió la música

El laureado compositor de Nueva Jersey publica un nuevo álbum, ‘Only the Strong Survive’, en el que se sirve de viejas canciones extraídas de la historia del soul y el rhythm and blues con el propósito, no solo de homenajear a dichos géneros, sino de señalarlos como su iniciática inspiración.


Cuando un músico de una trayectoria tan longeva y exitosa como la de Bruce Springsteen decide, por segunda vez en su carrera, siendo la primera la dedicada al cancionero de Pete Seeger en ‘We Shall Overcome: The Seeger Sessions', realizar un disco acudiendo a material ajeno, es lógico preguntarse acerca de las motivaciones que le han llevado a tal determinación. Y posiblemente solo haya que observar sus trabajos previos, sobre todo en su faceta argumental, para entender que este ‘Only the Strong Survive’ significa ahondar en ese ánimo nostálgico que el paso del tiempo y la pérdida de compañeros generacionales parece haber desatado en él.

Desempolvar aquellas viejas canciones de soul y rhythm and blues que le incitaron a adentrarse en la profesión, no deja de resultar la recreación de una mirada hacia atrás que pretende enfrentar el inevitable e incontrolable paso de los días para este, ya, septuagenario compositor. Porque si bien puede no ser tan evidente descubrir, frente a otras más ostensibles, las huellas depositadas por la música negra en su obra, un vistazo más en profundidad nos revela un concepto sonoro, y de la propia configuración de su banda, claramente permeable a este tipo de ritmos.

Más allá de esa genealogía sentimental que define a este nuevo trabajo, que por otro lado demuestra una exquisita sensibilidad a la hora de escoger el repertorio, recurriendo tanto a piezas como artistas nada obvios (Dobie Gray, Tyrone Davis, Jimmy Ruffin, Jackie Shane...) y ajenos a los créditos de cualquier recopilatorio de saldo, el gran desafío reside en la manera de trasladar ese espíritu al imaginario del estadounidense. Un tránsito en el que chocará con uno de los aspectos más polémicos a lo largo de su carrera, la manera de encarar la producción de sus discos, que si siempre han ostentado un gusto por la ampulosidad, la compañía actual en esas lides de Ron Aniello, implementa más todavía dicho carácter. Unos ademanes, que sumado a una impetuosa interpretación vocal, de  tono rasgado y especialmente intenso, ejercerán como tábula rasa frente a las sutilidades y matices que acumula la selección original.

Cantar al pasado desde el presente

Sin desdeñar por supuesto concretos acercamientos que alcanzan un sobresaliente resultado, como puede ser el trepidante paso melódico que imprime al exitoso ‘Do I Love You (Indeed I Do)’, de Frank Wilson, o la épica vitalidad convertida en descarnada declamación de ‘7 Rooms of Gloom', e incluso los más que apreciables arranques de delicado intimismo en ‘Soul Days’ o nuevamente el empuje al que somete ‘Turn Back the Hands of Time’, el resto de adaptaciones quedarán desdibujadas, en mayor o menor medida, entre un amasijo de instrumentación -en la que toma parte la sección de metales de su E Street Band- y una entonación demasiado invasiva. Una almibarada ‘What Becomes of the Brokenhearted’,  la excesiva dramatización en ‘I Forgot to Be Your Lover’, la inapropiada búsqueda de majestuosidad en ‘The Sun Ain't Gonna Shine Anymore’ o la conversión del elegante funky que es ‘When She Was My Girl’ en precipitada exuberancia, son demasiados ejemplos como para ser tratados de excepciones en esa extralimitación en el ímpetu que delatan ciertas grabaciones, que si por algo destacaron en su génesis, fue precisamente por su natural emoción, aquí convertida en una explosión de efervescencia que, más allá del primer impacto, rápidamente se disuelve.

Salvando y guardando a buen recaudo, porque así lo merecen, algunas versiones ya mencionadas, casi con toda seguridad este álbum tenderá a evaporarse entre la basta discografía del músico de Nueva Jersey, y lo hará paradójicamente por su derroche de brío, un error que podría achacarse a la propia carga anímica de esta empresa, ese siempre complicado ejercicio de recuperar aquellas melodías que escuchadas en su tocadiscos o en cualquier club despertaron su sueño, cumplido, de conquistar los escenarios. Convertido el disco en un intento loable, pero henchido de fogosidad, todo indica que lo más sensato, artísticamente hablando, habría sido mirar a ese pasado con los ojos del presente, quizás bajo un horizonte más entornado y crepuscular, pero con seguridad más emocionante.