JUL. 01 2024 - 06:00h El infinito legado de Johnny Cash Surgido tras el hallazgo de unas cintas inéditas por parte de su hijo, John Carter, ‘Songwriter’ (Universal Music, 2024) se suma a la lista de discos póstumos, con la particularidad de que en esta ocasión el repertorio seleccionado es el mismo que fue concebido para ser editado tres décadas atrás. Imagen de Johnny Cash que ilustra la portada del disco. (CORTESÍA DE UNIVERSAL MUSIC SPAIN) Kepa Arbizu Cuando a mediados de los noventa Johnny Cash aceptó la osada propuesta del talentoso productor Rick Rubin para revitalizar su figura interpretando composiciones contemporáneas, no solo comenzaba una saga, la de los ‘American Recordings’, que derivaría en una de las cimas musicales de las últimas décadas, sino que principalmente estaba ampliando sustancialmente el radio de acción de su leyenda. Trasladar a su voz profunda y crepuscular canciones de autores que incluían desde Depeche Mode a U2 pasando por Nick Cave o Tom Petty, entre otros muchos, significó dotar de un nuevo terreno emocional a aquellos temas y convertir su nombre en objeto de idolatría también para toda una generación ajena hasta entonces a la relevancia de aquel cantante country. La inesperada llegada de dicho éxito, que suponía enderezar unos erráticos años ochenta, y la consiguiente reformulación de su perfil artístico, adoptando una embriagadora y sobrecogedora representación, interrumpió el lógico desarrollo de algunas de sus grabaciones que permanecerían silenciadas y olvidadas por decisión propia el resto de sus días. Sin embargo, ese desván de la memoria, materializado en unas viejas cintas encontradas por su hijo, John Carter, es recuperado en el presente para encarnarse en un disco, ‘Songwriter’, que recoge un repertorio concebido con la intención de ser editado hace más de treinta años. Resucitando al ‘hombre de negro’ Obviando todo aquello que no fuera la voz y guitarra de Johnny Cash, ese aséptico punto de partida será el germen para que su vástago, reclutando a músicos afines al imaginario de su progenitor, como Marty Stuart y Dave Roe, e incluso solicitando la presencia de David Ferguson, el mismo productor que le acompañaba durante aquel periodo, configure y engalane unas piezas que con su actual puesta en escena pretende exponer toda la hondura y emotividad original del músico pero dispuestas sobre un paisaje sonoro que no ahuyente a esa amplísima cantidad de admiradores que acumuló en su postrera etapa. CORTESÍA DE UNIVERSAL MUSIC SPAIN Todo proyecto póstumo, y más cuando, como es el caso, han pasado dos décadas de la desaparición de su autor, carga con un inevitable dilema ético y creativo respecto a la conveniencia y trascendencia de su realización. Dudas que el inicio de este trabajo amenazan con presentarse bajo el peor de los augurios, porque aunque en la inaugural ‘Hello Out There’ su recargada presentación sirve para alentar el poso alegórico y espiritual, logrando incluso un éxtasis épico muy acorde con una pieza que comparte el desencanto y la incertidumbre que expresara Marvin Gaye en su ‘What's Going On’ por la deriva en la que estaba sumergida la humanidad, los claros síntomas de quedar cegada por sus excesos resultan evidentes. Mientras ‘Spotlight’ nos intenta convencer de haber asistido únicamente a un dubitativo comienzo, gracias a su blues cosmopolita, en el que no hace falta mirar los créditos para adivinar que tras él se encuentra Dan Auerbach, sin embargo ‘Drive On’ cierra un primer tramo de manera errática, disponiendo un manto decorativo tan espeso que acaba por desfigurar casi por completo ese recitar narrativo del intérprete que además acoge una sobresaliente simbología al usar sus propios dolores crónicos como metáfora del trastorno traumático sufrido por los combatientes en Vietnam. Pero como si de un aviso de la errónea decisión ejecutiva tomada se tratase, tocar fondo significa enderezar el rumbo de un disco que a partir de ese momento descartará dicha política de saturación instrumental para focalizar su esfuerzo en lo sustancial. Cantar para contar historias Aunque todavía hay ocasiones, como la representada en ‘Have You Ever Been to Little Rock?’, que destacan por el trabajo de ornamentación que se esconde tras ellas, su elaboración encuentra un sentido lógico que en absoluto trastoca la propia naturaleza del tema, consiguiendo al contrario implementar su carácter majestuoso. Cualidades que desde ese instante recaerán casi en exclusividad sobre el protagonismo de su también representativo modo de pulsar la guitarra, escueto pero firme y definitivo en su cometido, siendo guía de muchas de sus obras más insignes, y sobre todo premiando un tono de voz barítono y profundo que parece estar destinado a cumplir la misión de relatar historias, ya sea en un formato costumbrista y cotidiano como plasmando una mirada de mayor empaque reflexivo. CORTESÍA DE UNIVERSAL MUSIC SPAIN Buscando cobijo en un sonido netamente campestre, sus ademanes en ese ámbito se despliegan con extremada sensibilidad. Recursos que son entonados para que el honky tonk melancólico de ‘I Love You Tonite’, en el que hace acto de aparición otro destacado ‘songwriter’ como Waylon Jennings, se convierta en una preciosa carta de amor a su mujer June, vocación extensible a una ‘Poor Valley Girl’ en la que suma como destinataria a su madre, pionera en este tipo de ritmos, Maybelle Carter; y nada mejor que homenajear a las dos figuras femeninas principales en su vida que reproduciendo ese identificativo paso trotón que nos conduce hasta una sobria punzada nostálgica. Del mismo modo característico, incluso para el género country en su conjunto, es ese compás de vals que mece grácilmente a ‘She Sangs Sweet Baby James’ para ser presentada como una tierna nana, emotividad de la que se vale también ‘Sing It Pretty Sue’, originalmente publicada en 1962 y que le hace compartir melódica formulación con otros románticos afligidos como The Everly Brothers o Roy Orbison. Componiendo para el infinito A estas alturas no debemos ignorar que toda leyenda musical es al mismo tiempo un objeto de consumo, y como tal está sujeto a las leyes del mercado, que no son precisamente reconocibles por su afán cultural. Eso no quiere decir que la explotación de la trayectoria inédita de ciertos artistas ya finados sea necesariamente irrelevante, y el caso de Johnny Cash es un buen ejemplo de que varias de sus resurrecciones, como la que tenemos entre manos en la actualidad, ‘Songwriter’, significan, más allá de un ejercicio completista para los más avezados, ampliar y, en no pocas ocasiones diversificar, su legado. Nadie debería sentirse defraudado por no estar frente a una joya escondida que cambie el rumbo de la ya de por sí gloriosa trayectoria del compositor, ni estar exento de albergar suspicacias sobre la materia original del disco y el resultado definitivo que nos ha llegado, pero esquivando esas connotaciones, este trabajo nos ofrece desconocidos –en su mayoría– souvenirs con los que seguir paladeando la genialidad de este universal compositor. Porque solo aquellos privilegiados que alcanzan el título de leyenda son capaces de continuar cantando y emocionando después de muertos.