AUG. 05 2024 - 13:53h La luz artifical endurece las hojas de los árboles y dificulta la alimentación de los insectos Un estudio revela que la luz de las farolas en entornos urbanos hace que las hojas de los árboles se vuelvan tan duras que los insectos no pueden comérselas, lo que supone una amenaza para la cadena alimentaria. Las farolas que permanecen encendidas toda la noche endurecen las hojas de los árboles y dificultan la alimentación de los insectos. (Rafael BASTANTE | EUROPA PRESS) NAIZ Los científicos notaron que los árboles en los ecosistemas urbanos mostraban mucho menos daño que los de áreas más rurales y su investigación, publicada en ‘Frontiers in Plant Science’ y recogida por el diario británico ‘The Guardian’, ha arrojado luz sobre el posible motivo. «Nos dimos cuenta de que, en comparación con los ecosistemas naturales, las hojas de los árboles en la mayoría de los ecosistemas urbanos generalmente muestran pocos signos de daño por insectos. Teníamos curiosidad por saber por qué», explica el autor del estudio, Shuang Zhang, de la Academia China de Ciencias. «En dos de las especies de árboles más comunes en Beijing, la luz artificial durante la noche provocó una mayor dureza de las hojas y una disminución de los niveles de herbivoría de las hojas». Los científicos probaron dos familias comunes de árboles callejeros en Beijing: la pagoda japonesa y los fresnos verdes. Los árboles pagoda tienen hojas más pequeñas y suaves que los insectos prefieren masticar. Los investigadores pensaron que las plantas en áreas con altos niveles de luz artificial podrían centrarse en la defensa en lugar del crecimiento, lo que significa que sus hojas serían más duras y con más compuestos químicos de defensa. Para hacer la pruebas en los árboles, encontraron 30 muestras en carreteras principales que normalmente están iluminadas por farolas durante toda la noche. Midieron la cantidad de luz en cada sitio y luego testaron la dureza de las hojas de los árboles. Probaron casi 5.500 hojas para determinar propiedades que incluían tamaño, dureza, contenido de agua y niveles de nutrientes y defensas químicas. Si las hojas fueran más grandes, esto indicaría que las plantas dirigieron su energía al crecimiento de las hojas, pero si fueran duras y si tuviesen taninos u otras defensas químicas, significaría que habían destinado su energía a defenderse. Descubrieron que cuanto mayor era la iluminación, más duras eran las hojas. En las áreas más iluminadas por la noche, las hojas eran extremadamente duras y no mostraban signos de que los insectos las masticaban. Los investigadores admiten que hay aspectos que se les escapan, pero sugieren que los árboles expuestos a la luz artificial podrían extender la duración de su fotosíntesis. «Un proceso ecológico natural» Los árboles con las hojas intactas podrían resultar más agradables para la vista, pero también podrían ser una mala señal para el ecosistema. «Las hojas que no han sido dañadas por insectos pueden brindar consuelo a las personas, pero no a los insectos», apunta Zhang: «La herbivoría es un proceso ecológico natural que mantiene la biodiversidad de los insectos». Añade que «la disminución de la herbivoría puede provocar efectos catastróficos en la ecología. Niveles más bajos de herbivoría implican una menor abundancia de insectos herbívoros, lo que a su vez podría resultar en una menor abundancia de insectos depredadores, aves que se alimentan de insectos, etc. La disminución de los insectos es un patrón global observado en las últimas décadas, y es a esta tendencia a la que le deberíamos de prestar más atención».