Xandra  Romero
Nutricionista
OSASUNA

Día Mundial contra la Obesidad o la Gordofobia

El reciente 4 de marzo ha sido, hasta la fecha, el Día Mundial de la Obesidad, sin embargo, este año más de 180 activistas y colectivos se han unido para resignificarlo como el Día Mundial contra la Gordofobia. Esta reivindicación ha tenido como objetivo principal recordarle a la sociedad que el problema que sufren las personas obesas y/o con sobrepeso no es la obesidad, sino la gordofobia. La gordofobia, sobre la que hemos hablado largo y tendido en esta sección, se define como un sistema de opresión que pone a las personas obesas y/o con sobrepeso en una situación de desventaja, injusticia y exclusión. Entre otras muchas cuestiones, los activistas tras este manifiesto, señalan:

1. La existencia de otros muchos factores que determinan la salud, y que esta no está definida por el tamaño o el peso corporal. Hay gente obesa sana y otros que enferman, al igual que hay gente en “normopeso” que está sana y otras que enferman a pesar de ello también.

2. Perder peso no garantiza salud, incluso, en ocasiones acarrea serios efectos secundarios. El enfoque normativo al peso (dietas restrictivas, ejercicio físico punitivo, etc.) no promueve conductas de salud y, en realidad, puede dañar más a las personas (su salud física y mental).

3. La Organización Mundial de la Salud (OMS) no considera la obesidad una enfermedad, sino un posible factor de riesgo para algunas enfermedades.

Los dos primeros puntos, también han sido analizados en esta sección y han sido refutados por las evidencias científicas: atender únicamente a la cifra de peso o al IMC para evaluar el estado de salud de una persona es de todo menos efectivo, objetivo y válido, y la indicación de pérdida de peso, mediante dietas restrictivas, fármacos que se han tenido que retirar del mercado etc., no solo ha demostrado que no funciona, sino que acaba siendo “peor el remedio que la enfermedad” como dice el famoso dicho.

Sin embargo, el tercer punto, si la obesidad corresponde a un factor de riesgo o a una enfermedad, es un tema que ha generado y genera, en la actualidad, mucha discusión. No es nuevo; este tipo de debates se han dado en otros casos, como la osteoporosis, que pasó de ser considerada un aspecto normal del proceso de envejecimiento, a ser reconocida como enfermedad por la OMS en 1994.

Sobre la obesidad, en 1998, la OMS la definió como una enfermedad epidémica que suponía un importante problema de salud pública. La Federación Mundial de Obesidad (World Obesity Federation) la ha definido también como una enfermedad crónica, del mismo modo que la Asociación Americana de Endocrinos Clínicos (AACE) y el American College of Endocrinology (ACE) la consideran una enfermedad crónica basada en la adiposidad. Esta última definición incorpora el concepto de que el impacto en la salud puede estar relacionado tanto con la cantidad como con la distribución y/o función del tejido adiposo, es decir, si el exceso de grasa es subcutáneo o visceral.

Sin embargo, otras tantas organizaciones y asociaciones consideran que el término “obesidad” se asocia a una gran estigmatización tanto pública como por parte del propio paciente y de muchos profesionales sanitarios. Por todo esto, hoy de acuerdo a la clasificación internacional de enfermedades de la OMS, la obesidad se define como el anormal o excesivo almacenamiento de grasa, secundario a diferentes causas, incluyendo desbalance energético, fármacos y patología genética y la define como uno de los principales factores de riesgo para numerosas enfermedades crónicas.

Por lo tanto, si lo comparamos con otras patologías, podríamos concluir que en la obesidad coexisten los componentes de una enfermedad primaria y un factor de riesgo y que, en realidad, lo que está en cuestión, aunque ya es incuestionable, es la definición de obesidad como enfermedad basada tan solo por un punto de corte del IMC, comprendiendo que el proceso para realizar un diagnóstico debe incluir un estudio médico más amplio y riguroso, incluyendo examen físico, historia clínica detallada y parámetros de laboratorio, hormonales y otra serie de pruebas.

A la vez, debe tenerse presente que el estigma del peso es un tema importante que choca con las políticas actuales de prevención y tratamiento de la obesidad y que se tolera este estigma de forma implícita, a través de una mala elección del idioma y un discurso contradictorio. Y ya que “lo cortés no quita lo valiente”, se pueden y se deben establecer políticas de salud inclusivas para tratar pero, sobre todo, prevenir la obesidad, sin caer en la manida gordofobia.