Ritmos para un tiempo y un lugar
Como si de una gran tienda de discos se tratase, Durangoko Azoka se convierte durante varios días en una enorme y diversa cubeta donde escarbar y poder descubrir múltiples proyectos sonoros reflejo de la identidad heterogénea de sus autores. Novedades, reediciones o clásicos inmortales se ponen de largo para recibir la visita de ávidos oyentes dispuestos a hallar su melodía perfecta.
Con la llegada de diciembre, Durango asume la misión de establecerse como centro neurálgico de la cultura vasca. Una labor que, si bien se repite anualmente, la escenificación en cada una de sus ediciones adopta un aspecto particular porque, aunque su tarea global haya sido la siempre necesaria difusión y visibilización de la creación realizada en nuestras fronteras, esta se presenta determinada por la fisonomía propia de su tiempo. Y, si existe una disciplina especialmente permeable a los cambios que laten a su alrededor, esa es la música, por lo que no es exagerado decir que el material que esconde cada uno de los stands no solo es el espejo de la visión de un creador, sino igualmente el de un pedazo de sociedad.
ILUSTRES HABITUALES
Toda cita festiva -y esta pese a su indudable carácter artístico también lo es- cuenta con sus presencias indispensables, estatus propiciado por una larga trayectoria o por la ovación multitudinaria. Una condición que por supuesto es adjudicable a Ruper Ordorika que, pese a tener su último disco, “Bakarka II” (Elkar), desde inicios de año en el mercado, se convertirá seguro en escala para muchos visitantes dispuestos a degustar un segundo capítulo de esas interpretaciones austeras de varias de sus canciones ya conocidas. Un destino escogido por muchos asistentes como el que seguro también significarán Benito Lertxundi, que encapsula en “Gernika kontzertuan” (Kantaita Enea) su emocionante directo ofrecido en el Jai-Alai, o uno de sus herederos naturales, Mikel Urdangarin, que con “Mundua Eder” (Autoeditado) enfrenta el agrio sabor que destila el mundo en la actualidad bajo un ánimo de bello optimismo.
Un espíritu vitalista que latirá por igual en el sorprendente disco de Izaro, “Gabonetan” (autoeditado), conformado por canciones propias con ambientación navideña, o emanando de los sonidos de Korrontzi, que con “Korrontzi Band” (Elkar), y con motivo de su vigésimo aniversario, trasladan sus composiciones a un universo mucho más amplio, tanto como los 60 miembros que integran la Banda Municipal de Bilbo, encargados de impulsar sus temas.
Nombres veteranos que en el caso de Asgarth conmemoran su larga trayectoria con un “Zuzenean” (Elkar) que, tras quince años de silencio discográfico, captura su clásico heavy-metal desplegado en vivo en el Antzoki Zaharra de Añorga, siendo por su parte el 25º aniversario de Kokein un momento idóneo para entregar en “Bidea da helmuga” (Balaunka) otra fogosa tanda de su rock and roll. La a estas alturas icónica figura de Fermin Muguruza, que además es noticia recientemente por el anuncio de una apabullante gira que tendrá inicio próximamente, alargará su relación con la Azoka por partida doble: reeditando, con nuevas remezclas, su trabajo del 2006, “Euskal Herria Jamaika Clash” (Elkar), y publicando el álbum y DVD “Bidasoa: 2018-2023” (Elkar), un documental en el que, además de dar voz y poner rostro a activistas solidarios que actúan a ambos lados del río, también recuerda a aquellos que perdieron su vida en su intento por cruzar dicha frontera fluvial.
Un espíritu combativo que igualmente mueve a la legendaria banda de punk Delirium Tremens, que espolean su reciente regreso a la actividad con un nuevo álbum, “...Ta Nora?” (Balaunka), en el que se pueden encontrar aquellas contrastadas y admiradas particularidades con ademanes identificativos de esta grabación. Un repertorio que ha contado con la colaboración especial de Aiora Renteria, cantante de Zea Mays, quienes por su parte han decidido celebrar los 25 años de “Elektrizatea” (Garden Records) lanzando una copia remasterizada. Un disco y una canción titular que su versión especial para este 2024, arropada con multitud de voces invitadas, representa la perfecta metáfora del inmenso eco que ha ido acumulando dicho tema desde su aparición hasta el presente.
MODERNA TRADICIÓN
El habitual ostracismo, manifestado en un destierro a espacios minoritarios, al que son sometidas aquellas músicas alimentadas de raíces tradicionales viven durante estos días un paréntesis en cuanto a visibilidad, convirtiéndose la Azoka en un soplo de visibilidad para expresiones que, además de su indudable valor histórico, son vehículos perfectamente aptos para devorar diversas influencias con las que expandir, sin deslegitimar, su esencia. Un trayecto que sería inconcebible si no fuera gracias a la figura de ciertos pioneros llamados a derribar barreras. Especialmente significativo resulta, por lo tanto, la resurrección de Enarak, un grupo de seminaristas que, en plena dictadura franquista, decidieron cantar en euskara melodías de influencia pop, rock o psicodelia.
Si a través de un documental han puesto imágenes a aquella aventura, “Enarak” (Elkar) ejerce como oficiosa banda sonora, no solo desempolvando algunos de sus valiosos temas, sino incorporando versiones en directo hechas por Rüdiger, Liher y Amorante. Otros precursores que han celebrado su medio siglo de andadura sobre los escenarios son Errobi, la entente formada por Anje Duhalde y Mixel Ducau que, con la reedición de su discografía, vuelve a demostrar lo cerca que puede estar la oralidad del cante vasco con el acervo de la música de raíz americana.
En ese continuo retorno o doble dirección con que se expresa lo actual y lo pasado, el nuevo disco de Iñaki Palacios, donde el sonido del txistu se cita con diversos ambientes y ritmos en “Argizaiola” (Baga Biga), o la elegancia habitual de Mattin Lerissa a la hora de enarbolar el folk euskaldun, que en “Mundu zabalerako” (autoeditado) conjuga temas propios con ajenos y se nutre de textos de cariz literario, representan admirables ejemplos de valor clásico. Bajo una misión regeneradora, a la hora de decorar vetustas costumbres, aparecen nombres como Süne, exvocalista de Huntza que debuta con “Amaineman” (Balaunka), trasladando las populares romerías a escenarios de baile repletos de luces de neón, mientras que Albina Stardust, sirviéndose de su condición de travesti, hace convivir sonidos urbanos con instrumentos y melodías tradicionales, consiguiendo que “Izar” (Baga Biga) sea al mismo tiempo una reivindicación en cuanto a la identidad sexual y la demostración palmaria del dinamismo que pueden alcanzar representaciones de aspiración pretérita.
Pero una lengua vernácula como el euskara no es solo una herramienta válida para enunciar la tradición, sus prestaciones son capaces de sumergirse incluso en aquellos modos musicales de mayor vigencia y actualidad entre los estratos juveniles. Uno de los ejemplos más identificativos y de cada vez mayor recorrido entre el público es el proyecto de Kai Nakai, que con “Gaupasa” (autoeditado), más allá de postularse como pionera en el reguetón en dicho idioma, dibujan un mapa mucho más complejo. Vanguardias que en el caso de Eneritz Furyak hacen de su álbum “hhh” (autoeditado) un transgresor y sugerente itinerario, el mismo que recorren los jóvenes Zilibito Records a través de “Deabruen doinuak” (Baga Biga), esta vez empleando condiciones más melódicas pero igualmente heterodoxas.
Nuevas generaciones que también pueden verse representadas en los versos escritos en euskara y castellano por La Furia, dueña de un verbo de insolencia revolucionaria a ritmo de rap que convierte su más reciente trabajo, “Ultra” (Baga-Biga), en otra andanada tan necesaria como impactante. Proyectos que se afianzan o surgen mientras que otros, en un inevitable desarrollo de los acontecimientos, como el del colectivo Chill Mafia, finiquitan su andadura con “Agur Eta Ohore X Allá Va La Despedida” (Oso Polita), rúbrica a un testamento escueto pero impactante en su denodado esfuerzo por hacer del folklore un ecosistema en constante mutación.
CALEIDOSCÓPICA ESCENA
Como cualquier país occidental, buena parte de la música generada en nuestras fronteras crece al albur de las influencias anglosajonas, un punto de arranque que, pese a su innegable dominación, es también un poderoso generador de múltiples dialectos. Orbitando en torno a la tradición del folk-rock se encuentran Postal Kolekzionistak, como certifica la publicación de “Ezusteko Kantak” (autoeditado), un escenario que, si bien ha sido el origen del proyecto de Jon Basaguren, Izaki Gardenak, las composiciones de “Orube” (autoeditado) salen al encuentro hacia puntos de expresividad más contemporáneos. Mientras que el esperado disco debut de Ingot, “Zeugaz” (Elkar), encabezado por la voz de Itziar Ituño, recorre las diversas sendas que facilita el rock clásico bajo una actitud eminentemente punk, Keia convierte “Zamalanak” (autoeditado) en un espacio donde esos mismos parámetros discurren en paralelo entre líneas melódicas junto a otras repletas de contundencia.
La expresión más afilada y eléctrica cuenta entre sus vástagos con mejor rendimiento a propuestas como las que conviven en “III” (Bonberenea ekintzak), de Kuartz, alimentado de un rocoso e imponente hard rock, o la exhibición de músculo que también despliegan bajo dictados heavys unos Elbereth que amamantan a “Omen” (Basque Metal Country) a base de ráfagas metaleras. Guitarras que, de otro modo pero igualmente cargadas de energía, son las que vibran en el EP de Birkit, “Erosen Heriotzak” (autoeditado), un tratado fiel al habitual sonido oscuro de su autora pero bajo una punzada emocional de gran calibre, un estremecedor sentimiento que trasladan las complejas armonías de “Ostabe zuloan” (Balaunka), firmadas por Txopet, fluctuando entre el indie primigenio y texturas contemporáneas, las mismas que se sostienen entre un poso de densidad inherente a la identidad de Nize, que hacen de “Gaur ez naiz” (autoeditado) un atmosférico viaje.
Incluso el pop más ortodoxo será capaz de atisbar expresiones de lo más dispares y embriagadoras. Si Eider, bajo su presencia melódica, hace de “Nola aldatu gara?” (Baga-Biga) un sugerente encuentro entre sentimientos y entornos dispares, J Martina se encarga de que “Negu Gorri” (Balaunka) abra una grieta en la crisis estructural que vivimos para concebir, aunando tradición y modernidad, un ente particular. Fronteras que quedarán absolutamente derribadas y puestas en pie bajo una particular estructura de la mano de Olatz Salvador, entonando en “Zainak Eman” (Balaunka) un ejercicio de resiliencia observado desde un absoluto acento electrónico y ambiental.
MINORÍAS RUIDOSAS
Pero en un mundo en constante combustión que se desangra por sus heridas, es lógico -y deseable- que surjan constantemente gritos que señalen y cuestionen esa nada plácida realidad. Un contestatario ejército musical que tiene una de sus vanguardias en Ezpalak, que en “Gatza” (Patana Records) añaden a sus habituales características un deje más clásico, todo lo contrario que significa “Epelkeriaren Kontra” (Balio Dute-DDT), un manifiesto anticapitalista arengado por Nakar y agitado entre postpunk, hip-hop o electrónica. Un “bautizo” tan explícito como el de la banda Golpe de gracia supone toda una declaración de intenciones, como lo son también las demoledoras canciones de su “Heriotzari irri” (Tough Ain't Enough), deudoras de un punk serigrafiado por el membrete de la vieja escuela. Más ácratas en lo formal se presenta una banda de Arrasate, compuesta por viejos conocidos que, bajo el nórdico nombre de Nick Linbött, incorporan todo un crisol de referencias (desde el rhythm and blues al ska, pasando por el rockabilly) en un debut homónimo (autoeditado) que deja cenizas a su paso.
Quien no encuentre su lugar entre la oferta musical que residirá durante varias fechas en Durangoko Azoka de este año será por falta de intuición o por renunciar a la búsqueda de un sitio que, sonoramente hablando, seguro le está esperando. Porque, entre tantas propuestas, por supuesto hay cabida para aquellas que, ya sea por su difícil catalogación o por tratarse de registros no demandados ampliamente, tienden a agazaparse.
Ni Petti ni Ana Galarraga son precisamente nombres desconocidos, pero resulta especialmente llamativo un trabajo conjunto que trasladan desde los escenarios al formato disco, “Frankenstein agurgarria” (Elkar), un espectáculo donde, bajo una interpretación casi recitativa, circula -desde el folk al blues- en torno al famoso libro de Mary Shelley. Influencias de ritmos afroamericanos que, si en el debut de Miriam Lujua, “Lur” (autoeditado), se sirve de ellos para obtener una plasmación más contemporánea y bailable, en “Denbora” (Errabal Jazz), de Mikel Urretagoiena, protagonizan un estilista trabajo de jazz concebido desde un admirable y digno de elogio clasicismo formal.
Y, si de inclasificables y tremendamente talentosos nombres hablamos, hay que referirse al disco “Inbasioak” (autoeditado), donde Ekhi Lambert, a medio camino entre el bardo y el crooner, propulsa su voz hasta un primer plano para encabezar una nutrida orquestación que funciona como un frondoso pero atractivo bosque lleno de rincones por descubrir. Pulsión experimental que también crece en el proyecto del donostiarra Mark Duti, que titula de igual forma un trabajo que consta de dos extensas piezas instrumentales, ligadas por igual al rock progresivo, el jazz o el funk, que se comportan como una sinfonía de inagotables matices.
Cualquier artículo o compendio de nombres resulta insuficiente si de lo que se trata es de glosar como se merecen las innumerables propuestas musicales que desde el 5 al 8 de diciembre residirán en Durango. Porque cada stand funciona como posible parada de un viaje que, para ser disfrutado en toda su magnitud, requiere tiempo y voluntad de dejarse sorprender, solo de esa manera cada visitante será capaz de encontrar, a modo de camino de baldosas amarillas, su propio lugar e incluso caer asombrado en destinos que nunca habría imaginado avistar. Esa es la verdadera magia y relevancia que adquiere este enclave anual que, más allá de significar unas jornadas de reunión y celebración en torno al alma de la cultura vasca, debe ser entendida y escuchada como el múltiple coro de voces con las que se expresa toda una sociedad.