APR. 13 2025 ARKITEKTURA La vivienda positiva He aquí una apuesta por la vivienda colectiva y respetuosa con el medio ambiente. La autora habla de una docena de apartamentos construidos en Catalunya con materiales sostenibles que cuentan con autonomía energética y alimentaria; casas cómodas que además respetan el entorno. En las imágenes se aprecian los espacios exteriores de relación en las fachadas del conjunto residencial. También, las zonas ajardinadas con huertas para la producción alimentaria de la comunidad. (Stella Rotger) Francisca Gual Ors La forma de construir y habitar nuestras viviendas ha estado dominada durante mucho tiempo por modelos convencionales, más centrados en la producción que en la búsqueda de bienestar. El elevado gasto energético y el impacto ambiental de estos procesos, junto con la proliferación de modelos habitacionales que descuidan la comodidad, la salud y las necesidades de sus habitantes, han impulsado una transición hacia sistemas más responsables y humanos. Las casas pasivas representan una mejora significativa, optimizando los recursos para reducir al mínimo su demanda energética. Sin embargo, los alojamientos positivos todavía van un paso más allá, no solo minimizan su consumo, sino que también se convierten en generadores activos de autosuficiencia. Es decir, no solo reducen su impacto ambiental, sino que producen más energía de la que consumen, contribuyendo a un futuro más sostenible mediante la aportación de sus excedentes. En 2023, el equipo de Bunyesc Arquitectura Eficient finalizó la construcción de doce apartamentos positivos en Dosrius, Catalunya. El proyecto aprovecha al máximo los bienes naturales existentes, optimizando la demanda energética, gestionando el agua de manera eficiente y fomentando la producción de alimentos. Stella Rotger Más allá de proporcionar un hogar a las doce unidades convivenciales que lo habitan, el conjunto residencial permite el autoabastecimiento energético y alimentario del grupo. Los residentes tienen acceso a diversas áreas compartidas: espacios de coworking, lavanderías o terrazas ajardinadas, destinando un 45% de la superficie edificada a espacios colectivos. Además, se habilitan huertos individuales para que puedan cultivar sus propios alimentos, así como un área para el cuidado y cría de gallinas, promoviendo una alimentación más saludable y de proximidad. Estas acciones refuerzan la autogestión y tejen lazos comunitarios para colaborar en la administración de los recursos. Con estas medidas, el edificio no solo reduce la dependencia de medios externos, sino que también activa procesos de obtención de alimentos, conectando a las personas con los ciclos naturales. En cuanto a la captación hídrica, se ha instalado un sistema de recogida de agua de lluvia, con un depósito de 20.000 litros, que permite reutilizarla en el riego de jardines y cultivos, maximizando así la gestión hidrológica del complejo habitacional. El sistema de paneles fotovoltaicos genera más electricidad de la que consumen sus habitantes a lo largo del año, lo que se traduce en un ahorro significativo para la comunidad. Stella Rotger Las decisiones constructivas responden a todas las premisas de partida, utilizando materiales de bajo impacto en la estructura y en los revestimientos de madera natural. La envolvente del edificio combina la madera con chapa metálica, lo que contribuye a mantener el confort térmico sin necesidad de calefacción convencional durante la mayoría de los días del año. En verano, elementos como la vegetación en la fachada oeste, las protecciones solares móviles, la ventilación cruzada y los sistemas de renovación de aire, garantizan el equilibrio térmico. El proyecto no solo afronta los desafíos ambientales actuales, sino que también devuelve a las personas su papel esencial, colocándolas de nuevo en el centro de la vivienda. La combinación de estrategias bioclimáticas, materiales sostenibles y autonomía energética y alimentaria demuestra que es posible construir hogares que respeten el entorno sin renunciar a la comodidad y el bienestar. La arquitectura se convierte en una herramienta clave para mejorar la calidad de vida en nuestras casas y ciudades, apostando necesariamente por la colectividad y el medio ambiente. Los alojamientos positivos todavía van un paso más allá, no solo minimizan su consumo, sino que también se convierten en generadores activos de autosuficiencia