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bajo la amenaza de las petroleras

El arrecife perdido esconde un tesoro

Aunque sea difícil de creer, en nuestro siglo XXI todavía quedan zonas sin explorar en el planeta. Un ejemplo es un gran arrecife de coral de 9.500 metros cuadrados que se extiende desde Maranhao, en Brasil, hasta la Guayana Francesa, y del que la organización ecologista Greenpeace ha dado a conocer ahora las primeras imágenes. El problema es que una exploración petrolífera amenaza su supervivencia.


Amediados del año pasado, la revista “Science” adelantaba los resultados de un estudio en el que se presentaban las primeras evidencias de la existencia de una extensa y rica formación de arrecifes coralinos en la desembocadura del río Amazonas. Ahora, la organización ecologista Greenpeace ha divulgado las primeras imágenes submarinas de este bioma único en el mundo a raíz de que científicos brasileños y activistas de la organización hayan completado una expedición que ha conseguido captar una importante colección de fotografías y vídeos de una parte de estos arrecifes que se extienden sobre unos 9.500 kilómetros cuadrados de fondos marinos, desde la Guayana Francesa hasta el estado brasileño de Maranhão. Para que nos hagamos una idea, se trata de una zona mayor en extensión que la ciudad de Sao Paulo o de Londres. Pero la amenaza ahora está en que las empresas Total y BP podrían empezar a perforar en esta zona si obtienen la autorización del Gobierno brasileño.

La valiosa y hasta ahora poca conocida formación de arrecifes forma un arco en el océano Atlántico a unos 100 kilómetros de la desembocadura del Amazonas, el mayor río del mundo. El equipo ha realizado las investigaciones con un submarino transportado en el barco Esperanza, una de las más emblemáticas embarcaciones de Greenpeace, y al uso de un submarino especial con capacidad para dos personas con el que consiguió descender hasta 220 metros de profundidad. El primer avistamiento se realizó, por tanto, a esa profundidad y a 100 kilómetros de la costa brasileña. El submarino fue comandado por el piloto John Hocevar, militante de la campaña de océanos de Greenpeace en Estados Unidos, quien tuvo como acompañante al biólogo brasileño Ronaldo Francini Filho, uno de los científicos que describió el arrecife en el artículo publicado en “Science”.

«Este arrecife es importante por varias razones: se trata de un sistema único en cuanto al uso y la disponibilidad de luz y a las condiciones fisicoquímicas del agua. Tiene un gran potencial para albergar nuevas especies y también es importante para la economía de las comunidades pesqueras locales», en palabras de Nils Asp, investigador de la Universidad Federal de Pará (Brasil). «Nuestro equipo –agrega– quiere tener mayor conocimiento de cómo funciona este arrecife y resolver importantes incógnitas como su mecanismo fotosintético con luz limitada. Esperamos poder aumentar la superficie mapeada del arrecife. Hasta ahora solo se conoce el 5%».

¿Petróleo o futuro? Mientras los expertos tan solo han comenzado a estudiar el arrecife y sus implicaciones, los planes de las empresas Total y BP son bien distintos, ya planean explorar la zona en busca de petróleo. Se estima que las reservas son de aproximadamente 15.000 a 20.000 millones de barriles. «Debemos defender el arrecife y toda la región de la boca de la cuenca del Amazonas de la avaricia de las empresas que anteponen los beneficios económicos al medio ambiente y a las personas. Una de las zonas que podría explorar la petrolera Total se encuentra a tan solo 8 kilómetros del arrecife, y el proceso de autorización ambiental ya se ha iniciado», explica Elvira Jiménez, responsable de Océanos de Greenpeace.

Las perforaciones petrolíferas en esta región supondrán una amenaza constante de vertido. El Parque Nacional del Cabo Naranja, el punto más al norte del estado brasileño de Amapá, aloja el ecosistema continuo de manglar más grande del mundo, y no existe ninguna tecnología disponible que pudiese limpiar un vertido si sucediera en una zona de estas características. El riesgo se incrementa por la presencia de fuertes corrientes y el sedimento que transporta el río Amazonas. Hasta el momento se han perforado 95 pozos, de los cuales se han abandonado 27 como resultado de incidencias mecánicas y el resto debido a la ausencia de gas o petróleo cuya extracción sea económica o técnicamente viable.

La boca del Amazonas es el hábitat del manatí del Caribe, la tortuga terecay y la nutria gigante, una especie en peligro. También es el hogar de poblaciones pesqueras locales y de 80 comunidades indígenas Quilombola que dependen de los recursos de esta zona para su actividad económica.