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ARQUITECTURA

Estado de ruina


Las inscripciones del acantilado de Qianfoya, en Guangyuan, en el centro de la provincia de Sichuan (China), se remontan a hace más de 1.700 años, siendo uno de los legados monumentales más importantes de la dinastía Wei, datados en el siglo IV d. C. Debido a su severo deterioro, la Administración Nacional de Patrimonio Cultural aprobó un proyecto experimental arquitectónico para proteger y conservar una pequeña parte de las inscripciones. En cierto modo, el objetivo era también el de explorar un método efectivo para todo el área y evitar así que la totalidad de las grutas continuasen erosionándose.

El proyecto inaugura, por lo tanto, la tradición de construir refugios para las inscripciones de los acantilados en el área de Sichuan. Apoyado en alta tecnología para el análisis de los datos y escaneado de las áreas a proteger, crea a partir de ese estudio un ambiente físico protector para las antiguas inscripciones y, al mismo tiempo, una arquitectura respetuosa con el paisaje y el lugar.

Las 23 cuevas y nichos del extremo norte del acantilado fueron las elegidas para realizar el proyecto de cubierta, basada en una estructura experimental de conservación que se levanta a una altura de 36 metros sobre el río Jialing. La nueva protección cubre un área de tan solo 410 metros cuadrados, aunque suficientes para guarecer los restos arqueológicos del característico clima de la región: un clima con mucha lluvia en verano, un fuerte viento que pasa por la ribera en invierno y bastante luz solar durante todo el año; es decir un sumatorio de las peores condiciones posibles para la conservación de los restos.

Dado que el primer y principal propósito del proyecto era proteger las inscripciones del acantilado correctamente, se recogieron gran cantidad de datos ambientales, en base a los cuales se establecieron los principales objetivos de diseño. Por un lado, la arquitectura debería aislar las inscripciones del acantilado del agua de la lluvia; y por otro, disminuir la velocidad del viento que pasa. Y además, reducir la fluctuación de la temperatura en el acantilado debido a la exposición solar del oeste, proporcionando sombra. Evidentemente, la intervención debía ser tremendamente respetuosa con el lugar, mantener el acantilado intacto en la medida de lo posible, así como sus condiciones de temperatura y humedad originales.

El segundo objetivo era coordinar la arquitectura con su entorno paisajístico. Por lo tanto, se visitaron los pequeños refugios, pabellones y viviendas de las aldeas cercanas, para establecer un contexto cultural y paisajístico que permitiese encontrar soluciones a la integración de la nueva pieza en la región.

Con todos estos datos, el estudio THAD diseñó una envolvente semitransparente que, mediante una cortina de azulejos, dibuja una piel transpirable que se cierra tanto contra las paredes laterales como contra el techo, para asegurar la permeabilidad de la estructura. Esta envolvente transpirable protege las piezas talladas en la roca de la lluvia y el sol directo, y reduce la velocidad del viento que pasa por la superficie, mientras asegura la ventilación completa del aire a una velocidad adecuada dentro la estructura. De este modo, resuelve el problema de las cubriciones tradicionales que, a la postre, causan daños debido a las altas temperaturas concentradas en el interior. Las aberturas en la fachada oeste están diseñadas para reforzar la ventilación en verano de acuerdo con los modelos de cálculo que se habían efectuado, mientras que en el sur están completamente abiertos para asegurar la corriente de aire.

Mimetización. Los azulejos grises son ampliamente utilizados en el proyecto como uno de los materiales principales tanto en las paredes como en el techo. Además de un material local muy común, su alma arcillosa es similar a la del acantilado y con el tiempo se irá mimetizando con la pared rocosa. Es fácil imaginar además cómo poco a poco el musgo y las pequeñas plantas aparecerán sobre esas tejas integrando aún más el edificio en su contexto; una acción que aporta a la arquitectura un cierto sentido de crecimiento orgánico.

Al igual que los edificios locales de la provincia norteña de Sichuan, toda esta envolvente queda sujeta a las paredes de piedra del cortado mediante unos pilares tratados con aceites para protegerlos de la humedad que le otorgan ese color negro característico. La estructura está anclada sobre una plataforma en voladizo que, en el fondo, es la que da soporte a esa piel protectora. Para minimizar la perturbación del acantilado durante la construcción de la estructura, las cimentaciones de los pilares fueron excavadas manualmente hasta una profundidad de 18 metros como base del voladizo. Además de la protección de las inscripciones del acantilado, la estructura tiene también una función docente de los valores del patrimonio cultural. Por este motivo, en su interior se insertó un pequeño espacio que ofrece toda suerte de explicaciones sobre los monumentos protegidos.

Esa envolvente permeable construida con tejas, junto con la geometría inclinada del conjunto, ofrece en cierto modo una imagen de inestabilidad o, si se prefiere de temporalidad, una sensación que establece un diálogo con el estado ruinoso que la nueva pieza pretende frenar.