7K - zazpika astekaria
Interview

¿Qué te apuestas?

Cuando 7K dio sus primeros pasos el juego online aún estaba por llegar. Entonces se cantaban las apuestas en frontones y plazas, los retos se recogían en pizarras mientras el juego alrededor del fútbol se limitaba a porras taberneras y apuestas entre particulares. La aparición de las casas de apuestas en 2008 internacionalizó y aumentó el negocio. Actualmente se puede apostar dinero a cualquier deporte, a cualquier hora del día, y los 365 días del año. Se calcula que en el Estado español se juegan más de 5.000 millones de euros anuales.


Las apuestas deportivas son el juego de azar más antiguo del mundo porque prácticamente nacieron a la par de la propia competición. Las inventaron los griegos, luego los romanos las convirtieron en negocio y unos siglos después los británicos se encargaron de diversificarlas. Muy ligadas a los deportes vascos, la impresión generalizada es que las distintas disciplinas incluidas en herri kirolak o pelota no hubieran sobrevivido en el tiempo, tal y como las conocemos, sin esa costumbre que consiste en jugarse el dinero directamente o a través de intermediarios. Relacionadas con las pruebas de bueyes, entre hachas o piedras descomunales, desde la pelota al remo, las apuestas a través de un corredor forman parte de la idiosincrasia de las disciplinas vascas y están incluidas en la función desde hace más tiempo del que recuerdan los que siguen en activo.

Las casas de apuestas, por tanto, llegaron a terreno abonado e impusieron ese modelo global que las nuevas tecnologías hicieron posible y ha derivado en un enorme negocio en el que existe la posibilidad de apostar las 24 horas del día y los 365 días del año. En Euskal Herria desembarcaron en 2008. El Grupo KIROL, que cuenta con 270 trabajadores, fue pionero y es el actual líder en el Estado español con más de 5.000 terminales repartidas por todo el territorio ubicadas en salones recreativos, establecimientos hosteleros y salones propios, además de página webs o apps.

La compañía vasca, con sede en Eibar, se precia de haber sido la artífice a nivel mundial de la primera apuesta realizada en una terminal que funcionaba de manera independiente. Beñardo Elorz, director de marketing del Grupo KIROL, recuerda que hasta entonces «en Inglaterra, un lugar que tiene una tradición muy arraigada, las apuestas siempre se habían realizado en una ventanilla a través de una persona». La tecnología se apuntaba otro tanto.

Muy presentes en lugares de ocio, las empresas del sector tienen un amplio dispositivo de publicidad a través de patrocinios, cuñas, luminosos anuncios electrónicos en las gradas de los estadios o máquinas instaladas en bares en las que lo mismo puedes jugarte unos euros a un caballo de un hipódromo inglés que a un partido del Eurobasket. Se puede apostar a todos los deportes que tengan un resultado oficial, por lo que la lista supera los cuarenta. El fútbol también es el deporte rey en este campo, donde se abarcan los grandes acontecimientos y los partidos en otras categorías con una fórmula en la que se pueden llegar a realizar más de un centenar de posibilidades diferentes de un mismo encuentro, puesto que al resultado se le unen otras variantes como número de faltas, primer goleador... en un sinfín de probabilidades.

Las reglas del juego. Las casas de apuestas están vinculadas a los grandes equipos, pero también a otros de categorías inferiores, en el bombo virtual hay sitio para todos. Lógicamente, el método para formalizar una apuesta es sencillo: solo hay que seguir las instrucciones y, por supuesto, pagar. Se admiten apuestas desde 1 euro a 100, tal y como está regulado por el Gobierno de Gasteiz. «Antes la gente se jugaba los caseríos, pero nosotros no podemos aceptar una apuesta así, porque lo dice la ley. Trabajamos con una normativa muy restrictiva, de lo que además me alegro. El Gobierno Vasco no permite apuestas de más de 100 euros por persona; puedes hacer tres apuestas de 100 euros, pero no una de 300», explica Elorz.

Es evidente que las nuevas generaciones optan por las máquinas. Familiarizados con las nuevas tecnologías son potenciales clientes que se han incorporado a esos juegos que tienen a mano, bien vía móvil o vía máquina. «El tipo de apostador que nos gusta a nosotros es el social, el que juega poco dinero y de vez en cuando. Se trata de vivir el deporte con un poco más de intensidad. Apuestas de 2, 3 y 5 euros, importes reducidos. Nosotros buscamos volumen», asegura Elorz. No obstante, ante la alerta de que una afición puede derivar en ludopatía insiste en que el control y el consumo deben de ser responsables: «Pero no solo ante el juego, también frente al alcohol, el tabaco o la utilización abusiva de teléfonos móviles. Nosotros tenemos un Comité de Juego responsable y una normas muy precisas de como deben actuar los encargados de los bares y establecimientos donde colocamos nuestras máquinas», señala ante el riesgo de que apuesten menores de edad.

Es, probablemente, lo que no tienen los corredores tradicionales que trabajan en los deportes vascos con una clientela más visible, menos numerosa y de más edad. Eugenio Alberdi, a sus 61 años, es un corredor experimentado que, desde los 27, ha cantado en frontones, probalekus y en las grandes citas del remo. Fue corredor de las empresas de pelota Jolas Nahi y Asegarce y ahora frecuenta las plazas de herri kirolak y se planta en Portaletas los dos primeros días de setiembre coincidiendo con la Bandera de la Concha. Cree que los apostantes «de toda la vida» se mantienen fieles al sistema tradicional: la oferta y la contraoferta, cantada a viva a voz o plasmada con bolígrafo en una hoja de papel. Un entorno en el que la mayoría se conoce y la confianza es esencial: «Con el papel de una apuesta no puedes ir a reclamar a ningún sitio. Y más de uno alguna vez te deja un cañón», añade.

En realidad, solo el mundillo sabe las cantidades que se mueven. «Se supone que cada uno con su dinero puede hacer lo que quiera. Hay gente que se ha jugado mucho, pero por apostar más no ganas más», afirma Alberdi, que en 34 años en primera línea, confiesa que jamás ha visto jugarse un caserío. Reconoce también que los jóvenes entran poco y son más bien pasionales: «Apuestan por sus pelotaris o por su trainera en fechas determinadas, más por afición que por dinero y normalmente con el corazón», sonríe.

Las empresas de pelota tienen sus propios corredores con los que establecen sus porcentajes y, en los últimos años, un canon que el corredor debe abonarles mensualmente y se estableció a raíz de la aparición de ese apostador telefónico que sigue el partido por televisión desde su casa. La intendencia ejerce cierto control entre los corredores y facilita los datos a las empresas. Otra cosa son las pruebas de herri kirolak o de remo, en las que ejercen de autónomos y «nosotros corremos con todos los gastos», matiza.

La mayoría de los corredores tienen otro trabajo. «Cantar» les supone un plus, pero sobre todo una forma de vida unida a un ambiente que según Alberdi engancha: «Un corredor nunca se retira, solo la vejez, la incapacidad o la muerte le apartan. Pero ahora hay menos que antes, igual no llega para todos. Antes en el frontón te encontrabas a 17 corredores, ahora solo cuatro o cinco. También en la Bandera de la Concha, la última vez solo estuvimos tres». Curiosamente compartiendo escenario con las terminales.

Aún así, lejos de verlo como un oficio en extinción el veterano corredor cree que la casas de apuestas no van a acabar con el artekari: «Antes serán los animalistas», concluye.