Fermín munarriz
IRITZIA

Mil veces país, emoción y belleza

Confieso que, desde que me invitaron a escribir estas líneas hasta el momento de hacerlo, no he podido reprimir la tentación de hurgar en la hemeroteca para dar físicamente con aquel primer número de 7K. Fundamentalmente con el ánimo de recordar aquella época de la que me toca ofrecer unos apuntes. Y aquí estoy, con el folio en blanco aparcado a un lado y el primer volumen encuadernado de 7K de 1999 al otro, disfrutando de sus páginas con fruición y una sonrisa.

Un plano medio de un joven Kepa Junkera oculto tras su vigorosa trikitixa que se despliega como un ala hacia lo alto fue la portada de aquel primer ejemplar del domingo 31 de enero de 1999, justo dos días después del nacimiento de GARA. No fue fácil aquel alumbramiento, y mucho menos los siguientes, pero ahora, con la perspectiva de casi dos décadas, compruebo que los pilares que lo inspiraban eran sólidos y la fórmula acertada. No en vano, se trataba en aquel entonces de la única revista dominical elaborada íntegramente en Euskal Herria. La prensa en papel y el mercado de las publicaciones periódicas estaban mayoritariamente dominados por grupos económicos españoles o franceses y por las cabeceras clásicas que contaban con el favor de la publicidad, de las instituciones y de la costumbre.

Veníamos de una situación traumática, y la urgencia por recuperar el espacio arrebatado por la fuerza bruta a la prensa vasca nos hizo trabajar más rápido y de modo más precario de lo que cabía desear. Así que la elaboración de aquel primer número de 7K nos pilló en un local prestado en Hernani y con unos fatigados ordenadores sobre caballetes. Tampoco había sillas para todos los miembros del equipo. Ni siquiera era aquel el tema central elegido para el estreno, sino una entrevista con el zapatista subcomandante Marcos, que alguna mano negra interceptó... en Holanda. Pero 7K vio la luz y para el segundo número ya nos encontrábamos en un local de Iruñea, tan vacío como el anterior, donde seguían faltando... sillas. Pero no determinación, así que la maquinaria se puso en marcha y ya nunca se interrumpió.

Y sonrío al repasar aquellos primeros números pues reconozco en ellos las líneas maestras que entonces nos planteamos y que han perdurado y mejorado durante estos años y sus diferentes equipos responsables. Formábamos parte de un gran proyecto de comunicación para Euskal Herria, innovador y popular, y al grupo de suplementos nos correspondía aportar desde ese ámbito un producto acorde con él. Crear medios propios era una manera de ensanchar el tan necesario espacio comunicativo vasco desde todos los flancos, incluido también el periodismo de divulgación y entretenimiento: «La única revista dominical hecha en Euskal Herria y para Euskal Herria». No era poco, así que debíamos pensar en grande para cumplir el reto de que en cada portada, cada fin de semana, los lectores y lectoras de GARA pudieran encontrarse con una sorpresa, un impacto... Y establecimos tres ingredientes: país, emoción y belleza.

Debíamos contribuir a descubrir nuestro país, sus gentes, su historia, su naturaleza; buscaríamos la emoción, ese ingrediente cautivador del relato literario y visual; y reivindicaríamos la belleza de la imágenes, de las fotografías, como vehículo privilegiado del periodismo. Y aún más: 7K sería, además, una ventana al mundo, a sus caras más amables y también a las más turbulentas de un planeta que dejaba atrás un siglo y despertaba a otro con tensiones y aspiraciones.

Constato en aquellos primeros ejemplares ese hilo conductor que compaginaba la gira británica de Kepa Junkera con los corsarios vascos, el subcomandante Marcos con el arte de Vicente Ameztoy, "el Drogas" travestido de geisha con las andanzas del Che en Praga, la vida del caserío con las cimas del Himalaya, los ayuntamientos vascos con la isla de los esclavos de Gorée, la Irlanda de los Acuerdos de Viernes Santo con los castillos del Viejo Reino...

Pero no todo eran reportajes o entrevistas. La revista contó desde sus inicios con un excelente plantel de colaboradores literarios, fotográficos y temáticos que se sumaron a una plantilla brillante y que armaron definitivamente el producto hasta darle una personalidad propia. En meses eran ya más de cien personas las que, de una manera u otra, hacían de 7K algo que, como nos reconocían, había abierto nuevas opciones para los profesionales del periodismo, en particular a los de la fotografía, que no habían tenido oportunidad hasta entonces de ver tratados sus trabajos con el esmero que requerían. Y se hacía en Euskal Herria. En papel couché. Y la voz corrió más allá de nuestras fronteras.

Sinceramente no sé si mil números de una publicación semanal son pocos o muchos. Lo que sé es que es grande, muy grande... Y que esperamos otros mil, porque significa que aquel proyecto de crear medios propios al servicio del país que se comprometió con los accionistas fundadores se ha consolidado y goza de una admirable juventud.

A lo largo de estos mil números hemos encontrado reflejados en sus páginas el talento y la grandeza de nuestro país; desde el arte, la música, el deporte o la cultura... hasta aquellos pasajes menos conocidos de nuestra historia o la belleza de su naturaleza, en una sucesión de temas que acogen entre sí con naturalidad a grandes nombres del cine, de la literatura, de los movimientos sociales o del reporterismo del planeta. Y eso, para un país pequeño, es muy grande. Felicidades, 7K.