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ARQUITECTURA

Híbridos verticales


Manhattan es, sin lugar a dudas, uno de los entornos urbanos más densamente construidos del mundo, donde el urbanismo y la arquitectura han jugado un papel fundamental. En 1811 vio la luz el primer plan que establecía el riguroso orden a modo de rejilla que organizaba ese estrecho territorio de la península entre el río Hudson y el East River. Hace unos años, aprovechando el segundo centenario del plan urbanístico, la universidad de Columbia desarrolló un trabajo de investigación que demostraba, por un lado, la vigencia del sistema y, por otro, su constante evolución. Desde esta óptica es fácil vislumbrar cómo aquella idea inicial fue alterada y modificada por las generaciones posteriores, que hicieron de Nueva York una ciudad dinámica, caracterizada por su desarrollo vertical gracias a sus icónicos rascacielos. ¿Qué marca dejarán en la retícula los futuros arquitectos, promotores privados y funcionarios de la ciudad? ¿Y qué nuevas tipologías de edificios se construirán dentro de sus manzanas?

Uno de esos proyectos que miran hacia ese futuro es el nuevo edificio de la escuela de secundaria Xavier, que plantea una tipología caracterizada por la mezcla de usos, ya que el edificio alberga, además de la escuela, un importante número de viviendas, oficinas, así como un pequeño hotel. Dicho de otra manera, el proyecto desarrollado por el estudio FXCollaborative investiga la hibridación de usos, la capacidad de la mezcla de usos como sistema para generar vida urbana, sinergias y el aprovechamiento de recursos. Fundamentalmente, el edificio integra dos identidades distintas: una para la escuela de secundaria Xavier y otra para el programa residencial. La primera consiste en una ampliación del centro escolar que tenía ya su sede en la misma manzana, por lo que la nueva construcción mantiene la escala y la materialidad del edificio preexistente. Los nuevos usos asociados al programa residencial forman una torre cincelada que se relaciona con el cielo, reflejando gracias a sus caras inclinadas las nubes y el sol, dando la sensación de desmaterializar la masa del edificio.

La nueva torre alcanza los 106 metros de altura, en una manzana céntrica del vibrante barrio de Chelsea, uno de los más concurridos y activos de la isla de Manhattan. Utilizando los derechos de ampliación del centro de secundaria, el diseño resuelve ingeniosamente los principales requisitos del proyecto: proporcionar el espacio de expansión necesario para la ampliación de la propia escuela, al mismo tiempo que construye un importante número de viviendas aprovechando su ubicación elevada, de modo que su venta permita sufragar los gastos de construcción del conjunto.

Además de por el cumplimiento estricto de las restricciones de la normativa municipal, la geometría escultórica del proyecto pretende restarle masa, convirtiéndolo en un buen vecino dentro del paisaje urbano del barrio, a pesar de su gran tamaño.

En ese sentido, el diseño del edificio vuelca la escuela hacia el ámbito público de la calle, mientras que la torre residencial superior interactúa con el cielo y el horizonte buscando la privacidad de sus futuros habitantes. Una base cúbica revestida de piedra continua construye las fachadas hacia la calle. La modulación cuidadosa de las ventanas y su lenguaje de elementos cincelados ayudan a establecer un cierto hermetismo en la zona destinada a los usos académicos de la escuela. Por el contrario, en la parte superior, las formas inclinadas de la torre y el revestimiento de vidrio funden el edificio con el cielo que, dependiendo de la incidencia de la luz, desaparece por momentos. Ese plano inclinado de la torre –una histórica restricción de la zonificación tradicionalmente de Manhattan, que buscaba llevar luz a la calle eliminando la sombra de los rascacielos– limitaba el diseño. Pero esa limitación se usa aquí para generar una forma única, que ofrece a los ocupantes de las viviendas espacios interiores amplios y luminosos con vistas incomparables del paisaje urbano circundante.

Viviendas y servicios. El zócalo escolar del edificio incorpora aulas, un laboratorio, un espacio de ensayo y un espacio común. Una combinación de diferentes tipologías de viviendas de uno, dos, tres y hasta cuatro dormitorios ocupa los dieciocho pisos superiores, mientras que un espacio de servicios en el séptimo piso incluye un gimnasio, salones, una guardería, un bar cafetería y una terraza comunitaria. Esta amalgama de usos, con estancias de tan diversa índole y dimensión, obligó a un sistema estructural híbrido, con una estructura de acero en la base que soporta la extensión del centro escolar y permite que la torre se retranquee cinco metros sobre el edificio escolar existente.

La torre está construida, por el contrario, con una estructura de hormigón que permite dotar a los apartamentos de amplios ventanales y da a los arquitectos una flexibilidad máxima en cuanto a las distribuciones interiores.

Este edificio establece nuevos estándares en la tendencia de desarrollo de derechos urbanísticos de Manhattan, satisfaciendo las demandas de vivienda en un denso vecindario de la isla y proporcionando el apoyo necesario para una institución local como es un colegio de secundaria. Logros conseguidos gracias a un diseño dinámico y específico para ese contexto, porque, desde luego, si algo caracteriza a Nueva York es su mestizaje y su verticalidad, representados aquí por lo híbrido de los usos y por el apilamiento de estos en una pequeña torre.