7K - zazpika astekaria
PSICOLOGÍA

En el mundo inmediato


Dice un refrán que querer es poder, aunque si le damos la vuelta, no necesariamente poder es querer. Durante miles de años nuestra especie ha luchado por “poder”, poder sobrevivir principalmente, y ese amplio propósito ha constado de miles de millones de retos para individuos y grupos. De una u otra manera, esos desafíos han implicado la comprensión y la intervención en el entorno, en la naturaleza. Una vez “eliminada” su peligrosidad, por lo menos en Occidente, hemos pasado a su gestión en función de nuestras necesidades, nuestros objetivos.

Afortunadamente, hoy por hoy la supervivencia es muy diferente, más o menos nos hemos asegurado el sustento básico a este lado del mundo, y los conflictos que pueden poner en peligro la vida son cada vez menos. De forma paralela a esta búsqueda vital, el espíritu humano nos mueve hacia adelante en todas las disciplinas que hemos desarrollado para entender y manejarnos en este mundo. La curiosidad, el tesón, la imaginación, el ingenio, como cualidades profundamente humanas, nos han permitido idear también más allá de la supervivencia y, por decirlo de algún modo, “agarrar” esos descubrimientos y convertirlos en metodología útil y estable.

Hoy parece que vivimos una trepidante época para nuestra habilidad para proyectarnos,y podemos lograr resultados impensables hace unas décadas que inciden directamente en la sociedad y su funcionamiento, en la calidad de vida individual, la salud… En un futuro no tan lejano, las neurociencias, la informática, los nuevos materiales, la medicina, etc. prometen revolucionar la vida cotidiana. Pero es trepidante también por la velocidad a la que estos cambios inciden, así que parar a pensar parece hoy más necesario que nunca; ponemos muchísimos recursos en avanzar en este sentido, pero, volviendo al inicio del texto: ¿Queremos? O matizando: ¿Qué queremos? ¿Para qué lo queremos? Es habitual que las campañas de publicidad –omnipresentes en los medios que usamos para saber qué pasa en el mundo– nos acerquen los nuevos productos, o aplicaciones informáticas para la vida cotidiana (pedir comida, comprar por internet o gestionar cuentas bancarias) apelando a «darnos tiempo libre» al quitarnos de encima lo que supone una molesta tarea. Nuestra parte hedonista, inmediata, grita «¡Sí! ¡Ya estás tardando en darme eso!», sin muchas veces pararnos a pensar en los efectos de dejar a otros hacer por nosotros, o dejarles poner las reglas de cómo y cuándo nos permiten hacer esas cosas más o menos importantes.

¿Cómo explicamos nuestras circunstancias, pedimos un ajuste de las normas a nuestra situación particular o reclamamos nuestros derechos si en aspectos cotidianos y esenciales avanzamos hacia una relación con nadie? Sin duda, los beneficios de la automatización, la superación de nuestras limitaciones, el manejo de la información exceden con mucho los inconvenientes a nivel práctico, pero ante la velocidad, quizá tengamos la responsabilidad de preservar lo humano en todo el proceso, al fin y al cabo, es para nosotros, para nosotras. Y sin embargo, seguimos avanzando tecnológicamente sin demasiado tiempo para parar a pensar, a sentir, a elegir, más allá del impulso o de la ambición bien o mal entendida.

Nuestra salud, ese bienestar global propio de los humanos, es sin duda responsabilidad nuestra, esperen por ella o no los mercados, los intereses e incluso nuestra propia ansiedad por ir más allá. Y la salud, en concreto la salud mental, está íntimamente relacionada con la sensación de ser dueños, dueñas, de nuestras propias decisiones, tiempo, energías y recursos, y poder acompañarnos de otros para satisfacer necesidades. Quizá este artículo sea una reflexión rayana en lo filosófico, más que en lo psicológico y cupiera esperar enumeraciones, diagnósticos o análisis de la conducta. Bueno, hoy prefiero escribir unas líneas sobre la potencialidad innata de elegir qué queremos.