BERTA GARCIA
CONSUMO

La salud es lo que importa

Tener buena salud es la cualidad más importante, algo de lo que todas las personas deseamos disfrutar a lo largo de nuestra existencia, porque el estado de salud de cada uno afecta claramente a su calidad de vida y su bienestar. El pasado 7 de abril, fecha de celebración del día dedicado a la salud, la Organización Mundial de la Salud (OMS) daba un toque de atención a todos los gobiernos del planeta para reivindicar la necesidad de una cobertura universal y una equidad en los servicios de atención sanitarios.

Si bien es cierto que no podemos compararnos con muchos países, en cuanto al disfrute de una sanidad pública de la que ellos carecen, como casi todo es mejorable, también lo es nuestro sistema sanitario. Y es así porque a la vista está cómo algunos servicios y prestaciones han ido menguando y, a modo de ejemplo, se puede reseñar el descenso en el número de facultativos u horas de atención semanal o tratamientos excluidos, cuando no desaparecidos, del panel ambulatorio.

Frente a los balances económicos exitosos de las grandes empresas, la clase política no debe alejar el foco de una parte de la sociedad que carece de recursos para atender los gastos relacionados con la salud y depende completamente de la asistencia pública, puesto que los seguros o consulta privadas no están a su alcance.

Si atendemos el índice de solvencia familiar (a nivel estatal), los datos señalan que un 30% de la sociedad no puede ir al dentista y un 20% no puede atender el gasto de gafas, lentillas o audífonos; ni visitar al sicólogo o al siquiatra y tampoco acceder a muchos fármacos sencillos porque han quedado fuera del listado oficial de los costeados por Sanidad.

De entre los grupos más vulnerables destaca el de las personas mayores que, en algunos casos, además de verse afectadas por las carencias que se mencionan en el párrafo anterior, son los pacientes excluidos por su edad de algunos protocolos sanitarios. En general, de este asunto se ha pasado de puntillas en los mítines electorales. Mítines en los que solo hablan los convocantes, pero no el público asistente.