NOV. 24 2019 ARQUITECTURA Escuchar a la gente, al edificio, a las oportunidades IBAI GANDIAGA PÉREZ DE ALBENIZ El equipo londinense Aberrant Architecture se ha dado a conocer en el Estado español por “Landscape for Play” (Paisajes para jugar), dentro del programa Intermediae de Matadero Madrid, realizando una instalación artística inspirada en los patios de juegos ideados por Jakoba Mulder y Aldo van Eyck en el Ámsterdam de la posguerra mundial. En la colorida instalación quedan patentes dos elementos que definen al estudio: el uso del color y el deseo de colocar al usuario en el centro del diseño. Hace unos años, el estudio llamó la atención del mundillo con una pequeña intervención de rediseño de interiores en una vieja escuela del barrio de Hackney, en el mismo Londres. La Rosemary Works School, alojada en un viejo edificio de arquitectura eduardiana, recibió un lavado de cara a lo largo de tres años de análisis, talleres con los profesores y alumnos y un estudio de la arquitectura de “entreguerras” británica. El punto de partida es un centro educativo con cien alumnos de edades comprendidas entre 4 y 11 años, y un presupuesto más bien modesto. El equipo Aberrant Architecture lo dirigen David Chambers y Kevin Haley, y lo compone una mezcla de arquitectos, diseñadores industriales e interioristas. El modo de aproximación al proyecto pasaba por aprovechar lo existente, escuchar las necesidades de las personas que habitaban el espacio y dar un aire fresco de color. El resultado, aunque pueda parecer banal, podría abrir el debate sobre la calidad estética de los centros educativos, o por lo menos entender que el mero hecho de dar una “mano de pintura” a un espacio puede transformarlo completamente. ¿Preguntar a los alumnos? Hace unos años esto podría haber sonado a excentricidad. Hoy en día empieza a normalizarse como un modo de diseño más; siempre, sin embargo, debe de existir un tamiz por el cual pasen los deseos de niñas y niños para aterrizar esas dulces ideas en elementos construibles. Por ejemplo, en la escuela Rosemary Works, los alumnos daban ideas cercanas a la escuela de Harry Potter, casi de fábula, como nichos para esconderse, o reflectorios. Los arquitectos tomaban esas sugerencias y las iban transformando en otros elementos que satisficieran esas necesidades, aunque con formas más adecuadas al siglo XXI. Tomando como referencia el mítico cuarto bajo la escalera de Harry Potter, utilizan el espacio bajo la escalera para realizar una zona de juego; en lugar de nichos crean una “casita” con ruedas y forma de B. Además de esas interpretaciones de los deseos de los alumnos, el estudio se dedicó a entender la arquitectura de principios del siglo XX, y fruto de ello nace el diseño del aula de 3 años. En la escuela original, la arquitectura de la época fragmentaba los tabiques interiores en secciones, que se dividían en empanelados de madera como zócalos, en una sección intermedia donde se colocaban cuadros o espejos, y una cornisa que en ocasiones se llenaba de pequeños objetos o flores. Tomando eso como referencia, se reinterpreta esa idea, haciendo que las bandas más inferiores sean totalmente utilizables para alumnos y, a medida que subimos, empieza el territorio de los profesores. Como colofón del muro, se mantiene una franja superior que se espera se llene de dibujos y colores, dando a cada clase un color y personalidad especial. Pequeños gestos geniales. Junto con las reinterpretaciones de los deseos de niños y niñas y el rediseño de los elementos históricos, la tercera pata del diseño pasa por el juego y la oportunidad como creadores del espacio. Los ejemplos abundan como pequeños gestos geniales: se pinta de pintura metálica la zona de la escalera, colocando pequeños imanes con los que los alumnos pueden colgar elementos y transformar permanentemente el espacio; se crean sencillos juegos de escalada que, de paso, ayudan a dividir el espacio; ante la imposibilidad de ampliar el centro y la necesidad de segmentarlo para usos amplios como el comedor u otros más íntimos, se crea un doble raíl para cortinas, una de ellas translúcida, y otra con una colorida tela. Y ya está. Entender el edificio en el que se está, escuchar a la gente que lo usa y habita y aprovechar las oportunidades que se nos presentan. Ningún secreto, como se puede ver. No obstante, los ejemplos como el de Aberrant Architecture nos hablan de la necesidad de pararnos, respirar y buscar ayuda para obtener un resultado probablemente igual de caro que otro tipo de reforma más al uso, que acaban proporcionándonos ambientes más bien anodinos.