Acantos históricos
En los monumentos griegos y romanos se reconocen fácilmente las hojas de acanto, estilizadas en los capiteles de las columnas del denominado estilo corintio. Parece ser que a un arquitecto griego se le ocurrió inmortalizarlo como adorno después de ver una cesta funeraria en la tumba de una niña: las hojas del acanto habían crecido y salían a través del tejido de la cesta. Estos acantos de mármol se aprecian en el Monumento de Lisicrates en Atenas y en el Panteón de Roma.
El acanto forma arbustos espectaculares de hasta casi un metro de altura; las hojas perennes componen un grupo de hojas grandes de color verde brillante y de bordes dentados. En verano produce multitud de varas algo espinosas, que llevan unas flores bastante curiosas de color blanco-malva con una bráctea en forma de casquete. Cuando la tierra es rica y fresca, su desarrollo es bastante rápido. En el jardín se utiliza como cobertora del suelo por sus grandes hojas debajo de los árboles o entre arbustos.
En el momento de plantar el acanto hay que estar seguro de su emplazamiento. Si se le cambia de sitio, al ser invasora, pueden quedar raíces difíciles de erradicar. Fácil de reproducir cortando trozos de raíz en primavera o verano, también sus brotes laterales se trasplantan en primavera. Hay que colocarlos directamente en el lugar elegido para su crecimiento, que debe ser fresco y con buen drenaje. Durante su crecimiento, necesitan riegos regulares; dos veces al año hay que agregar compost a su alrededor; también retirar algunas de las hojas de la base para que no impidan salir a las cercanas y cortar las varas con flores mustias y las hojas viejas. Aunque se corte en invierno, volverá a salir de los restos de raíces. La variedad Acanthus mollis es magnífica, sobre todo plantada cerca de una hortensia. La Acanthus spinosus, erizada de espinas, se utiliza para evitar la entrada de perros o la mirada de vecinos curiosos allí donde no se quiere plantar un seto alto.
El problema de su cultivo son las babosas y caracoles que en primavera se dan un festín en sus hojas, estropeándolas a base de agujeros irregulares o cortes característicos. Hay que luchar contra su invasión con trampas con cerveza, espolvoreando a su alrededor cristales desmenuzados o soltando a sus depredadores naturales, los pollos, o mejor patos, al comienzo del ataque.