FEB. 16 2020 más de un siglo tiñendo hilos LA ARTESANÍA DEL TINTE Gurutze Anduaga En la calle Dar al-Ahmar, Salama Mahmoud, propietario de una de las últimas tintorerías artesanales de la capital egipcia, realiza un trabajo transmitido de generación en generación desde hace cerca de 120 años. En una atmósfera bañada de vapor, los operarios de este taller extienden largas filas de hilos de algodón, las suspenden sobre perchas y las dejan remojar en grandes bañeras llenas de agua y tinte. Del algodón a la seda, pasando por el poliéster o la lana, esta tintorería –que abrió sus puertas en el año 1901– trata todo tipo de fibras utilizadas en la industria textil, incluyendo calzado y tapicería, explica Mohamed Kamel, hijo del propietario con el que trabaja desde hace siete años. «Primero aplanamos los hilos de algodón y luego los sumergimos en el tinte. Posteriormente, aireamos, escurrimos, envolvemos y estiramos los hilos para secarlos, antes de doblarlos y enviarlos a los clientes», agrega. De entre los 23 establecimientos de tinte artesanal que existen en la capital egipcia, la pequeña fábrica de Salama Mahmoud es una de las últimas que sigue funcionando a pleno rendimiento. Una de las ventajas de esta pequeña fábrica es que puede ajustar su producción a cualquier cantidad de hilos –incluso realiza encargos de medio kilo de algodón–, mientras grandes tintorerías industriales «tiñen quintales, incluso toneladas» de tela a la vez. Al comparar su fábrica con otras tintorerías industriales, Mahmoud, de 83 años y propietario de las instalaciones desde 1974, afirma que lo que marca la diferencia es el saber hacer, la técnica artesanal que emplean con sus materiales. Pero también existe la competencia. Aunque este anciano artesano se complace por tener clientes en todo Egipto, Sudán e «incluso una dama de los Estados Unidos», lamenta la competencia de los productos chinos de bajo precio que dominan el mercado. «Un suéter hecho con nuestro hilo cuesta 200 libras egipcias (11,5 euros), mientras que un suéter chino cuesta 20 o 30 libras (2 euros)», agrega. Los precios del tinte, importado de todo el mundo, también han aumentado considerablemente, lo que complica la vida cotidiana de su negocio, explica Mahmoud. Por estos y otros motivos, era necesario reducir los gastos en la producción. Y una de las medidas tomadas por el propietario fue utilizar madera en lugar de gasolina como combustible en su fábrica. Sin embargo, este octogenario se muestra confiado en el futuro de su oficio y afirma que este «nunca desaparecerá». «Desaparecerá cuando empecemos a salir desnudos a la calle», dice con humor.