MAY. 17 2020 PANORAMIKA Conquistar el monumento IKER FIDALGO ALDAY La memoria constituye nuestra identidad como sociedad. El origen de aquello que conforma nuestros lugares comunes es un espacio de referencia en el imaginario colectivo. El arte ha servido en muchas ocasiones para la reivindicación de sucesos y personalidades. La creación escultórica, basada en la lógica monumental, ha estado al servicio del poder y de las directrices que el discurso imperante ha decidido ensalzar. La concepción de estas construcciones en el espacio público las convierte automáticamente en elementos que quedan dispuestos en flujos de tránsito, moldeando a su vez la gestión del urbanismo y el paisaje, así como nuestro pensamiento colectivo. En los años 60, los espacios al aire libre comenzaron a convertirse en lugares que podrían aportar un interés concreto para la creación y emplazamiento de arte. La vida solitaria de lo que se llamó como cannon in the park para referirse a esculturas que representaban sucesos, batallas y conquistas, llegaba a su fin y tendría que convivir con otras extensiones de lo escultórico. El nacimiento del movimiento site specific (que podríamos traducir como ubicación específica) comenzó a tener en cuenta las características arquitectónicas, así como históricas o sociológicas frente a la obra que se levantaba por encima de cualquier otro elemento del contexto al que iba a pertenecer. Posteriormente, la ciudad comenzó a entenderse como un lugar no solo para ubicar, sino también desde el que poder reivindicar desde el arte. Las propuestas artísticas ligadas al activismo y al espacio público han estado muy presentes en el último tercio del pasado siglo XX, manteniendo un espacio de tensión entre lo impuesto y la lucha por otras memorias posibles. Juan Pablo Ordúñez / MawatreS (Madrid 1986) es un artista afincado en Bilbo, que ha dedicado gran parte de su investigación y producción a diseccionar la idea de monumento y a proponer desde sus proyectos otras maneras de concebirlo. Para esto hay dos líneas que toman fuerza en su práctica. Por un lado, el cuestionamiento directo del arraigo a la materialidad tan enraizado en la escultura monumental y que ha propiciado un esquema compartido en el que conceptos como peana, hormigón o placa aparecen de manera casi automática. Por otro, una posición que confronta directamente con los espacios de poder y que se erige casi como estrategia de lucha poética y política. A pesar de que existen títulos en su trayectoria como “Nacido en” o “Monumento a los campesinos y campesinas asesinadxs”, en esta ocasión hemos creído relevante detenernos en “Origami”. Una propuesta de reciente factura que se asienta sobre la fragilidad de un suceso cotidiano y casi anodino. La creación de figuritas de papel como una práctica que nos evoca lo frágil y lo pequeño es puesta en valor mediante una serie de pinturas realizadas en tinta china y cemento. En ellas aparece un elemento lleno de pliegues, una figura sin terminar y cuyo proceso ha sido paralizarlo y retenido a través de la pieza. Esta vuelve a remitirnos a la tosquedad del cemento (como el monumento tradicional) y a un momento concreto. La figurita de origami es la antítesis de lo monumental pues es volátil, de papel. Aun así, el dispositivo del arte y el estatus de obra artística le confieren a la propia imagen una importancia y una presencia que la sitúa a un nivel diferente al del ejercicio distraído de hacer un barquito de papel. Hay una narrativa que subyace de los propios goteos del pigmento y que nos habla del proceso, de la inestabilidad del material y de la poética de la doblez. Una de las características más importantes de la creación artística es su capacidad para crear preguntas, cuyas respuestas son el principio de un proceso de (auto)cuestionamiento de aquello que nos rodea y nos toca la piel. “Origami” es, sin duda, un buen camino para empezar.