SEP. 06 2020 ARQUITECTURA Una escuela que valga para una, dos, tres, muchas cosas IBAI GANDIAGA PÉREZ DE ALBÉNIZ En la Escuela de Atenas, el pintor Rafael plasmó una exaltación del intelecto humano, muy a la moda de aquel inicio del siglo XVI. En un espacio diáfano aparecían difuminados los grandes filósofos venerados durante el Renacimiento: Platón, Aristóteles, Hipátia, Heráclito… apelotonados sobre unas escalinatas que repartían al respetable en varios niveles, mientras que el fondo donde transcurre la escena sugiere una arquitectura grandiosa, con arcos de medio punto, pilastras y nichos que albergan estatuas gigantescas. Rafael pinta en realidad una instantánea de la nueva basílica de San Pedro, entonces aún en construcción, haciendo así una unión entre la enseñanza, la religión, la verdad y la arquitectura nunca vista hasta entonces. En ese momento histórico, la educación deja de ser una parcela privada de la Iglesia, y el Humanismo aparece en escena. Sin embargo, a nivel espacial, deben de pasar siglos para poder ver de modo normalizado una escena de un ambiente docente como el que imaginó Rafael; la Modernidad trajo la escuela –aún en sus niveles más bajos– a una porción enorme de la población, pero hizo que los ambientes educativos fueran sectorizados y “verticales”, es decir, el profesor arriba y los alumnos abajo. Para encontrar una respuesta espacial “horizontal” han tenido que pasar muchos años, y venir acompañada de los desarrollos de teorías pedagógicas de figuras como Paulo Freire, Francisco Ferrer o María Montessori. En algunos casos, las escuelas de nuestro alrededor han tratado de innovar espacialmente para acomodarse a esos nuevos métodos. Sin embargo, tal y como está demostrando la gestión de la crisis sanitaria del covid-19, los edificios que albergan las escuelas se han construido bajo un paradigma muy lejano a la flexibilidad y, además –y sobre todo–, el estipendio económico para la red de escuelas públicas hace imposible plantear mejoras generalizadas. Uno de los problemas principales surgidos en la nueva pandemia viene dado por la falta de espacio lectivo que permita cumplir unos ratios más amplios de metros cuadrados por estudiante. En ese sentido, el ejemplo del estudio parisino SAM Architecture, liderado por Stefan Mathhys y Boris Scheneider, crea una solución práctica y bella; la ampliación de la escuela Charles Chaplin de La Courneuve, en el Estado francés, fue un proyecto iniciático de este estudio, especializado en dotaciones públicas. En él, se amplía la escuela existente creando una zona de comedores y cocina, comunicados todos mediante un patio cubierto. Este patio se cubre utilizando un emparrillado de vigas de doble dirección de madera laminada. Mediante este sistema se consigue, usando un material bastante más sostenible y con una huella de carbono mucho más baja que el acero, reducir drásticamente el número de soportes necesarios, dar una imagen continua al espacio y, cosa de vital importancia en un patio de colegio, la irregularidad de los casetos hace que la reverberación del espacio, el “eco” que existe, sea muy pequeña, algo que cualquier persona que haya tenido que hacer labores de cuidados en, pongamos un frontón, sabe que es vital para no perder la cabeza. Fomentar la autonomía. Los elementos de cocina, servicio y comedor se dividen como si fueran moles de piedra, haciendo que en la entrada desde el exterior sea clara para los niños y niñas. Esa es otra clave del diseño de los espacios modernos de enseñanza; el diseño debe de ser claro, que fomente la autonomía de los pequeños a través de inequívocos visuales, haciendo en la medida de lo posible los tabiques divisorios transparentes. Los tres volúmenes exteriores se “vuelcan” hacia el interior, protegido por la cubierta de madera, y en esa división abundan los paños de vidrio de suelo a techo, que permiten tanto a los estudiantes, como a los cuidadores que hacen labores de vigilancia, ver no solo en su propia estancia, sino tener una idea de qué está pasando en el resto del complejo. Alguien podría argumentar que ese tipo de cubierta es complicado y caro para un simple cerramiento de un espacio de paso. Lo que hay que tener en cuenta es que esa cubierta no solo protege de la lluvia el espacio que cubre, sino que suma el espacio de tránsito a los metros cuadrados utilizables para situaciones excepcionales, como la del covid-19, o simplemente abre un abanico de oportunidades para que los profesores diseñen un currículo educativo sin una restricciones de las típicas cuatro paredes. El diseño es solo una parte de la solución –que ni decir tiene que aumentar el ratio de profesores/alumnos ayuda tanto o más–, pero es necesario darse cuenta de que, por un estipendio similar, podemos tener un patio que sirva para una, dos, tres, muchas cosas.