Nuevos lenguajes
E l final del siglo XIX viene marcado por el inicio de las llamadas vanguardias históricas. Una serie de movimientos que comienzan a rebatir los modos de creación a la vez que imaginaban nuevos modelos para la sociedad. Más adelante, el ecuador del siglo XX trajo consigo una serie de revoluciones que pusieron en duda las viejas maneras artísticas. A nivel social, el mundo comenzaba a salir del trauma provocado por la Segunda Guerra Mundial y las atrocidades llevadas a cabo por el nazismo, poniendo en cuestión la legitimidad de los cimientos sobre los que se construía la sociedad occidental. El final de la guerra provocó una segunda etapa vanguardista como aquella que se iniciara a finales del siglo anterior, dando lugar a una época entre 1945 y 1970 que cambiaría totalmente la relación del arte con la sociedad.
La importancia de la disciplina se verá relegada a un segundo plano en beneficio del concepto o el significado y se romperán barreras formales con todo aquello que tuviera que ver con las normas visuales anteriores. Por otro lado, la apertura a la cultura popular propició la creación de un mercado antes mucho menos visible, así como su influencia en estratos de la sociedad para nada próximos a un público especializado. Los lenguajes se vieron alterados y reinventados.
En el campo escultórico, lo monumental se vio superado por otras formas de relación de lo material con el espacio dando lugar a lo que se identifica como instalación escultórica. Los objetos ya no son meras figuras representando una escena o a una persona heroica o mitológica, se convierten en elementos con los que el público interactúa, restos de una performance o concebidos especialmente para uno u otro lugar. Más adelante se acuñó el término videoinstalación para referirse a aquellas propuestas que incorporaban el audiovisual más allá de la contemplación pasiva ofrecida por el cine. Actualmente estas maneras de proceder están a la orden del día de cualquier exposición que podemos visitar. La ruptura con aquellos corsés son la normalidad del día de hoy a la espera de todos los nuevos cambios que aún quedan por llegar.
La sala Film & Vídeo del Museo Guggenheim de Bilbo presentó el pasado marzo una muestra dedicada a la figura del artista sudafricano William Kentridge (Johannesburgo 1955). Kentridge proviene de una familia blanca acomodada que se opuso al apartheid y demostró su compromiso contra la segregación racial. Si bien su obra no versa centralmente sobre esta cuestión, se dan en ella muchas referencias en torno al colonialismo. Es famoso por sus dibujos y su trabajo relacionado con la animación, la creación videográfica y la performance y, el próximo octubre, el CCCB de Barcelona le dedicará una exposición individual que se alargará hasta febrero del próximo año. “William Kentridge: 7 fragmentos” está compuesta por la videoinstalación “7 fragmentos para George Méliès” que da título a la exposición así como “Día por noche” y “Viaje a la luna”, todas ellas con clara referencia a Méliès, padre del cine. La pieza principal muestra al propio autor en su estudio y reflejando la cotidianeidad del proceso creativo que se representa a sí mismo.
“Felices” es el título de la instalación propuesta por Rut Briones y Raquel Durán en el Depósito de Aguas del Centro Cultural Montehermoso de Gasteiz. El proyecto que se vio aplazado por la crisis sanitaria, estará disponible hasta el próximo 13 de septiembre. “Felices” forma parte de la selección de proyectos de la convocatoria del pasado 2019 e indaga en torno a las diferentes maneras que el concepto felicidad es utilizado en nuestra sociedad. Para todo esto cuentan con una serie de elementos que se disponen por el espacio, desde esculturas a proyecciones videográficas, invitando al público a disfrutar de una experiencia inmersiva.